II pt.5

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Cuando se marchó, empecé a darme cuenta de lo que significaba su plan. Yo era aún un niño, pero sabía de oídas que los chicos y las chicas, cuando eran un poco mayores,
podían hacer entre sí cosas misteriosas, indecentes y prohibidas. Y entonces yo... De pronto, me di cuenta de lo monstruoso que era aquello. Decidí no hacerlo jamás. Pero
no me atrevía casi a pensar en lo que sucedería, en cómo se vengaría Kromer.
Comenzaba un nuevo suplicio; aún no era bastante lo ya pasado.
Desesperado, crucé la plaza desierta, con las manos en los bolsillos. ¡ Nuevos tormentos, nueva esclavitud!
De pronto, me llamó una voz fresca y grave. Me asusté y eché a correr. Alguien corría detrás de mí y una mano me sujetó suavemente.

Era Max Demian.
Me rendí. 

-¿Eres tú? -dije vacilante-. ¡Qué susto! 

Me miró de una manera que nunca me había parecido tan penetrante, tan adulta y tan sensata como en aquel momento. Hacía mucho que no habíamos hablado. 

-Lo siento -dijo con sus modales correctos y tan peculiares-. Pero, oye, ¡no debe uno asustarse así! 

-Sí..., pero puede ocurrir. 

-Eso parece. Mira, si te sobresaltas de esa manera ante alguien que no te ha hecho nada, ese alguien empieza a reflexionar, se extraña, se intriga. Ese alguien piensa que eres demasiado asustadizo, y se dice: «eso pasa sólo cuando se tiene miedo». Los cobardes tienen siempre miedo; yo creo que tú no eres un cobarde, ¿verdad? Claro que tampoco un héroe. Hay cosas y también personas que te asustan. Y eso no debe ser. No, nunca hay que tener miedo de los hombres. Tú no me tienes miedo a mí, ¿no? ¿O quizá sí? 

-Oh, no, en absoluto. 

-¿Lo ves? Pero hay personas de las que tienes miedo. 

-No sé... ¡Déjame!, ¿qué quieres de mí? 

Demian seguía a mi lado, aunque yo había acelerado el paso pensando en huir. Sentía su mirada sobre mí. 

-Suponte -continuó- que yo te quiero ayudar. Desde luego, no tienes por qué temerme. Me gustaría hacer un experimento contigo; es divertido, y además aprenderás algo, lo que nunca está de más... Verás, de vez en cuando me ensayo en el arte de leer los pensamientos. No se trata de brujería; pero cuando no se sabe cómo se hace, resulta muy extraño. Se puede desconcertar mucho a la gente. Vamos a probar contigo. Bueno, yo te tengo simpatía, me intereso por ti, y me gustaría descubrir cómo eres por dentro. Para ello ya he dado el primer paso. Te he asustado: eres, pues, asustadizo. Hay cosas y personas que te asustan. ¿Por qué? No es necesario tener miedo de nadie. Si se teme a alguien, es porque ese alguien tiene poder sobre uno. Por ejemplo, se ha cometido algo malo y otro lo sabe; entonces, esa persona tiene poder sobre ti. ¿Comprendes? ¿Está claro, no? 

Le miré aturdido. En lo que decía había seriedad e inteligencia, como siempre; pero ninguna ternura, sino más bien severidad, justicia o algo parecido. No supe qué decir.
Me parecía tener un mago ante mí. 

-¿Comprendes? -me preguntó otra vez. Asentí con la cabeza. No podía decir nada. 

-Ya te dije -continuó- que resulta muy raro esto de leer los pensamientos, pero tiene una explicación completamente normal. Por ejemplo, podría decirte con exactitud lo que
pensaste de mí cuando te conté la historia de Caín y Abel. Pero, vamos, esto no viene a cuento. Incluso creo posible que hayas soñado conmigo. Dejémoslo. Eres un chico inteligente. ¡Los demás son tan tontos...! De vez en cuando me gusta charlar con un
chico sensato, en el que pueda confiar. ¿Te parece bien? 

-Desde luego. Aunque no comprendo... 

-Sigamos con nuestro experimento. Hemos descubierto que el muchacho es asustadizo. Teme a alguien; probablemente comparte con ese alguien un secreto que le resulta incómodo. ¿Es así, más o menos?

Demian  | Hermann Hesse | COMPLETAWhere stories live. Discover now