Cap 22; Bendito caos

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{Narrador homónimo}


—¿sabes que te guarde con una flor blanca en mi teléfono?—

Joaquín no respondió ante el comentario, solo comenzó a reír con un tono calmado, Emilio se preguntó si debó haber dicho aquello o no

—mira—Joaquín sacó su propio teléfono y le mostro su nombre la lista de contactos—tú tienes un piano—

Emilio sonrió, como solo lo hacía para el chico a su lado, enseñando sus blancos dientes y mirando hacia abajo mientras sentía entumecer sus mejillas

—suena lógico, ya que tocas el piano...—comenzó joaco a hablar de nuevo—pero ¿Por qué yo tengo una flor blanca? —

—¿no te gustan las flores?—

—lo hacen...solo es una pregunta—

Emilio lo pensó bien, ¿Qué diría?, ¿Cuál de todas sus historias sonaría mejor para contar?, tantas veces que había aparecido en sus sueños, lo que simbolizaba para él, la vez que una entró por su ventana, o ¿Qué tal los espejismos de él con flores en la cabeza?

El chico de rizos iba a responder, pero Joaquín habló antes

—tiene sentido...creo que soy como una flor, si lo pienso, es una belleza irónica—joaco miraba hacia arriba, las estrellas ya habían aparecido por montones manchando el oscuro lienzo sobre ellos en brillante plata

—¿Cuándo la belleza es irónica? —Emilio en serio quería saber, y él iba a escuchar todo lo que Joaquín tuviera para decir

—son bellas las flores, pero están siempre en el mismo lugar, a menor que las cortes...—

—pero pueden ser cortadas desde su raíz—Emilio dijo

—pero también desde su tallo...siento que es así como fui cortado yo...—Joaquín susurraba ahora, haciendo que su voz bajara más y más con cada palabra, ahora abrazando sus rodillas

En el fondo, Nico y Sebas ahora charlaban sobre cualquier otra cosa, no prestaban atención a lo que ellos decían

—cuando me trajeron...siento que solo cortaron mi tallo, y una flor que es cortada así, se marchita...—joaco tenía el corazón en su mano, y Emilio pudo ver en su rostro que ese corazón estaba siendo dañado

—si alguien las cuida, no tendrían que marchitar...—dijo Emilio intentando no mirar al otro chico, pero haciéndolo de reojo de todos modos, encontrando un punto donde la luna era cubierta por unas cuantas nubes que aún no se disipaban—quiero decir...todos marchitaremos eventualmente, pero, al menos podemos retrasarlo—

—yo no quería venir aquí, me siento marchitando—Joaquín verdaderamente hablo bajo ahora, casi sonaba como si no quisiera que Emilio escuchara

—si la flor necesita sol, deben moverla entonces...—Emilio continuó—¿Por qué no hablas con tus padres?—

—quizá lo haga...—

Emilio quería cambiar el tema ahora, porque, por alguna razón la idea de Joaquín yéndose, y sintiéndose marchito aquí, le molestaba un poco, y él quería decir que podía ser quien lo cuide, pero no se atrevió a hacerlo

En su lugar, dijo—¿y yo soy como un piano?—

Joaquín lo miró, un poco de ocurrencia saltó en sus ojos, y las cosas podían volver a estar bien de nuevo, solo con mirarlo arrugar su nariz—lo puse porque tocas piano—

La sinfonía de lo divinoWhere stories live. Discover now