—Tienes cara de rompecorazones. ¿Qué tal tu primer día? ¿A cuántos has dejado con la bragueta apretada hasta ahora? —pregunta Claudia.

Los ojos de Laura se le quieren salir de las cuencas.

—¡Claudia! —exclamo y le insinúo un gesto a espaldas de Laura. ¿No se da cuenta de que eso es demasiado intimidatorio para esta chica?

—Yo no...

—No le hagas caso, Laura. Claudia es así de confianzuda, pero es una buena amiga. Te caerá bien —digo.

—Lo siento, estoy de broma —dice Claudia, pero ríe descaradamente—. Pero algo de razón tengo. Laura, eres carne fresca, carnada para estos tiburoncitos que apenas saben morder. Espero que lleves algo más que bragas debajo de esa falda porque aquí hay muchos mirones que no pierden oportunidad en las escaleras. Bueno, a menos que seas una pervertidilla que le gusta que la miren.

Claudia consigue que me ría, aunque no era mi intención. Es verdad que hay mucho espabilado mirón, pero los ignoro y me ajusto la falda cuando los veo.

Laura luce incómoda. Su mirada se extravía en todas direcciones. Rasca los tirantes de su mochila con las uñas.

—No soy una...

—Es broma, chica —dice Claudia.

—Dale un respiro, Claudia. La vas a asustar.

—Y no ha visto nada todavía —insinúa Claudia.

—Lo dicho, Laura. No le hagas caso. Está loca.

—¡Oye! —exclama Claudia y reímos, pero Laura sigue ajena a nuestra química—. Vale, me comportaré. La culpa es de los exámenes. Me tienen quemada.

Me intereso por los resultados de mi amiga, así también desvío la atención que recae sobre Laura. Claudia se convierte en un loro. Empieza a escupir por su boca hasta la última pregunta con respuesta incluida de sus exámenes recientes. Por suerte, como propio de ella sus explicaciones parecen chistes. Aprovecho que estoy en modo receptiva para beberme mi batido de chocolate. Ella devora una barrita energética en segundos mientras habla; es un milagro que no dispare las migas sobre mí. En medio de su monólogo, suena el estómago de Laura como el rugido de un león.

—¡Vaya! No sabía que el insti estuviera construido sobre un volcán —bromea Claudia.

Laura se sonroja. No sabe a dónde mirar.

—¿No has cogido algo en casa para merendar? —pregunto, aunque intuyo la respuesta.

—No tuve tiempo para preguntar y no quería coger algo vuestro sin permiso —responde Laura.

Es demasiado buena, en parte me irrita. Y Claudia me mira con sarcasmo.

—Laura, no tienes que pedir permiso para coger comida en casa. Coge, queda medio batido. —Le ofrezco.

—Es tu merienda, no puedo...

—¡Qué drama! —murmura Claudia.

—Vamos, Laura. No vas a pasar hambre y yo estoy llena. —En realidad, no lo estoy. Ella coge el batido prácticamente obligada—. Claudia, ¿tienes algo de dinero que me puedas prestar? No llevo nada encima y no puedo interrumpir a Eric en medio de un examen.

—Lo único que tenía era esta barrita y no creo que le guste regurgitada —dice Claudia—. Y va siendo hora de que regrese a clase. El recreo está por terminar y me espera otro examen.

—Pues mucha mierda. Veré si alguien de mi grupo me puede prestar algo —digo.

—Suerte —dice Claudia y lanza esa mirada burlesca.

La hermana de mi novio [Disponible en físico en 2 tomos + Extras]Where stories live. Discover now