Prologo; Génesis

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Había gotas de agua bajando por el cristal de la ventana del coche, en la radio sonaba una canción de los 80 que mi padre susurraba por lo bajo, mi madre no decía una sola palabra y mi estómago se sentía pesado y revuelto.

Había sido el último verano que pase en casa, a partir de ahora viviría en una parroquia que fungía como internado, las escenas de la noche pasada no dejaban de darme vueltas en la cabeza.

Flashback;

—Termina de hacer tu maleta y para de llorar Joaquín— es la voz de mi padre y estas sus últimas palabras antes de salir y azotar la puerta de mi cuarto.

Podía escuchar a mama a lo lejos también...

—el debería decidir su vida...por favor no lo obligues—

—mujer, nosotros hicimos una promesa antes Dios nuestro señor, si nuestro primogénito sobrevivía...lo entregaríamos para servirle—

—esta no es la vida que él quiere, comprende que no será feliz...—

—¡cállate!, no quiero oír nada más, Joaquín se ira a la parroquia y el vivirá sirviendo a nuestro padre, ¡deberías estar orgullosa! —

Mi madre lloraba, la voz de papa era como un cuchillo y cortaba, dolía, ardía, no, yo no quería esa vida, tenía 15 años y un montón de cosas que descubrir aun y ahora debía simplemente dejar la preparatoria, dejar a mis amigos, dejar la vida que conocía e irme a formar en una parroquia, yo tenía fe, siempre me la inculcaron, pero no estaba seguro de querer seguir ese camino, no estaba seguro de nada en este momento. Termine mi maleta, me vestí para dormir, fui a besar a mi madre en la mejilla, mire a mi padre y él me sonrió—Joaquín, veras que servir a Dios te hará un hombre dichoso...—yo no respondí a sus palabras, solo asentí y me fui a dormir, y esa noche abrace mi almohada , conté las baldosas del techo de mi habitación por última vez, me despedí de mis peluches en el estante de arriba y me dormí con lágrimas en los ojos y el llanto de mamá en los oídos.

Fin del flashback.

Miraba por la ventana, la lluvia comenzó a cesar, cada vez nos alejábamos más de la ciudad y podía notarlo porque comenzaban a parecer más y más árboles y matorrales a los lados de la carretera, el auto comenzó a bajar su velocidad y escuche hablar a mi padre.

—ya estamos aquí, Joaquín, tu nueva casa— escuchaba el orgullo y la sonrisa en su voz pero yo solo pude esbozar una mueca y abrí la puesta del auto para salir, parecía una iglesia, una enorme y alrededor de ella un enrejado que recordaba a las películas situadas en la época medieval, había muros de piedra y bajo las rejas y un par de gárgolas a cada lado del portón de la entrada—esta es la parroquia san Javier, y por allá está el internado donde vas a estudiar—mi padre apunto con su índice al enorme montón de edificios que yacía detrás de la parroquia.

Mi padre apretó un pequeño botón que hizo sonar unas campanas, un sonido estridente y bastante molesto, enseguida el portón de pesadas rejas de hierro gris oxidado se abrió, mi madre se quedó en el coche, gire mi cabeza para verla y me despedí con la mano, no hacía falta decir nada más, nos habíamos despedido hasta el cansancio antes de partir y yo no soportaría verla llorar por mi culpa.

Caminamos el tramo del sendero de tierra, a los lados un bello jardín, flores de todos los colores, árboles de roble y algunos pinos que despedían un aroma fresco, una fuente con arcángeles en ella, que vertían agua con sus cantaros de piedra, se escuchaba paz en el ambiente, solo el canto de los pájaros y el correr del agua.

Llegamos a la puerta de la parroquia, mi padre cargaba mi pesada maleta café con ambas manos, yo tenía mi mochila roja a cuestas, papa dejo la maleta en el suelo un momento y giro de lado hacia mí para arreglarme la camisa azul que traía puesta, me abotono hasta el último botón, la sensación ahogaba un poco pero lo hacía más el saber que aquel día era el último que tendría mi libertad para gozarla, plancho mis dos hombros con sus manos, su mirada evadía en todo momento a la mía.

La sinfonía de lo divinoWhere stories live. Discover now