cap. 33

1.3K 113 4
                                    

;mateo;

03/01/20

Los cachetes me duelen, siento la sangre correr por ellos y no puedo controlar las ganas inmensas de devolverle las piñas, pero no puedo, siento que de alguna forma retorcida, me merezco el dolor que estoy sufriendo.

-¡Soltalo, cortala!- Escuché atrás de nosotros, yo ignoré la voz de Camilo y cerré los ojos, rindiéndome.

Conté hasta diez, al llegar al número meta, intenté moverme para levantarme, Manuel sigue pegándome, en la décima piña, harto y yendo en contra de mis pensamientos, y dejándome guiar por mis impulsos le pego una piña.

Tan fuerte que nos sorprende a todos; A mí porque no sabía que podía pegar así, a camilo también, a nuestros amigos que al igual que yo, no sabían que podía pegar de esa manera, tan fuerte, y bueno, a Manuel, porque lo menos que se esperaba era una piña cuando simplemente dejé pasar todas las suyas.

-Basta flaco, cortala, ni siquiera me das un motivo y venís a partirme la jeta, salame- Dije limpiándome la sangre del labio y parándome, sintiendo los mareos.

Manuel aún sigue en el piso, mirando al techo y respirando agitado. Y si, después de las tremendas piñas que me dio, cualquiera estaría de esa manera.

Todos lo miramos esperando una respuesta, algo dentro de mí me dice que tiene algo que ver con Maite, aunque descarto la idea al pensar que ella sería incapaz de decirle algo sin consultarme, más porque es nuestro tema, algo que tendríamos que tener los dos la consciencia y decisión de decirlo o no.

Aún me duele el golpe que me dio, tengo los cachetes rojos, con un moretón y el labio me sangra más de lo normal.

Sea lo que sea, logró desatar más que la furia en Manuel.

-¿Por qué, hermano?- Cuestionó de la nada, levantándose.

Se para en frente de mí, frunzo el señor, miro por todos lados de su ropa, buscando un resto de cocaina, como últimamente viene pasando. No encuentro nada, miro sus ojos esperando verlos rojos pero no, está bien, no está ni drogado ni fumado.

-¿Qué? No entiendo que carajos te está pasando- Yo me senté en el sillón, Camilo me paso un trapo mojado y me lo pasé por la cara.

Aún arde, el loco sabe pegar bien y no voy a negar que cada vez que hablo duele, pero es aguantable.

-Explicate- Exigí, él me fulminó con la mirada.

-Baja el tono porque el único traicionero acá sos vos- Su voz fría me dio una respuesta. -Maite, flaco, ¡Maite!- Gritó.

Maite me había traicionado. Siento que fue una traición. Tantas promesas de que no íbamos a contarlo, que siempre seríamos un secreto, que era lo único que nos queda por ser.

Los dos conocíamos a Manuel, sabíamos cómo iba a reaccionar, sin embargo, ella me dejó todo a cargo, contó y se lavó las manos.

Tiró la piedra y escondió la mano.

-Te lo puedo explicar- Hablé intentando excusarme.

-No, no quiero que me expliques nada, ¿qué me vas a explicar? ¿Cómo cogieron? ¿O como se rieron a mis espaldas? Tanto vos como ella me decepcionaron, vos porque te lo dije millones de veces que no te acerques a ella, que conozco como sos, como jugas con las minas, y ella me decepcionó porque mil veces le dije la mierda que eran todos ustedes con todas las pibas que conocen- Los chicos y yo nos quejamos, él elevó los hombros y puso una cara como si su palabra fuera la verdad absoluta.

Me dolía saber todo esto, me dolía que pensara de esa forma de mí y de nuestros amigos, pero por más que quiera negarlo. él tenía su parte de razón.

Maite fue mi primera vez, no mi primer beso, pero si la primera vez que estuve con una piba, me hizo sentir especial y no supe como controlarlo.

Ella ya había cogido, tenía experiencia, yo no. En cambio, si, la traicioné pero era un pendejo indeciso, no sabía que quería. Ahora no hay vuelta atrás, me mandé las mil y unas, pero siempre la voy a querer como el primer día, por más que no pueda decírselo.

-Sí, tenes razón, somos una mierda con las minas, pero vos, vos venís a hablar. El mismo que se reía de las pibitas con las que cogia por su falta de experiencia- Habló Camilo, sarcástico.

-Sos de nuestro mismo mambo, todas tus cagadas, las mayorías las cometimos también nosotros. No sos perfecto, Manuel, nosotros tampoco lo somos- Hablé yo terminando el salmón de Camilo. -Perdóname por tenerle ganas a tu hermana, y perdóname por haberla hecho mierda

Él apretó los puños, caminó hasta la puerta y se fue.

Sentí la ira correr por mi cuerpo, también caminé hasta la puerta y también me fui, hacia el mismo lugar pero con la diferencia es que yo espero encontrarme a la morocha de ojos cafés, pero que me explique porque mierda decidió contar todo.

Difícil; TruenoWhere stories live. Discover now