VIII pt.2

101 14 0
                                    


-Aún no se ha declarado. Pero hay guerra. Seguro. Desde aquel día no te he vuelto a molestar con mis visiones, pero ya he tenido tres nuevos avisos. Así que no será el fin del mundo, ni un terremoto, ni una revolución. Será la guerra. ¡Ya verás qué impacto! La gente estará entusiasmada, todos están deseando empezar a matar. Tan insípida les
resulta la vida. Pero verás, Sinclair, cómo esto es sólo el principio. Seguramente será una gran guerra, una guerra monstruosa. Pero también será sólo el principio. Lo nuevo empieza, y lo nuevo será terrible para los que están apegados a lo viejo. ¿Qué vas a
hacer? Yo estaba consternado; todo aquello me sonaba extraño e inverosímil.
-No sé. ¿Y tú? Se encogió de hombros.
-En cuanto movilicen, me incorporaré. Soy oficial.
-¿Tú? ¡No lo sabía!
-Si. Fue una de mis adaptaciones. Ya sabes que nunca me gusto llamar la atención y que siempre me he esforzado en ser correcto. Creo que dentro de ocho días estaré en el
frente.
-¡¡Dios mío!!
-No tienes que tomarlo por la tremenda. En el fondo no me va a hacer ninguna gracia
ordenar que disparen sobre seres vivos, pero eso no tiene importancia. Ahora todos
entraremos en la gran rueda. Tú también. Te llamarán a filas.
-¿Y tu madre, Demian?
Ahora volví a acordarme de lo que había pasado un cuarto de hora antes. ¡Cómo se
había transformado el mundo! Había concentrado todas mis fuerzas para conjurar la
imagen más dulce; y ahora, de pronto, el destino me salía al encuentro tras una
máscara amenazadora y terrible.
-¿Mi madre? ¡Ah! Por ella no tenemos que preocuparnos. Está segura, más segura
que nadie en este momento sobre el planeta. ¿Tanto la quieres?
-¿Lo sabias, Demian?
Se rió alegre y abiertamente.
-¡Eres un niño! Claro que lo sabía. Nadie ha llamado aún a mi madre Frau Eva sin quererla. A todo esto, ¿qué ha sucedido? Nos has llamado a ella o a mí, ¿verdad?
-Sí, he llamado... he llamado a Frau Eva.
-Ella lo ha notado. De pronto me mandó marchar, me dijo que tenía que venir a verte. Acababa de contarle las noticias de Rusia.
Volvimos y ya no hablamos más. Demian soltó su caballo y monto.
En mi cuarto me di cuenta de lo agotado que estaba por las noticias de Demian, pero aún más por el esfuerzo anterior; ¡Frau Eva me había oído! ¡La había alcanzado con mis pensamientos en medio del corazón! Hubiera venido ella misma... si no... ¡Qué extraño y
qué hermoso era todo en el fondo! Y ahora vendría la guerra. Ahora sucedería lo que habíamos discutido tantas y tantas veces. Y Demian había intuido lo que estaba
pasando. ¡Qué extraño! El raudal de la vida ya no pasaría delante de nosotros, sino por nuestros corazones. Aventuras y violencias nos llamarían; y ahora o muy pronto llegaría el momento en que el mundo que quería transformarse nos necesitaba. Demian tenía
razón; no se podían tomar las cosas por la tremenda. Lo único que resultaba curioso era que yo iba a compartir con los demás un asunto tan individual como el destino. ¡Pero, adelante! Estaba preparado. Por la noche, al pasear por la ciudad, la excitación bullía por
todos los rincones. Por todas partes una palabra: «¡Guerra!» Fui a casa de Frau Eva y cenamos en el jardín. Yo era el único invitado. Nadie habló ni una palabra sobre la
guerra. Más tarde, antes de despedirme, Frau Eva me dijo:
-Querido Sinclair, me ha llamado usted hoy. Ya sabe por qué no he acudido. Pero no lo olvide; ahora conoce usted la llamada y siempre que necesite usted a alguien que
lleve el estigma, llame usted.
Se levantó y echó a andar delante de nosotros por la oscuridad del jardín. Alta y majestuosa caminaba, enigmática, entre los árboles silenciosos, mientras brillaban sobre su cabeza, pequeñas y delicadas, millares de estrellas.

Demian  | Hermann Hesse | COMPLETAWhere stories live. Discover now