Cap 36; y vendrán lobos con piel de oveja

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—aquí Emilio, ayúdame con esta valija

El padre Damián descargaba sus cosas del maletero del coche que lo llevó hasta la entrada de San Javier.

La tarde caía y el cielo estaba ya por oscurecerse, las pesadas rejas de hierro de la entrada estaban abiertas en todo su esplendor, Emilio ayudaba a llevar maletas, aun con su corazón aplastado por lo que acababa de pasar con Joaquín, aunque él no sabía decir si la incomodidad que nació en su estomago era también producto de eso...o quizá podría ser alguna otra cosa.

El padre Miguel se acercó a ellos, caminando desde la salida de la parroquia.

—padre Damián, es muy bueno tenerlo de vuelta con nosotros—el hombre mayor caminó hacia él con los brazos extendidos

Damián dejó una maleta en el suelo—mi niño, lleva esta también—le dijo a Emilio, antes de ir hacia el padre Miguel

Al llegar lo estrujó en un fuerte abrazo

—padre, ya lo extrañábamos, san Javier no es igual sin usted, sin duda

—también los extrañé...¿Cómo están todos?

Ambos hombres comenzaron a caminar hacia la pequeña cabaña que compartían Emilio y el padre Damián, poniéndose al tanto de todo lo que había pasado en este lapso de tiempo.

Dejando a Emilio con dos valijas pesadas más un bolso de mano, como pudo se las arregló para seguir a los hombres hasta el lugar.

Al llegar ahí Emilio dejó la pesada carga en el suelo, mientras los hombres hablaban de pie en la puerta.

—es una pena, pero estoy tan cansado...quisiera reposar un poco padre—Damián fingió cansancio mientras bostezaba ruidosamente, tratando de deshacerse del hombre mayor

—claro, disculpe usted padre, seguro querrá dormir ahora...bien, nos veremos luego

El padre Miguel amablemente se despidió de ambos, aunque antes de irse pudo escuchar al padre Damián decir ''y también hablaremos del otro asunto''. Para después cerrar la puerta con un fuerte ruido.

Emilio se encontraba aun tratando aliviar el dolor en su espalda que tanto peso le había causado, se estiraba poniendo sus manos en la cadera y haciendo sonidos lastimosos.

—Hiijo...—el padre Damián lo llamó, desde donde ahora estaba de pie en la pequeña sala—ven aquí

Emilio obedeció, caminando hacia su amado padre que ahora se había sentado en el sofá, palmeando el espacio a su lado—siéntate, quiero que me lo cuentes todo

Aquello emocionó a Emilio, porque en serio tenía muchas cosas para contar ahora, en serio quería hablar, quería decir palabras, no quería solo responder esta vez.

Pero en realidad...dentro de él sabía que había cosas que no podría decir.

—¿Cómo es Roma? —dijo el rizado, evadiendo tener que ser el primero que hable sentándose al lado del padre Damián—¿es bonito? ¿Cómo la paso usted?

—oh hijo, es encantador...te va a fascinar vivir ahí

Ese comentario hizo que el pecho de Emilio doliera, una pequeña pulsación de dolor que se fue en un instante, así como había llegado, pero ahí estaba.

—la gente es encantadora, y estoy seguro que con tu nivel de italiano no tendrás ningún problema...

Emilio miró hacia el suelo, sus rizos cubriendo sus ojos apagados

La sinfonía de lo divinoUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum