Capítulo 8: "Un mordisco amargo"

Start from the beginning
                                    

    —Ya me parecía raro a mí que no nos hubiéramos cruzado con ninguno desde que llegamos al pueblo —masculló Becca.

   Esperaron pacientes, observando cómo aquella marioneta de huesos y podredumbre se golpeaba, una y otra vez, contra la mugrienta superficie de cristal. Unas grietas comenzaron a formarse y la estructura comenzó a crujir.

   —¿Preparadas, chicas? —preguntó Dana alzando levemente la voz para hacerse oír por encima del estruendo que estaba montando aquel zombie.

   Glenn sujetaba con fuerza sus cuchillos en cada mano, en posición de ataque. Becca había desenfundado una larga y elegante catana, que ahora sujetaba cual bateador, con el filo hacia el frente. Dana tenía la ballesta cargada y apuntando a su objetivo.

   Las tres habían decidido apostar. Aquella que le diera el golpe definitivo al infectado podría quedarse con un setenta por ciento de los artículos de higiene femenina que hubiera. Lo que podría llegar parecer una tremenda tontería, pero aquel era uno de los lujos de la sociedad civilizada que más extrañaban las chicas por aquellos tiempos.

   —Que gane la mejor —respondió Becca.

   Eran tres contra uno, el riesgo era mínimo, pero la adrenalina estaba por las nubes. El cristal comenzó a ceder, y en el preciso instante en el que caía en mil pedazos Becca se abalanzo hacía su presa y Dana presionó el gatillo. Glenn decidió quedarse en la retaguardia con la esperanza de que el golpe de sus compañeras no fuera suficiente para acabar con el no muerto y así poder terminar ella el trabajo.

   Una décima de segundo después, el cadáver se hallaba inerte en el suelo, sobre un enorme charco de sangre oxidada. Una flecha insertada en uno de los orificios nasales y saliendo por la parte trasera del cráneo, la catana de Becca hundida en la cabeza del muerto hasta escasos centímetros de la mandíbula superior. Glenn seguía plantada, aún en su posición de ataque. Sus dos compañeras se giraron para mirarla.

   —¿Y bien?, ¿quién ha sido la que ha dado el golpe de gracia? —preguntó Becca con la respiración agitada.

   —Eh... —Glenn no sabía dónde meterse.

   Si decía que Becca, Dana se indignaría y le pediría argumentos. Si decía que Dana, Becca se enfadaría y sin importarle el criterio de evaluación con el que se hubiera tomado aquel veredicto, comenzaría una pelea. Glenn se quedó callada y pensativa por un minuto, que a sus dos compañeras se les hizo eterno.

   —Glenn, ¿lo has visto o no? —la alentó a contestar Dana.

   —A la vez. Le habéis golpeado a la vez —respondió Glenn alterada.

   —Entonces... —empezó Becca.

   —Empate —dijo Glenn—. Ambas heridas habrían acabado con un zombie, así que empate.

   Las dos chicas recogieron sus armas en silencio y completamente serias. Se miraron a los ojos y se encogieron de hombros.

   —¿Nos las repartimos a tres partes iguales? —sugirió Dana.

   —Será lo mejor —respondió Becca.

   Y las tres entraron a la tienda, esquivando el apestoso cadáver y saltando sobre el escaparate. Con ese vano abierto, la luz del sol bañaba el interior de la estancia y resultó ser un pequeño y caótico espacio bastante luminoso. El hedor era mucho más fuerte en el interior. Aquel zombie debía llevar encerrado allí dentro desde los inicios de la catástrofe, pudriéndose lentamente.

   —¿Por dónde empezamos? —preguntó Dana.

   —No es que haya mucho de lo que se pueda aprovechar, pero... —comenzó Becca.

Títeres De Hilos Invisibles©Where stories live. Discover now