Capitulo uno.

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“Encuéntrame en un sueño

no sabremos que estamos en uno

ni nadie podrá decirnos

que no es real.”

— Denise Márquez.

Me encontraba en una especie de iglesia sin bancas, iluminada por una luz rojiza proveniente del exterior que se propagaba por entre todas las personas reunidas. Junto a mis amigas Alex y Rachell avanzábamos hacia la salida. Estaba alterada, gritándoles a ambas que necesitaba encontrar a Caleb; él me había dicho que lo buscara cuando esto ocurriera.

—¡Ustedes no entienden lo que significa esto! —gritaba una y otra vez mientras salíamos. Ellas no estaban conscientes, tenían esa sonrisa tonta en su cara, como si estuvieran drogadas; pero yo sabía todo.

Finalmente salimos a una especie de valle donde todo estaba a oscuras, salvo por la luz roja que no sabía de dónde procedía. Había unas gradas en las que la multitud –que parecía ser de miles de personas- fue tomando asiento.

—Voy a buscar a Caleb —anuncié. Ellas permanecían en actitud ausente, como si no estuvieran realmente aquí.

Bajé las gradas y corrí entre todas las personas. Parecía que estábamos en medio de las montañas, en un claro. Mientras mi respiración se agitaba rápidamente, recordé lo que él me había prometido.

Finalmente lo encontré, estaba en un rincón formado por piedra. Junto a él estaban otras cuatro personas, dos chicas y dos chicos, todos vestían de negro y parecían bastante sorprendidos cuando me vieron aparecer. Se suponía que no debía tener conciencia al estar ahí.

—Caleb —lo llamé por lo bajo; él abrió sus enormes ojos negros y caminó hacia mí.

—¿Qué haces aquí? —parecía entre alarmado y preocupado.

—Tú me lo prometiste —dije aun alterada.

—Ya lo sé… —su gesto se relajó. —Me alegro que lo hayas recordado —me tomó de la mano y un brillo surgió de la unión; nadie más se percató de eso.

—Hagas lo que hagas, no te sueltes o no podrás salir —me miró fijamente y yo asentí. Siempre me sentía más segura cuando estaba con él, era un calor extraño en mi estómago.

En ese momento una luz bañó todo y, el lugar que antes era tenebroso y sombrío, ahora se mostraba colmado por los rayos del sol; todo era verde, parecía sacado de alguna loca ensoñación.

Caminamos tomados de la mano, yo detrás de él apreciando nuestras manos juntas. Fue entonces cuando me di cuenta que él no me escuchaba, yo gritaba su nombre, su nombre real.

—¡Steven! ¡Steven! ¿Qué está pasando? —pero no podía escucharme, ni siquiera yo podía escucharme.

Me detuve en seco provocando que nuestros brazos unidos se estiraran.

—¿Qué ocurre? —Me miró alzando una de sus cejas, y  le señalé mi boca. —Lo siento, es un efecto secundario. —Esto no estaba bien, pensé.

Continuamos caminando hasta que me topé con Alex y Rachell, estaban sentadas tomando el té, sobre una pequeña barda hecha de piedra. Esto me recordaba tanto a Alicia en el país de las maravillas. Intenté acercarme a ellas pero Steven me detuvo.

—Es peligroso que les hables, ellas no son “ellas” por ahora —me advirtió.

Asentí, no podía hacer nada.

No te despiertes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora