—Suerte en tus exámenes... —dice Laura.

Claudia se aleja diciéndonos adiós con la mano.

—Ven, Laura. Por allí veo a Patricia. A ver si me presta dinero para comprarte algo en el bar.

—Ana, no. Por favor, no. El batido es suficiente, de verdad. Por favor, no te molestes más por mí. Aprecio mucho que te preocupes por mí, a pesar de todo...

La veo posar sus labios carnosos sobre la pajita. Me hace pensar en una mariposa sobre una flor, igual de delicada. Levanta y arruga las cejas. Me mira mientras chupa. El chocolate líquido sube por la pajita hasta desaparecer en el interior de su boca. Ella traga y se moja los labios con la lengua. Ahora, humedecidos, le resplandecen.

—¿A pesar de todo? —pregunto como única reacción.

—No quiero hablar de eso para no hacerte sentir mal...

—Quizás lo mejor es que empecemos a ser más abiertas entre nosotras. Sé que nos conocimos ayer y las circunstancias no han sido las mejores para empezar, pero te pido que me digas lo que piensas.

—Si de verdad es lo que quieres... Espero que no me odies. Sé que te resulto un estorbo y que te parezco una friki. Te he causado problemas desde mi llegada. Lo siento, solo quería ser amable con la novia de mi hermano —expresa Laura sin apenas mirarme a los ojos.

Suena el timbre en ese instante. Me devuelve a la realidad. Pero, antes de que pueda asumir las palabras de Laura, ella huye entre la multitud.

***

He perseguido a Laura por las escaleras y el pasillo, pero estos pitufos han sido un estorbo como siempre. No pude alcanzarla. Ha entrado en el aula y hay demasiada gente como para seguir con el tema. Su confesión me ha dejado claro que le debo una disculpa. La veo dirigirse a nuestra mesa.

—Oye, bombón, ¿cuándo daremos una vuelta? —Oigo el comentario del pesado de Mario. Aborda a Laura con su actitud de matón barriobajero.

—Lo siento, no me interesa —dice Laura y se sienta como toda una buena estudiante.

—¿Vas de durita? —Mario se acomoda sobre la mesa y convierte las pertenencias de Laura en cojines. Adopta una postura chulesca como si fuera un casanova, cuando no es más que un imbécil—. Chicas más duras que tú han caído ante mí. ¿Tanto te pongo que me tienes miedo?

—Por favor, levántate. Estás arrugando mis cuadernos —dice Laura. La noto incómoda. Me apresuraré.

—Y si no lo hago, ¿qué vas a hacer? ¿Te pongo nerviosa? Se me ocurren unas cuantas cosas para ponerte más nerviosa —dice Mario.

—Deja de incordiarla, payaso. —Aparto a Mario de la mesa con un empujón.

—A mí no me empujes así. Que no se te suban los humos —dice Mario con su patético tono de amenaza, sacando el pecho como un gallo cuando no tiene ni espuelas, y niega con un dedo.

—Ni a ti. Vuelve a tu sitio con tu noviecito Carlos. —Le planto cara. Mi vieja impulsividad se reaviva.

—¿Qué cojones? —dice Carlos desde su puesto—. ¿Me estás llamando marica?

—Lo que está es celosa porque ya no es la más buena de clase. Eres historia, Ana —dice Mario.

—Eres realmente un idiota si eso es lo que pasa por tu cabeza. Venga, lárgate de nuestro sitio y deja de ser tan baboso. Eres un moscón repugnante que se tiene que conformar con su mano para calmar sus hormonas —lo insulto como se merece, tenía ganas de hacerlo.

Nuestra acalorada charla despierta risas de otros compañeros que aprovechan para tomar asiento como si estuvieran en un teatro y el espectáculo en marcha.

La hermana de mi novio [Disponible en físico en 2 tomos + Extras]Where stories live. Discover now