Capitulo treinta

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Notas del comienzo de una historia

- ¿Qué tienes pensado hacer esta noche?

- No lo sé.

Samael le dio un puntapié en el codo juguetonamente. Araziel sonrió sin molestarse en fingir que le había dolido y sin abrir los ojos.

- ¿Cómo no lo vas a saber? Estas invitado al gran castillo de Satanás. Hoy puede que te nombre príncipe del infierno y tú estás tan pancho.

Araziel abrió un ojo pero no se incorporó. Estaba muy a gusto tumbado sobre la hierba amarillenta dejando que la cálida brisa revolviese sus cabellos. Se sentía dichoso y lleno de una felicidad inusitada que lo llenaba de vitalidad. Nunca se había sentido así y le gustaba.

- Puede que no vaya - dijo tranquilamente.

Su amigo se sentó a su lado y lo agarró por los hombros para zarandearlo.

- ¿Pero es que te has vuelto loco de repente? Llevas setenta y siete años luchando para ser un príncipe y pasarle a Naburus la mano por la cara. ¿No habíamos prometido ser príncipes los dos? ¿A qué viene ahora este cambio de actitud? ¿Dónde a quedado tu ambición?

 Araziel se soltó de Samael con un movimiento rápido de muñeca y su amigo se echó sobre la hierba en señal de derrota. ¿Qué donde había quedado su ambición le preguntaba? Era muy sencillo: habían cambiado sus ambiciones desde que conoció a Laris hacía dos noches en el baile de las flores. Se había dejado deslumbrar por su belleza encantadora y por su voz melodiosa. Nunca había visto algo tan hermoso y frágil. Desde que la conoció y bailó con ella no había podido sacarla de su mente y la necesidad de estar a su lado y protegerla no dejaba de atormentarlo cada segundo que pasaba. ¿Qué importaba ya ser un príncipe del infierno y vencer a Naburus?

El título de príncipe era algo que pocas veces solía otorgar Satanás. Solo se lo concedía a los mayores demonios y en los que confiaba ciegamente. Un príncipe era la mano derecha del señor del infierno y tenía más autoridad que todos los duques, condes y marqueses del infierno y cumplían la voluntad de Satanás. Si Araziel se convertía en príncipe sería más importante que su padre. Y eso era lo que más deseaba desde que se enteró de que fue él quien asesinó a su madre cuando descubrió que ella y Marduk estaban enamorados. Aquello lo había ayudado a seguir adelante cuando Naburus entró en escena y se convirtió en su rival y enemigo directo.

Naburus era un demonio mayor que contaba con tres siglos sobre sus hombros y había acumulado un inmenso poder. Pero a Satanás no le gustaban sus procedimientos rastreros y traidores que utilizaba para ir subiendo en la jerarquía  demoníaca. Naburus había matado a su hermano mayor y a su padre para heredar el titulo de marqués y después utilizó el engaño para conseguir el titulo de duque. Y ahora que creía que conseguiría ser príncipe, aparecía Araziel y se convertía en el ojito derecho de Satanás. Y no solo eso, también contaba con la amistad y el apoyo del último príncipe: Samael.

Le odiaba con todas las fuerzas de su alma y habían tenido grandes encontronazos por sus envidias donde Araziel siempre había salido victorioso. Y ahora estaba decidido a dejarle el camino libre y que fuese príncipe si así lo deseaba el señor Satanás. Por su parte él abandonaba.

Araziel no había dormido en aquellas dos últimas noches pensando en Laris, la humana que le había vuelto su vida del revés. Y había llegado a la conclusión de que quería volver a verla y conocerla. Saber sus gustos, sus miedos, sus alegrías, sus penas, sus pensamientos y su alma entera.

Descubrió que deseaba enamorarse de ella como si fuese un ser humano y no le importaba su ceguera. Puede que esa ceguera fuese una gran ayuda en su lucha por conquistarla. Jamás encontraría nada extraño en su apariencia y le valoraría por lo que era interiormente. Y aquella tarde deseaba ir a verla para volver a hablar con ella y poder aspirar su olor como el más dulce néctar.

El castillo de las almas ( Amante demonio I )Where stories live. Discover now