Capitulo treinta y uno

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Humanos

Tic tac.

Habían pasado quince minutos desde que Marduk pronunció la primera sílaba hasta que había dicho la última. 

Tic tac. 

Nalasa se obligó a relajar los músculos y miró al mayordomo. Él tenía la vista perdida en un mar de recuerdos y no parecía estar en la misma habitación que ella. 

Tic tac.

- Recuerdo como si estuviese pasando ahora mismo, como mi pequeño señor vino a mí con el rostro resplandeciente y una sonrisa feliz en los labios. Me dijo que estaba locamente enamorado y que se sentía el demonio más feliz de todo el mundo. - Marduk volvió al tiempo presente y la miró. Ella quiso rehuirle la mirada, le dolía la sinceridad de aquellos ojos burdeos, pero no pudo. La mirada del demonio la hipnotizaba de tal manera que era incapaz de apartar la mirada por mucho que se lo pidiese el corazón.

Toda aquella historia del pasado de Araziel la estaba afectando de un modo inimaginable. Nunca hubiese imaginado que su infancia fuese tan dura y que la amistad entre él y Samael hubiese surgido de un modo tan noble. Y ahora yo lo he estropeado todo - pensó -. Yo los he separado cuando no tenía derecho alguno. 

Su amistad había sido bonita y pura. Una amistad nacida de la nada y conservada a base de la confianza y del cariño. Y ella había truncado aquella confianza y aquel cariño. No podía perdonarse aquello. Tenía que pedirle perdón a los dos y conseguir que hiciesen las paces. Ella iba a marcharse de todos modos ¿para qué, entonces, seguir peleados?

- ¿En que pensáis Nalasa? - quiso saber el mayordomo. Ella se pasó una mano por la cara para intentar despejarse. Todo aquello había sido demasiado abrumador para ella.

- En Samael.

- No os reprochéis lo que pasó ayer señorita. Algo parecido ocurrió hace cien años. Su amistad no se romperá así como así. Los dos se quieren demasiado. Solo intentan protegerse el uno al otro lo mejor que pueden.

Aquello la tranquilizó en parte pero no desechó la idea estrambótica de su cabeza de ir en busca de Samael y hablar con él. Cuando ella se marchase - incuso antes de eso -, Araziel le necesitaría. Pero aquello no era lo que más le preocupaba. ¿Cómo negarse así misma la punzada de celos al escuchar de qué modo se había enamorado de Laris? De una forma u otra, se había visto reflejada en aquella historia, como una mera sustituta. Araziel y Laris se habían conocido en un baile al igual que él y ella en el baile de la boda de su hermana. ¿Por qué el destino era tan cruel? ¿Por qué tenía que ser una situación tan parecida y dolorosa?

¿Y cómo podía Araziel celebrar esa festividad donde había tantos recuerdos amargos y perdidos?

Nalasa miró intensamente a Marduk y este asintió.

- Hoy hará cien años de ese baile que unió el destino de Araziel con el de Laris.

- ¿Y entonces por qué lo hace? Seguramente será un tormento para él tener que celebrar este día.

Si fuese ella no se atrevería a hacerlo. Sería demasiado para su cordura tener que soportar la música, los bailarines girando y las risas y la felicidad de otros. No podría.

- ¿Sabéis que hace que todos seamos seres humanos? - preguntó Marduk. Ella negó con la cabeza muy lentamente -. Lo que hace que, incluso un demonio, sea humano no es la capacidad de odiar, ni tampoco la de amar. No. Lo que nos une a todos es la añoranza. Las ganas de revivir una y otra vez los momentos felices. Las ganas de poder volver atrás.

Tic tac.

Tic tac.

Tic tac.

El castillo de las almas ( Amante demonio I )Where stories live. Discover now