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|Capítulo Narrado |

Draco se hallaba en la Mansión Malfoy, exactamente en su habitación. Hace menos de quince minutos Voldemort había estado allí, habían tenido una reunión. Todos los mortífagos se habían juntado en su casa para dar los últimos detalles a los planes que tenían. Sabían que Harry Potter iba hacia el castillo. Voldemort lo sabía, sabía que Harry estaba buscando los horrocruxes y que se dirigía hacia Hogwarts, lo había percibido en su mente. Había dado órdenes específicas, cuando él llegara ahí, Snape tenía instrucciones específicas de hacer un llamado mediante la marca tenebrosa y todos debían acudir al lugar convocado.

Draco se hallaba allí, inmóvil, ausente, ido, indiferente. Nunca pensó que las cosas llegarían tan lejos, nunca pensó que en algún momento pensaría eso, pero deseaba que Potter ganara, era la única opción que él tenía para ser libre, de lo contrario él jamás podría serlo, la marca tenebrosa le haría un esclavo durante toda su vida y él quería vivir en paz, sin nadie a su alrededor. Sin sus padres, sin su tía loca. Sin tener que poner la máscara fría que hacía años usaba para protegerse del resto, del que dirán. Para protegerse del hecho de ser un Malfoy.

Lo único que lo mantenía vivo era la esperanza de reunirse con ella. Le había escrito que aún le quería, que quería verle, que quería oírle, más ella no había constestado más. Nunca llegó esa anhelada reunión y él tuvo que hacer lo que temía. Tuvo que contarle acerca de su padre, de lo que había oído en una de las reuniones, buscaban a Maxwell Millicevic, el idiota pintor, traidor a la sangre que le había vendido el alma a los mortífagos por dinero. Imbécil, sin duda él sólo tenía el cerebro para llenarlo de pintura y crear ridiculeces en los lienzos. O al menos eso era lo que pensaba Draco de él. Claramente Marla había heredado la inteligencia de su madre.

¿Qué sería de ella?

¿Estaría a salvo?

¿Habría llegado a ella la carta?

Ya la había mandado hacía varios días, semanas exactamente. La preocupación estaba haciéndose presente, le aterraba pensar que alguien hubiera seguido a su fénix y hubiera dado con el paradero de ella. Que por alguna razón hubiera leído la carta y les hubiera delatado, que todos supieran de la situación y se estuvieran haciendo los desentendidos ante él. No lo soportaría, sería demasiado para él.

Después de todo, Draco Malfoy era un adolescente al cual le habían quitado desde su infancia hasta su juventud, le habían arrebatado todo con tal de que sirviera a Voldemort. Incluso ahora estaba pendiendo de un hilo. Tenía aún marcas de la tortura que había recibido tras dejar escapar a Potter, su tía había enloquecido por la situación y había dejado caer toda su ira en él. Cosa que él soportó con tal de que su madre no se viera afectada.

Y allí estaba ahora, el lugar que un día fue su hogar, estaba siendo devorado por la oscuridad de las circunstancias. Por la guerra. Por Voldemort. Comenzó a cerrar sus ojos, cuando de repente un sonido que deseaba oír desde hace mucho entró por sus tímpanos. Un aleteo. Abrió los ojos y se incorporó de la cama. Intentó ver por la ventana pero no lograba ver nada desde donde sentía que provenía el sonido, hasta que prácticamente el ave se materializó ante sus ojos.

Acarició a Mila y rápidamente la hizo entrar a su habitación. Sacó la bolsita de su pata y le dió un poco de alimento que tenía para su fénix. El ave esperó, por ende dedujo que estaba a la espera de una contestación. Desenvolvió el pergamino y leyó el contenido que era totalmente breve.

«Te creo, te creo a tí. Me iré a Londres, dejaré la escuela, dejaré a mi padre. Quiero irme contigo, quiero estar contigo y sí, acepto la propuesta. Huíremos juntos. Apenas esté en Inglaterra te enviaré un Patronus avisando que estoy allí. No sé a donde iré, lo decidiré en el barco. Dame noticias de inmediato, necesito saber cómo nos comunicaremos y los pasos a seguir.»

Querida Traidora [Draco Malfoy] Where stories live. Discover now