cap.24

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-A ver como mueve- Le dije riendo a mi amiga, viendo como se mueve hasta abajo, al ritmo de la música, técnicamente la típica agachadita.

Grité para alentarla y me sumé, no quiero decir que estoy completamente sobria y para nada ebria, porque eso sería mentir y yo no miento.

Cuando nos levantamos, me río y le paso el vaso a mi amiga, para que tome todo el fondo de vodka que queda. Ella lo hace, me sorprendo al verla tragar tan rápido lo que para mí es como una escalera directa al infierno, arde como mierda el vodka solo y más si te tomas un cuarto de vaso completo, sin respirar casi.

Camino hasta la barra improvisada que hicimos los pibes, mi hermano y yo. Ahí está uno que prometió "trabajar con seriedad", ahora está tomado hasta los pies, está riendo de la nada y bajándose un vaso completo de ron con coca.

-Buena esa de trabar con seriedad, eh- Le dije jodiendo, él me levantó un dedo pero se fue de boca al piso.

Miré con preocupación, pasando a la barra, para agarrarlo y levantarlo. Al casi hacerlo, él me toma por sorpresa, levantándose solo y riendo cuando lo hace. Esto no es trabajar, pienso.

Sabiendo que este tipo no va a poder preparar nada, agarro mi vaso que dejé en la barra para poder ayudarlo a levantar, después tomo el ron, lo mezclo con coca y en ese momento mezclarlo con vodka también me pareció una buena idea. Si mañana no muero, es porque tengo un estómago histórico.

Al probar mi vaso, me ardió la garganta pero me sentí en el cielo, porque es una mezcla hermosa. Volví a caminar hasta la pista, que es literalmente mi salón, con los sillones corridos y una bola de luces encima, prestada por el papá de Valentín, un capo.

Busqué por todos lados a mi amiga, no la encontré. Sólo encontré a Manuel y todo su grupo de amigos sentados en mi sillón, tomando y fumando entre ellos, compartiendo por lo que se ve, una historia buenísima.

Me acerco a ellos sin dudar, mostrándome segura y me paro enfrente de Manuel, él me mira con los ojos rojos y un vaso con vino adentro.

-¿Viste a Gabriela?- Cuestioné, esperándome una afirmación pero en cambio, sólo negó con la cabeza- Eu, y tu amigo, el de la barra, acaba de fallecer y volver a nacer. No sé, yo que vos me fijo si está bien

Aguanto la risa al acordarme como actuó el rubio de la barra, apenas lo vi entrar con su cara de seriedad trucha, sabía que iba a ser un fraude como bar tender en una fiesta llena de alcohol y merca, marihuana y otros tipos de drogas, circulando.

-La concha de la lora, ¿ahora que hacemos?- Me pregunta, yo niego con la cabeza y haciendo una señal con la mano, como diciéndole que ya fue.

¿Para qué preocuparnos por el alcohol? Si de igual forma, cada uno trajo lo que consumía y demás, que se sirvan cada uno y listo.

Me di media vuelta pero escuché a Daniel hablar:

-Buena burra tenes, ¿cuándo repetimos?- Giré los ojos.

-Cuando dejes de ser un pajero, Daniel- Respondí todavía de espaldas, escuché a los intoxicados amigos de mi hermano reír.

También sentí como Manuel reprochó, preguntando que si yo y él habíamos tenido algo, confundido. Le dejé a Daniel la tarea de responder y explicarle, yo no me pienso aguantar los reproches del cuida de mi hermano, si a la que se el fue la lengua fue a Daniel, no a mí.

Con Daniel habíamos cogido, una vez en pedo, no me arrepiento porque fue una buena cogida, pero no volvería a repetirlo, ese día yo estaba triste y él tenía ganas, así que aproveché para sacarme un poco de la cabeza a Mateo.

No funcionó, y bue, Daniel sigue hasta el día de hoy jodiendo con volver a coger, pero no quiero, porque por más que la haya pasado bien, hacerlo con él me lleva a millones de recuerdos y no puedo explicar porqué.

Intentando sacarme al pelotudo de la cabeza, subí las escaleras, esperando encontrar a mi amiga en algún cuarto. Sé que en el mío no porque están las llaves escondidas donde sólo dos personas sabemos, y las puertas cerradas, con el fin de que nadie entre.

Sigo buscando pero para mi desgracia, esas dos personas, una incluyéndome a mí, no supo guardar el secreto, porque las puertas están entreabiertas y en una esquina del pasillo veo a mi perrito.

Lo agarro antes de que lo haga algún borracho, con el corazón en la mano y en la otra a mi pequeño e indefenso perro, me adentro al cuarto. Esperando ver la desagradable escena que segundos después vi.

Mateo, chapando a mi amiga, encima de mi cama. Con sus ojos abiertos, mirando fijo a la puerta por donde yo entré. Por lo visto, esperaba que entrara, porque apenas me ve, agarra a mi amiga y la acuesta abajo de él, moviéndose encima.

Dejo a mi perro y me tapo los ojos, intentando retener las lágrimas para no perder toda mi dignidad frente a él y adelante de la pelotuda de mi amiga, que no es la primera en hacer esto con el pibe que me gusta, tantas amigas mías pasaron por el hechizo dañino de Mateo, incluyéndome a mí.

Cuando no puedo aguantar más estar acá parada, abro mi boca para decir algo pero no encuentro las palabras adecuadas. Tantos insultos por decir y si llego a decirlos, sé que mi cabeza no va a poder aguantar, y mis lágrimas van a escapar tan rápido como sea posible.

Digo lo primero que se me viene a la mente, con la garganta hecha verga y el corazón casi inexistente en el piso, rompiéndose en unas partes todavía más chiquitas.

-¡Salgan ya de mi pieza!- Grité tan fuerte como pudiera, para que me escucharan sobre la música.

Ellos frenan, una mirándome con pena y sorpresa, él otro intentando ocultar una sonrisa siniestra.

¿Por qué me haces esto, Mateo?

-Perdón, Maite, no sé que me pasó- Habló Gabriela, intentando disculparse.

Negué con la cabeza, negándome a escuchar su voz una vez más.

-Mira pelotuda, te callas. Vos sabías todo, no eras mi mejor amiga pero si te contaba un montón de cosas. Vas y te comes al pibe que me enamoré, sos una traidora y mala amiga. -Ella comienza a llorar, antes de que cruce mi puerta hablo sin pensar. -Y tu nombre da asco

Pendeja infantil tenía que ser.

Ella salió llorando, no sentí nada. Desde que los vi casi garchando no sentí nada, soy incapaz de sentir y Mateo me hizo así. Él me jodió tantas veces que jamás voy a poder sentir otra vez, voy a ser una insensible de mierda, y todo por Mateo, porque me rechazó tantas veces como fue posible, una vez que logré conseguir que estemos juntos, él me dejó y se fue con otra. Ahora, una semana después de hablar y cortarla, me hace esto, con una amiga.

Lo hace a propósito, para que de alguna forma retorcida quiera volver a sus brazos, pero lo que no sabe es que cada vez me aleja más, cada vez logra que le tenga más asco. Ahora no quiero verlo, quiero pegarle hasta que esta rabia se vaya.

Quiero todo menos volver cerca de él.

-¿No te vas a ir?- Mi tono de voz nos sorprendió a los dos; Frío y distante, nunca fue así.

Veo su silueta, parado al lado de la cama, viéndome. No dijo nada, siguió mirándome por minutos más que parecieron siglos interminables, le mantení la mirada como pude, para no verme vulnerable ante él.

Cuando pasó por mi lado para irse, vi su nariz roja y los ojos del mismo color, con lágrimas aguantándose ahí, casi queriendo salir. No sentí compasión, ni siquiera se me estrujó el corazón como todas las veces anteriores que lo había visto llorar.

No había sentido.

[Dejé de sentir, Mateo, y gracias a vos.]

Difícil; TruenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora