Capitulo diez

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Pesadillas y recuerdos

Había un gran motivo por el cual había pasado un año sin dormir.

Las pesadillas y los recuerdos.

Desde hacía cien años, había sido incapaz de dormir más de dos noches seguidas. Las pesadillas eran demasiado fuertes y aún seguían igual de intensas como si no hubiese pasado un siglo. ¿Por qué tenía que recordar en sueños lo que más deseaba su memoria olvidar? ¿Por qué se manifestaban con tanta nitidez y claridad sus errores? El tormento se extendía por sus venas y una agonía le consumía el pecho vacío. Él era un ser sin corazón ¿por qué tenía que dolerle tanto el pecho y sentir aquel tremendo vacío que lo hacía caer en la negrura? 

Lo ocurrido con Fava había reabierto su herida sin cerrar y lo había vuelto a sumir en un profundo dolor y remordimiento incurable. El rostro de la joven se mezclaba con el de una mujer que él había intentado proteger y querer con todas sus fuerzas en el pasado. 

Él queriendo a alguien… era absurdo. 

Y por eso había pagado por ello al igual que ella, una simple humana que no tenía culpa de nada. Pero había muerto por su culpa y no solo físicamente. Su alma también se había roto en mil pedazos y había desaparecido para siempre sin poder regresar al lugar del universo al cual pertenecía.

Laris.

Su nombre aún le quemaba las entrañas vacías.

Sus ojos siempre lo atormentaban. Su mirada llena de dolor y locura sumada con el odio. Pero no solo sus ojos lo perseguían, más miradas muertas lo acusaban, mas ojos descoloridos lo seguían sin piedad ni descanso.

Araziel se removió en sueños mientras se le perlaba la frente con un sudor frío y los ojos de lágrimas. Detestaba dormir ¿por qué le había hecho caso a Fava? Tendría que haber permanecido despierto para distraerse contemplando el rostro dormido de Nalasa y cuidarla cuando ella despertase.

¿Y quien te cuida a ti? - dijo la voz más profunda de su alma.

No tenía derecho a pedir nada después de todo lo que él había provocado y seguía provocando. 

Estaba tan cansado de contemplar la guadaña de la muerte.

Sus sueños inconexos llenos de recuerdos del pasado se desvanecieron de repente y emergió una nueva pesadilla que nada tenía que ver con su pasado. En la pesadilla, Nalasa estaba atada a un palo en el centro de una plaza con ciento de personas apedreándola mientras unas sombra tras de ella sonreía. Entonces una mujer joven avanzó y tiró una antorcha que hizo que Nalasa ardiese en un mar de llamas.

La respiración de Araziel se agitó mientras se revolvía en la cama lleno de sudor. Hacía tanto calor y el olor a carne quemada era demasiado intenso e insoportable.

- No - susurró - no.

Quiso gritar pero no le salían las palabras. Que parase, que alguien apagase las llamas. Nalasa gritaba y gritaba su nombre y él no podía moverse no podía ir en su ayuda. ¿Es que jamás podría salvar a nadie? Cuando quiso ayudar a Laris lo único que encontró fue su cadáver frío al igual que el de la pequeña Fava. Si cuando ella fue a suplicarle que la dejase quedar en su castillo lo hubiese echo, estaría viva y no hubiese sido castigada por el sacerdote del pueblo.

Todos creían que por ser un demonio era un monstruo y un malvado. A él, eso le venía bien para mantenerse alejados a los mortales de su castillo. Pero ¿por qué los enviados de los múltiples dioses que veneraban los mortales castigaban a sus creyentes cuando se acercaban a un demonio? ¿Por qué se había condenado a los demonios? ¿ Solo porque eran malvados por naturaleza?  Los humanos no eran santos y sus dioses eran más perversos que la humanidad junta. ¿Creían que la inmortalidad no era aburrida? ¿De verdad creían que los dioses eran perfectos?

Los dioses habían creado a la humanidad a su imagen y semejanza pues el universo exigía un equilibrio. Por eso existía la maldad y la bondad. Los dioses y los demonios.

 Y fue para proteger a los humanos que construyó la torre de plata. Para que las almas atormentadas que se quedaban perdidas en la tierra sin ningún medio para poder descansar en paz tuviesen un hogar. 

Y por eso lo habían condenado en el valle. 

Por eso su hogar era el castillo de las almas. 

Pero él se estaba quedando sin tiempo y si sus poderes desaparecían, aquellas almas serían libres para que muchos demonios las devorasen.

Y aquello no lo permitiría nunca.

Haría lo que fuese necesario para que su poder quedase intacto y grabado en aquel lugar.

Su pesadilla continuó como una foto fija en su mente mientras él luchaba para salvar a una humana envuelta en llamas y no lo lograba. En su fuero interno, deseaba despertar pero era incapaz de huir de su pesadilla al igual que era incapaz de enterrar sus recuerdos.

El castillo de las almas ( Amante demonio I )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora