Capítulo 27

Beginne am Anfang
                                    

—Entonces también es culpa mía. Podría haberlo evitado si me hubiera limitado a ser una simplona más.

—No, claro que no. Solo yo soy la responsable. Pensé que podríais ayudarnos, salvarnos, pero olvidé que sois mucho más que una simple herramienta. Los años me han pasado factura, pero no tengo perdón por lo que he hecho. Me he dejado consumir por la leyenda de mi persona—bajo la cabeza, haciendo que el pelo canoso le cubriera parte de la cara.

—¿Quién eres?

—Ya lo sabes.

Morriguen nos miraba con intriga, divertida por la escena que le estábamos proporcionando. La misma que ella se había encargado de provocar.

—¡Quiero oírtelo decir! —grité.

—Soy a la que todos llaman Madre, una más de los cinco dioses.

Esa mujer había conseguido engañar a un reino entero. Todos pensaban que no era más que la asesora de la reina. Dudaba que ni si quiera Erick supiera algo de esto.

—Nuestras marcas son iguales...—hablé entre dientes. Mi rabia volvió a rebosarme—¡Dejaste que Selen matara a la madre de Erick! ¡Le abandonaste en manos de ese monstruo! —le recriminé.

—Estábamos desesperadas. Katerina aceptó el riesgo. Miles de personas mueren a manos de estos sádicos todos los meses—Morriguen resopló.

—¿Y tu qué? Has arruinado la vida de cinco personas. Mira como está la pobre chica, hundida, volviéndose loca en un mundo al que no pertenece—habló la pelinegra.

Esta vez Reny me miró directamente a los ojos, sin apenas mover un músculo.

—Se como ayudarte.

—Suficiente—cortó Morriguen—. La chica no quiere tu ayuda y tampoco la necesita. Yo, por el contrario, sí que puedo hacer algo por ella. Aún estamos a tiempo de extirparle aquello que la está consumiendo.

—¡No! —Reny estaba muy alterada—Solo quiere utilizar ese poder, tu oscuridad, contra vosotros.

Un golpe seco derribó a la mujer dejándola medio inconsciente en el suelo de piedra. Pegué un salto y di un paso hacia ella, pero la reina me paró en seco. La miré con recelo. Ya era hora de que la gente dejara de decidir por mí.

—No necesito tu ayuda Morriguen—oír su nombre salir de mis labios hizo que soltara una maldición—. Ya me he hecho a la idea de lo que sea que sea esto. No hay otra opción para mí.

Me agarró el brazo donde le mostraba las líneas negras. Clavó sus uñas con fuerza en mi carne. Nuestras caras se quedaron a un par de centímetros la una de la otra. Sus ojos querían intimidarme, me llamaban para que mirara dentro de ellos, que me acobardara ante su oscuridad. Pero los míos, esos que un día me asustaron, contratacaron. Si quería mirarlos, si se atrevía a desafiarlos, entonces se ahogaría en el mar de sangre que llevaban tras de sí.

—Eres una niña queriendo jugar a ser mayor, aquí apuestan los adultos de verdad. Quiero tu poder oscuro y cuando quiero algo, lo consigo, aunque tenga que quitártelo a la fuerza.

—Si no somos rivales para vosotros envíanos de vuelta y terminamos con esto.

—Lo haré, cuando me des lo que te pido.

Ella no puede enviaros de vuelta, solo nosotras somos capaces.

La voz de Reny resonó en mi mente. Aún seguía en el suelo y nadie parecía haberse dado cuenta de que estaba hablándome.

—No voy a darte nada. Puede que ella se haya equivocado en como hacer las cosas, pero tiene razón sobre ti. No voy a dejar todo este poder en tus manos.

—No tienes elección.

Morriguen se movió por la habitación agitando el pelo con naturalidad. Se acercó hasta Reny tirando de su cuello hasta ponerla de rodillas. La diferencia de edad era evidente y por un breve instante toda mi atención se centró en ese detalle.

Lo siento mucho. Siento todo el daño que os he causado y el que aún os queda por vivir. Ojalá pudiera ser de otra forma, pero sigo teniendo la esperanza puesta en vosotros.

La voz se fue apagando a medida que la reina colocaba la mano sobre su cabeza. Sus ojos se volvieron amarillentos y su piel se tornó a un color blanquecino. Estaba muriendo. De alguna forma Morriguen le estaba quitando su esencia vital.

Me mantuve firme. Sin derramar una lágrima. Si era cierto lo que me había dicho, tenía que parecer que no me importaba lo más mínimo. Tenía que parecer fuerte. Puede que no me quedara mucho tiempo siendo yo misma.

—Llevadla abajo—graznó Morriguen—, es hora de enseñarle modales.

Sus guardianes me ataron las manos a la espalda. No bajé la vista ni tampoco la cabeza, no aparté mis ojos de ella hasta que desapareció. Al pasar por su lado la dediqué una media sonrisa, sintiéndome más poderosa que nunca. Solo por ese momento pude ver como una fugaz expresión de terror cruzaba su rostro. 

Hielo o fuego [Saga Centenarios I.] ✅Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt