III pt.2

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entonces que en su amabilidad había un leve destello de sarcasmo o de irónico reproche; pero probablemente eran imaginaciones mías. La aventura que yo había
vivido con él y el extraño ascendiente que había ejercido sobre mí parecían como
olvidados, tanto por su parte como por la mía.
Busco su imagen; y ahora que reflexiono sobre él recuerdo que permanecía siempre
allí y que yo me daba cuenta de ello. Lo veo ir al colegio, solo o entre algunos alumnos
mayores; y lo veo extraño, solitario y silencioso, caminando entre ellos como un astro,
rodeado de su atmósfera propia, viviendo según sus propias leyes. Nadie le quería.
Nadie tenía trato íntimo con él, excepto su madre; y tampoco ella parecía tratarle como
a un niño sino como a un adulto. Los profesores procuraban dejarle tranquilo. Era un
buen alumno, pero no intentaba gustar a nadie; y de vez en cuando oíamos algún rumor
sobre una respuesta, un comentario o una réplica que había dado a algún profesor, en
un tono difícilmente superable por su áspera provocación y su ironía.
Cierro los ojos y me parece ver su imagen. ¿Dónde fue? Sí, ahora vuelvo a recordar.
Fue en la calle, frente a nuestra casa. Le vi allí un día, con un bloc en la mano,
dibujando. Estaba copiando el viejo escudo con el pájaro tallado que campeaba sobre el
portal de nuestra casa. Yo me encontraba en la ventana, escondido detrás de la cortina
y le observaba. Con profundo asombro vi su rostro atento, distante y despejado, vuelto
hacia el escudo. Era el rostro de un investigador o de un artista, inteligente y lleno de
voluntad, extrañamente despejado y distante, con ojos llenos de experiencia.
De nuevo lo veo. Fue un poco más tarde, en la calle; estábamos a la salida del
colegio, agrupados en torno a un caballo caído. El caballo, aún enganchado a su carro,
yacía resoplando angustiada y lastimeramente por los ollares dilatados y sangrando de
una herida invisible, mientras el polvo blanco de la carretera se iba tiñendo lentamente
de oscuro. Cuando aparté los ojos de aquel espectáculo, con una sensación de malestar,
vi el rostro de Demian. No se había acercado; se mantenía en segundo término, con
aquel aire de siempre, tranquilo y elegante. Su mirada estaba fija en la cabeza del
caballo y tenía de nuevo una atención profunda y silenciosa, casi fanática pero
desapasionada. No pude apartar los ojos de él y sentí entonces, lejos, en el
subconsciente, algo muy especial.
Observé el rostro de Demian y descubrí no sólo que no tenía cara de niño, sino que su
rostro era el de un hombre; y aún más, me pareció ver o sentir que tampoco era la cara
de un hombre, sino algo distinto. Era como si en aquel rostro hubiera algo femenino.
Durante un instante no me pareció ni masculino, ni infantil, ni viejo, ni joven, sino
milenario, fuera del tiempo, marcado por otras edades diferentes a la que nosotros
vivimos. Los animales suelen tener esa expresión, o los árboles, o las estrellas. Yo no lo
sabía; aunque entonces no sentía exactamente lo que ahora puedo formular como
adulto, sí sentía algo parecido. Quizás era guapo, no sé si me gustaba o me repelía;
tampoco aquello estaba claro. Yo sólo veía una cosa. que era diferente a nosotros, como
un animal, como un espíritu, o como una pintura. No sé bien cómo era; pero si que era
distinto, inexplicablemente distinto a todos nosotros.
Los recuerdos no me dan más datos; y probablemente éstos estén determinados en
parte por impresiones posteriores.
Pasaron varios años antes de que mi relación con él volviera a ser más estrecha.
Demian no había recibido la confirmación en la Iglesia con los chicos de su curso, como
lo hubiera exigido la tradición del colegio, y esto dio lugar automáticamente a rumores.
Se empezó a decir que era judío, o más bien que era pagano; otros opinaban que tanto
él como su madre carecían de toda religión o que pertenecían a una fabulosa y peligrosa
secta. En relación con esto creo haber oído también que Demian vivía con su madre
como con una amante. Lo más probable es que Demian hasta entonces hubiera crecido
sin una determinada confesión y que aquello le hiciera temer dificultades en el futuro. En
todo caso, su madre decidió que fuera confirmado, dos años más tarde que sus compa-
ñeros; y así sucedió que durante unos meses fue mi compañero en la clase preparatoria
para la confirmación.
Durante algún tiempo me mantuve alejado de él por completo; no quería tener nada
que ver con él. Lo encontraba rodeado de demasiadas habladurías y misterios, pero
sobre todo me molestaba la sensación de compromiso hacia él que tenía desde la

Demian  | Hermann Hesse | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora