Cap 11; Edén sombrío

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{Narrador homónimo}

Dos días más tarde, Joaquín había definitivamente acabado con el aseo del aula 120, el castigo había sido cumplido y el plazo estaba ahora por terminar, caminaba con sus par de amigos hacia la caceta de marta para entregar las cosas junto con la llave, el día de ayer (miércoles) Emilio había ido a tocar el piano, le estuvo mostrando como armar una melodía básica, se encontró que hablar con el chico no era en efecto tan difícil como todos creían, incluso se atrevería a decir que le agradaba al chico de rizos

Estuvieron hablando sobre lo que harían para poder tener acceso al piano, por alguna razón Emilio le pidió repetidas veces que no mencionara nada sobre el enorme instrumento, él tampoco quería preguntar más puesto que recordó que a Emilio no le gustaba hablar de eso, tampoco averiguo nada sobre porque debían esconderse para que pudiera tocar

No llegaron a una solución, escaparse en las noches no serviría de nada sin la dichosa llave, claro que Joaquín recordaba que marta le dijo que podía pedirle la llave cuando quisiera, pero no le parecía prudente mencionarle que las usaría de noche cuando se supone que no debería andar fuera de su cama, aunque de todos modos tampoco se supone que venda cigarrillos entre otras cosas a los internos, pero esos solo eran detalles

—inténtalo—se dijo así mismo, no perdía nada, claro que lo haría después, no frente a sus dos amigos, a los que tampoco les había dicho que marcos le enseñaría piano, tarde o temprano tendría que hacerlo, decidió que tarde valía mas y esperaría

Era más temprano que de costumbre, normalmente terminaba más tarde, pero solo faltaban unas cosas y el lugar quedó completamente limpio, tenían el resto de la tarde libre, sus clases de la mañana y el limpiar ese lugar por las tardes lo tenían acostumbrado a no hacer otra cosa, pero extrañaba leer algún libro bajo la sombra de los árboles, quizá eso es lo que haría más tarde

Llegaron con marta para dejar los utensilios, después les dijo a sus amigos que iría a distraerse un momento, Nico y Sebas lo invitaron con ellos a la cafetería, pero en serio quería descansar y reposar leyendo un buen libro

Busco el frondoso árbol bajo el que semana atrás se sentaba a leer, en el patio cubierto de pasto verde, pudo ver a lo lejos que algunos internos llevaban camisas blancas tipo interiores y shorts negros, zapatos deportivos y algunos tenían bandas para sudor en la cabeza, al parecer habría un partido de fútbol, abrió su libro y comenzó a leer, alejando su atención del montón de chicos a unos metros de el

[...]

—¡sigan, sigan así! —el padre miguel aplaudía a los chicos en sus trajes deportivos, era una pequeña partida de soccer, siempre había unas pocas por las tardes en el patio, pero esta vez, dos sacerdotes llegaron a visitar el internado, el padre Fidel y el padre Herman, venían de la parroquia de san pedro, a unos cuantos kilómetros, eran encargados junto con el padre Damián de la supervisión a los estudiantes

El padre Damián observaba a los chicos correr y jugar con el balón, un poco apartado del otro montón de curas, sus manos entrelazadas detrás de su espalda, la cabeza en alto y unos ojos que miraban cuanto podían

Cautelosamente, el regordete padre Fidel, se acercó a él, mirando en la misma dirección, se posó a su lado, y sin verlo a la cara hablo—¿Cómo vas con el chico?—pregunto el hombre barbón, sin dejar de mirar a los niños correr y hablando lo más bajo que pudo

—toma tiempo—respondió el sacerdote más joven

—dos años, vaya que desperdicio—

—no creas que no he tenido con quienes llenar ese espacio—los hombres hablaban en un tono muy bajo, y pronunciando cada palabra cual si fuese una charla sobre el clima

La sinfonía de lo divinoWhere stories live. Discover now