cap. 27

1.7K 123 10
                                    

12/11/2000

;narrador omnisciente; 

Ada y Cristobal Vainstein salen de la casa más apurados que de costumbre. Está naciendo el más pequeño de la familia, Cristobal no saca su sonrisa de la cara, como si la noticia no la pudiera terminar de asimilar. Su hermano por fin estaba teniendo a su hijo, algo que todos creían imposible.

Ada por su lado, caminó con tranquilidad porque no podía ir más rápido teniendo a la pequeña Maite entre sus brazos, tenía tanto miedo de tirarla o que se le cayera. Es una criatura, chiquita e indefensa.

La bebé morocha con los ojos de Cristobal, abrazó el dedo de la madre. Ada murió de ternura, parando en el camino al auto para darle un beso en la frente. 

-Está naciendo tu primo, Maitu- Le dijo la rubia con ternura en el oído, la bebé rió y cerró los ojos.

Toda la familia estaba enternecida con el nacimiento de Maite, era hasta ahora la más chiquita, pero Manuel le iba a sacar el lugar. 

Al subir al auto, Cristobal avanzó con rapidez en las calles de Buenos Aires, apurándose para llegar a tiempo y estar con su hermano. Los dos están felices, todavía están viviendo la felicidad del post-nacimiento de Maite. Ya había pasado un año, la bebé ya tenía un año y dos meses, los dos la ven como algo muy valioso, es una de las mejores cosas que les pasó a los dos.

Para cristobal, el nacimiento de Manuel también es sumamente importante. Cristobal y Mauro tienen una relación más allá de hermandad biológica, son como mejores amigos. Tienen la misma edad, ya que son gemelos. El nacimiento de su sobrino, es mucha felicidad para sí, es como un hijo más.

Suspiró con ternura al imaginarse a los dos bebés jugando juntos, creciendo a la par y contándose secretos. Cristobal tenía la esperanza de que fueran mejores amigos también, como él y Mauro.

-Qué loco, ¿no?- Dijo el morocho dejando de mirar la ruta, mirando a su hija y después a la mujer que lo hace feliz.

La rubia de ojos cafés, los mismos ojos expresivos que tiene su hija, es obvio de donde sacó Maite los ojos expresivos. Su mamá, la mujer más expresiva del mundo, le había dado sus ojitos.

Cristobal la miró con ternura, miró al frente para concentrarse en la calle, pasando un semáforo en rojo. 

-¿Qué haces, Cris? No podes pasar en rojo- Dijo Ada.

-No hay nadie, Ada- Se excusó. 

La rubia lo miró fulminante con la mirada, el morocho apretó la mano de su novia encima de su muslo, cerca de los pies chiquitos de Maite. Pasó su mano hasta los pies de Maite, le hizo cosquillas y la bebé volvió a reír.

-Es tan linda- Dijo la rubia, apretando suavemente la nariz de la bebé.

-Como vos, rubia- Le dijo Cristobal, mirándola.

Cristobal pasó otro semáforo en rojo, esta vez no con la misma suerte. La mirada de Ada se perdió en el camión que viene al costado, Cristobal no lo vio pero si sintió el choque.

(...) 

Horas y horas en el hospital, Mauro recién llegó. Manuel ya nació, pero la noticia de su hermano en el accidente le está carcomiendo la cabeza, no quería que le pase nada a Cristobal. Sabe que si él muere, se muere una parte de Mauro, es así.

Se sentó en un banco del hospital, metiendo su cabeza entre sus manos. Vio a lo lejos al doctor acercarse, se paró con esperanzas de que sea a él a quien busca, pero nombró otro apellido. Así que volvió a sentarse, suspirando enojado y ansioso.

Difícil; TruenoOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz