Capitulo cuarenta y dos

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 Asbeel

Nalasa hubiese caído gustosa de culo y allí se habría quedado con cara de boba y la boca abierta hasta el suelo. Pero en vez de eso, permaneció en pie sin dejar de mirar atónita al precioso ángel caído de sexo femenino. 

Asbeel se acercó a ella con naturalidad y se inclinó sobre la cuna para coger a su hijo en brazos. El bebé rió y cogió en una de sus regordetas manitas un mechón del corto cabello dorado de su madre. Asbeel sonrió con una ternura infinitamente pura y el corazón de Nalasa le dio un vuelco. Nunca antes había visto algo tan hermoso y sobrenatural como aquello.

Miró al niño y se le hizo un nudo en el estómago. Ella se moría por acunarlo entre sus brazos. ¿Qué importaba niño o adulto si era el mismo ser? 

Asbeel se volvió hacia ella y le sonrió con tristeza mientras abría los deditos de su hijo para soltar su mechón dorado de su agarre infantil.

- ¿Tú también quieres cargarlo verdad? - le tendió a su bebé -. Venga Araziel ves con Nalasa.

La muchacha alzó los brazos - algo temblorosos - y tomó al pequeño. Araziel pegó su carita regordeta sobre su pecho y colocó una manita a la altura de su corazón. Cerró los ojos y pareció encontrar una paz incluso mayor que cuando estaba en los brazos de su madre. Nalasa contempló al precioso Araziel que hubiese pasado por un perfecto bebé humano si no fuese por el tono tan oscuro de su piel antinatural. Y que decir de sus cuatro pequeñas colitas que sobresalían de la base de su espalda.

- ¿No te parece encantador? - comentó Asbeel -. Ya le han salido las colitas pero las alas aún le tardarán en salir.

Nalasa asintió distraída acariciándole la pequeña y suave cabeza con bastante pelusilla rubia. Araziel ronroneó como un pequeño gatito y el corazón de ella se desbocó. Unas ganas enormes de proteger al pequeño demonio le abrasaron las entrañas. El amor que sentía por él era tan grande que se le hinchó en el pecho y la recorrió por entera.

- ¿Le quieres mucho verdad?

La voz de Asbeel parecía provenir de un sueño. Un sueño… Ojalá todo aquello solo fuese un sueño y pudiese permanecer abrazada a Araziel para siempre. Ella le protegería y no dejaría que nadie le hiciese ningún mal. Pero estaba muerta y al estar muerta no tendría porqué estar ahí.

Nalasa se sobresaltó y contempló a Asbeel. Araziel se había quedado dormido y la joven volvió a meterlo en la cuna.

- No entiendo nada  - le dijo a Asbeel sin dejar de contemplar al pequeño Araziel dormir. Pensó que ojalá hubiese podido tener un hijo de Araziel tan hermoso como él. “ Y también tan bueno”.

- Me lo imagino - respondió el ángel caído.

- No puedo comprenderlo. Si estoy muerta ¿cómo puede ser que esté… que esté en el infierno y en el…?

- En el pasado - terminó la mujer tomándola de la mano -. Ven vamos a sentarnos para conversar más tranquilamente.

Nalasa se dejó guiar por Asbeel y volvió a sentarse en el sofá tapizado en el cual se había despertado. El ángel caído se sentó a su lado y volvió a tomarla de la mano y sintió comprensión y consuelo en aquel contacto. Sus ojos grises tan semejantes a los de su hijo la contemplaron con un brillo triste.

- Es normal que no lo comprendas querida - empezó -. Tú en realidad no tendrías que estar aquí. Tendrías que haber volado hacia el universo y haberte fundido con él para crear una nueva alma y volver a nacer en la tierra.

- ¿Y entonces por qué estoy aquí? - quiso saber.

Asbeel suspiró y miró la cuna de su hijo.

El castillo de las almas ( Amante demonio I )Where stories live. Discover now