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POV ROSÉ

   Algunas veces cerraba mis ojos e intentaba recordar cómo se sentía vivir en el lujo. El tener sabanas frías de seda debajo de las yemas de mis dedos, el aire cálido en los fríos días de invierno, y el aire fresco en las calientes noches de verano. Todas las cosas que alguna vez tuve (al menos, por un corto tiempo) y ahora apenas podía imaginarlo. Sin embargo, era felíz. La mayoría del tiempo. Y eso era más de lo que podía decir la mayoría de nosotros. No tenía mucho más que un techo sobre mi cabeza. No uno grande, o que me perteneciera, pero era uno al que llamé hogar por los últimos tres años, hasta que mi casero me dio una bofetada con un aviso de desalojo que decía que necesitaba estar fuera a finales de mes.

  —¿A fin de mes? ¿Cómo pueden hacer eso? —preguntó mi hermana Alice, su voz un susurro antes de levantarse y miró a su marido—. ¿Pueden hacer eso? ¿Es legal? 

 ¿Pueden hacer eso? ¿Es legal? 

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+× Alice ×+


+× Lay +×

—Ellos son dueños del edificio —dijo Lay desde el otro lado de la habitación.

  Se acercó a donde estábamos sentadas frente a la chimenea de mármol y sacó el papel de la mano de Alice. Ambas lo miramos mientras sus ojos exploraban la página, con las respiraciones sostenidas, esperando, esperanzadas de que de alguna manera pudiera encontrar una escapatoria en la plétora de términos legales escritos en la página. Cuando sus ojos dejaron de moverse y lanzó una mirada arrepentida hacia nosotras, mis hombros cayeron una vez más. Me permití tener una fiesta de piedad por unos pocos segundos más antes de levantarme del sofá. 

—Está bien. Tendré que empezar a buscar un apartamento nuevo.

  —Siempre puedes quedarte con nosotros —sugirió Lay—. Tenemos más que suficiente espacio.

  A diferencia de mi apartamento de estudio en Washington Heights, ellos vivían en una extensa piedra arenisca de Brooklyn, con tres dormitorios y dos baños y medio. Incluso tenían un pequeño patio trasero con muebles de patio y una parrilla. Podría pasar con ellos un tiempo, pero no lo haría. La ayuda no era algo que aceptaba fácilmente, incluso cuando provenía de mi hermana y de su amable esposo. Me he psicoanalizado con regularidad para saber que los problemas que tuve con mi padre fueron la razón por la que no podía aceptar ayuda. 

La JugadoraWhere stories live. Discover now