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La chica corrió escaleras arriba. Se oía la ducha y el canturreo de Marvin. Ya iba a llamarlo -angustiada- cuando vio que el teléfono del cuarto de su hermano estaba descolgado.

-Ajá. Conque fue él. Qué broma siniestra me hizo el condenado. Ya me las va a pagar.

Entró en el cuarto de Marvin -de puntillas- y colgó el auricular.

-Ahora va a venir aquí a vestirse. Buen susto le voy a dar.

Y Greta decidió ocultarse debajo de la cama.

Ya llegaría Marvin, ya buscaría sus zapatillas... y entonces... -¡zápate!- ella le tomaría las manos. Creyendo -como él creería- que su hermana se encontraba en la planta baja... ¡Ja!

-Va a ver, ése. Se le van a erizar los pelos...

Greta levantó -entonces- la colcha. Se arrodilló junto a la cama. Empezaba a acostarse sobre el parqué cuando vio -junto a las zapatillas de su hermano- aquellos pies descalzos, separados de todo cuerpo. Un par de pies de varón que salieron disparando de la habitación, como al impulso de los gritos de la jovencita.

Y el par de pies se encaminó hacia las escaleras y las descendió a todo lo que daban.

Greta continuaba gritando, aterrorizada.

El canturreo de Marvin se interrumpió. Enseguida, un ruido en el baño -de caño que cae- y un golpe contra el piso.

Greta chillaba; gritaba y seguía allí, acostada sobre el parqué, paralizada y gritando.

¡SOCORRO! ( 12  cuentos para caerse de miedo) Elsa BornemannDonde viven las historias. Descúbrelo ahora