111

30 0 0
                                    

Pasmados, los sirvientes se fueron aproximando a Joichi muy sigilosamente.

Cuando estuvieron a su lado,  vieron que la lapida frente a la que el ciego estaba actuando era la erigida en memoria del desdichado principito protegido por los Taira.

Los fuegos de los muertos ardían sin cesar.

La lluvia caía ahora con más fuerza.

Joichi proseguía cantando y tocando su biwa, como poseído por una energía sobrenatural. Los relámpagos iluminaban -fugazmente- la escena.

Estremecidos, los dos hombres empezaron a gritarle:

-¡Joichi! ¡Vámonos de aquí, Joichi! ¡Estás embrujado! 

8) DONDE SE CUENTA CÓMO EL SACERDOTE INTENTA SALVAR LA VIDA JOICHI

Durante un rato, los sirvientes permanecieron junto al ciego, llamándolo inútilmente.

Joichi no los oía y seguía cantando y tocando como alucinado.

Finalmente, se animaron a zamarrearlo, a gritarle en el oído, a tratar de arrebatarle su biwa. 

Recién entonces fue cuando Joichi pareció advertir su presencia.

Indignado, enojadísimo, exclamó:

-¡Esto es intolerable! ¡Intolerable! ¿Cómo se permiten interrumpir mi actuación delante de tan majestuosa concurrencia? ¿Cómo se atreven a entrar así a la casa de tan noble Señor como lo es mi anfitrión?

¡SOCORRO! ( 12  cuentos para caerse de miedo) Elsa BornemannDonde viven las historias. Descúbrelo ahora