Ya te extraño. Lisa .

¿Cómo había pasado por alto eso antes de irme a mi viaje? Lo recogí y lo olí. No olía como ella. Lo estrujé en mi mano y lo tiré al cesto de la basura a un lado del inodoro y miré hacia el papel, arrugado y solo. Me vestí rápidamente y me dirigí fuera con mi hermana. Estábamos calladas mientras caminábamos por la calle. Cada paso se sentía más pesado que el anterior, especialmente cuando llegué cerca de donde estaba mi viejo edificio. Habían envuelto una cerca temporal alrededor con grandes carteles Belmonte que advertían de una demolición en un futuro cercano.

—Eso es lo que hacen —dije, sintiendo las lágrimas quemar mis ojos— Demuelen todo.

La mano de Alice encontró la mía y la apretó. Estaba agradecida de que no hablara o hiciera un comentario. Caminamos más allá del edificio y hacia el bar de Chen, donde mi papá estaba de pie afuera fumando un cigarrillo. Verlo me hizo sonreír hasta que todos los horribles recuerdos vinieron de nuevo y se estrellaron contra mí todos al mismo tiempo y la sonrisa se deslizó de mi rostro. Sus mentiras. Las mentiras de Lisa. Las mentiras de Javier.

—Ahí está mi niña —dijo.

Le dio un abrazo y un beso a Alice antes de girarse hacia mí con una sonrisa. Como si hubiera estado en mi vida por los últimos diez años. Como si no lo hubiera jodido todo para nuestra familia, como si repentinamente volviendo atrás haría todo bien de nuevo. Debió haber visto el sentimiento escrito en mi rostro, porque también dejó de sonreír.

—¿Qué pasa?

—Nada.

Le di un beso en la mejilla y caminé más allá de él, entrando al bar y encontrando a Chen adentro. Caminó hacia mí y envolvió sus brazos a mí alrededor, sosteniéndome apretadamente. Inhalé el olor de su colonia y cigarrillos e intenté muy fuerte no llorar.

—Escuché lo de Lisa —dijo contra mi cabello—. Siento que estés herida.

Eso hizo que las lágrimas se formaran en mis ojos. Herida parecía una palabra tan simple para lo que estaba sintiendo. Estaba herida, triste, enojada, y realmente confundida porque a pesar de todas esas cosas, todavía la anhelaba. Me alejé de los brazos de Chen y le sonreí.

—Escuché que conseguiste comida de Malecon. ¿Cómo ordenaste?

Él se rio. —Mi español quebrado logra mucho, sabes. Además, ya saben mi pedido de memoria.

—¿No te acosaron cuando lo buscaste? —pregunté, sintiéndome sonriendo genuinamente por primera vez en días.

Las chicas en Malecon estaban obsesionadas con Chen. No era necesariamente el chico más apuesto de la cuadra, pero era diferente, y eso era suficiente para que floreciera la atracción.

—No mucho. Cecilia prácticamente me rogó para que le pidiera salir —dijo él.

—¿Por qué no la invitas?

Se encogió de hombros. —Las chicas en este vecindario chismosean malditamente demasiado. Deberías escuchar las cosas que escucho alrededor de aquí.

—Créeme, lo sé —dije, disparándole una mirada.

Alice entró al bar y papá la siguió de cerca, cerrando la puerta y bloqueándola mientras Chen indicaba—: No queremos a nadie entrando e interrumpiendo nuestra comida —dijo. Nos sentamos alrededor de las mesas que habían puesto juntas y comenzamos a comer. Chen se puso de pie para ir por nuestras bebidas y cambiar la televisión mientras estaba por allá antes de unirse a nosotros en la mesa de nuevo. Levanté la vista hacia mi papá, el cual me estaba mirando mientras comía su arroz y frijoles.

La JugadoraWhere stories live. Discover now