El dolor había disminuido desde que consumíal.as hierbas. Me distraían un poco y me quedaba más empanada que de costumbre, pero esos síntomas eran mucho más soportables. Era un verdadero alivio poder dormir y comer con normalidad.

Estaba probando los primeros tragos de infusión cuando los representantes llegaron hasta nosotros. Entre ellos había dos hombres de mediana edad, dos mujeres de su quinta y Reny, que abrazó con efusividad al príncipe.

—Buenas tardes—saludó, ofreciéndoles asiento—. Siento llamaros con tanta urgencia, pero debemos de hablar sobre la elección de un líder definitivo.

No me sorprendí, ya sabía que Erick no quería ocupar el trono de su padre, pero pensé que su renuncia sería más en un futuro lejano. Cuando todo se hubiera calmado y la gente dejara pasar la euforia del momento para pensar con la cabeza fría.

—Príncipe, te imploramos que recapacites la idea de quedarte con el trono. La gente está de acuerdo en que es su derecho natural—ofreció una de las mujeres.

—Renuncié a ese derecho en cuanto me alisté a la resistencia contra mi padre. Soy un mero partícipe, igual que todos.

—Exacto—exclamó Jude para sorpresa de todos—. Quien mejor para gobernar el reino que la persona que lo ha salvado.

Lancé una mirada acusatoria hacia el moreno, que me devolvió el gesto con una sonrisa. Los susurros comenzaron a tomar consistencia, así que no tuve más remedio que hablar.

—Me siento alagada, pero yo no he salvado a nadie. De echo por eso estamos aquí, porque no fue capaz de salvar a una niña que solo había intentado ayudarme—respiré hondo para coger fuerza—, y aunque quisiera tampoco podría.

>>Estaba tomando una medicina para mitigar una enfermedad que todavía no entiendo muy bien. Esta ya no es una solución. Cuando mis poderes se salieron de control, la infección se extendió hasta tal punto que es imposible retenerla ni ralentizarla. Me iré con Reny en cuanto esta llegue a más. No quiero volver a ser un peligro para nadie.

Lo solté de golpe, sin pararme a penas a respirar. Nadie habló, pero todos se removían en sus sillas bastante incómodos. Reny me lanzo una mirada de apoyo mientras Ian estaba completamente desencajado. Erick ni si quiera me miraba a la cara.

—Eso no puede ser.

—Lo sé, Emma. A mi más que a nadie me ha costado aceptarlo.

—No, no me entiendes, digo que es imposible. Yo he visto...—empezó a ponerse cada vez más nerviosa, sus manos se abrían y cerraban con fuerza apretando el mantel.

—Niña, será mejor que vayas a tomar el aire—Reny levantó la mano, llamando a una de las mujeres que nos había servido la comida—. Procura que tome algo dulce y dele un vaso de agua, necesita aclararse las ideas.

Su reacción había sido rápida, sabiendo perfectamente como actuar. Un golpe seco nos devolvió a todos a la realidad. Era Erick, que se encontraba de pie, con la mano derecha apoyada en la mesa y la mirada perdida.

—Esto se acaba aquí—reclamó—. No quiero más mentiras, ni más secretos. Vosotros dos—señaló a Ian y a Cassandra—, dejasteis que todos pensáramos que no teníais ningún don que fuera de ayuda. Os refugiasteis en escudas de inutilidad cuando resulta que podríais haber hecho mucho más. Dejasteis que vuestra amiga se comiera toda la responsabilidad de tener el don mas fuerte. Sois unos egoístas. Y yo también.

Se dejó caer en la silla, con expresión cansada. Aquello lo estaba llevando al límite.

Se que esto puede parecer una locura, para mi también lo era y todavía no es que esté al cien porciento seguro de ello, pero....—carraspeó—- Bueno, es una leyenda muy antigua que mi madre solía contarme. Los ciclos centenarios antes renovaban su poder cada cien años, pero con la llegada de nuestros actuales dioses no lo hicieron más. Eso no trajo a esta tierra más que misera, muerte y esclavitud. Por eso ella me decía que algún día otros llegarían para remplazarlos. Durante un milenio los dioses han matado a todos aquellos que supusieran una amenaza para su reinado. Por eso creemos que es probable que vengan a por vosotros.

>>Hay una profecía que mi madre ocultó en mi mente como un cuento infantil. Se dice que los "invasores" llegarán de una tierra lejana y solo ellos podrán hacerles frente en la batalla por los cien años, ya que poseerán sus mismos dones. Lo único que he encontrado de ellos, de vosotros, es un párrafo que encontré entre uno de los libros de mi madre.

Erick sacó un papel arrugado de uno de sus bolsillos con intención de leerlo, pero lo recitó. Supuse que se lo sabría de memoria.

"Dos en la noche se sumirán,

Otro se perderá.

Alguno sin duda se quedará, pero al final,

Solo uno vida dará"

—Entonces, ¿Quién cojones se supone que somos nosotros? —habló Ian con tono serio, haciendo la pregunta que todos teníamos en la cabeza.

Reny soltó una carcajada.

—Hijo, eso es algo que solo podéis responder vosotros.

Los representantes se marcharon, por directriz de Erick, antes de que pudieran empezar a pedirnos cosas de nuevo. Nadie sabía que decir. Ian fue el primero que se levantó de la mesa para irse directo a su habitación. Cassandra le siguió unos minutos más tarde y Jude se marchó en dirección contraria hacia los jardines. Reny fue la última en abandonarnos, lanzándonos una mirada de advertencia.

Solo quedábamos Erick y yo. Los dos sentados en una punta contraria de la mesa, analizándolos el uno al otro.

—¿Cuándo pensabas decírmelo? —me recriminó.

—¿Y tú? —contrataqué

—No puedes comparármelo, esto es solo una leyenda. Tú pensabas dejarnos sin contarnos lo que te estaba ocurriendo, lo letal que se había vuelto.

—No quería que os preocuparais por algo que no tiene arreglo.

—Eso no lo sabes—ladró.

—No has visto lo mismo que yo. Ya no hay vuelta atrás.

Erick se frotó el rostro con las manos en señal de frustración. Si, eso era justamente lo que pretendía evitar.

—Quiero disfrutar el tiempo que me queda aquí—seguí—, y me gustaría hacerlo contigo.

Sus ojos centellearon.

—¿De verdad?

—Sí.

Se levantó con sus ojos aún clavados en los míos. Se acercó, mojándose los labios. Cogió mi cara entre sus manos y la acarició suavemente. El estómago me dio un vuelco, no solo eran unas pequeñas mariposas y no solo las estaba sintiendo en el estómago.

Estábamos a tan solo unos centímetros. Su respiración chocaba contra mis labios, que se mantenían entreabiertos. Con un movimiento rápido me alzó sobre la mesa y me besó. Fue tan inesperado que ni si quiera me dio tiempo a coger aire.

Era tal y como me lo había imaginado. Sus labios eran suaves y dulces, pero podía notar cuanto tiempo llevaba esperándolo solo por como agarraba y apretaba mi cintura. Las dudas de cualquier tipo se habían disipado al primer contacto con su boca. Ya solo podía imaginarme pasando los últimos momentos a su lado, no quería nada más.

—No voy a rendirme tan fácilmente—masculló con la cabeza enterrada en mi cuello.

  

Hielo o fuego [Saga Centenarios I.] ✅Where stories live. Discover now