Araziel la estrechó con más fuerza contra su pecho y notó su aliento contra su frente. Sus labios estaban tan cerca de su piel y deseaba tanto sentirlos.

- Podrías habérmelo dicho, yo te hubiese llevado.

Ahora le tocaba a ella reprocharle.

- ¿Cómo si hace dos semanas que no te dignas a verme?

El demonio suspiró y escondió su cara en la clavícula de ella. Nalasa le pasó los brazos por el cuello y pasó sus dedos por su melena rubia.

 -¿Tanto te molestó que cantara? ¿Tanto te sigue molestando?

Él no se movió de su postura pero ella notó como su cuerpo se volvía flácido y vulnerable como un niño indefenso.

- No es molestia lo que experimenta mi cuerpo. Tu voz hace que desee cosas que me juré no volver a sentir.

¿Qué quería decir con aquellas palabras? ¿Qué es lo que él sentía cuando ella desnudaba su alma?

- Mi alma está sucia Nalasa - le dijo entre murmullos - y tú estas llena de una calidez que me absorbe y me hace desear más. Pero estoy condenado y no quiero condenarte a ti también. Por eso e intentado mantenerme alejado.

Araziel alzó la cabeza y Nalasa dejó que sus manos se posasen sobre sus anchos hombros. Los ojos grises de él parecían más grandes que nunca y se le notaban las venitas rojas.

- Cuando cantas eres tan sincera que me hieres y a la vez haces que quiera estar a tu lado como si fueses una droga de la que yo soy convicto. Cada vez que estoy a tu lado necesito más de ti, algo que está más allá de la simple amistad. Cuando Naamah a aparecido diciéndome que hacía horas que habías desaparecido y que no te encontraban por ninguna parte… ha sido como si me arrancaran la mitad de mi cuerpo. Por unos instantes angustiosos creí que te habías marchado para siempre. 

La joven tragó saliva mientras su estómago revoloteaba.

- Araziel yo… - él la calló poniendo un dedo sobre sus labios.

- No lo digas Nalasa porque te arrepentirías de ello.

Ella negó con la cabeza.

- Nunca me arrepentiré de lo que siento por ti - le confesó llena de pasión. Lo amaba por como era y por lo que era.

Él le dio un leve beso en la frente y la abrazó de nuevo como si se le fuese la vida en ello. Aquel abrazo le dolió a la joven. El dolor de Araziel le escocía hasta las entrañas.

- Créeme, algún día te arrepentirás y cuando lo hagas yo no seré capaz de levantarme y seguir.

¿Por qué le decía aquellas cosas? ¿Por qué tenían que poner distancia si los dos se querían? No lo comprendía.

- ¿Cómo puedes saberlo? ¿Cómo estas tan seguro de que todo fracasara entre los dos? ¿No podríamos intentarlo?

Araziel le acarició la mejilla con dulzura mientras le dedicaba una sonrisa triste.

- Tú y yo no somos iguales. Yo soy un demonio y tu un ser humano y algún día esa diferencia nos costará todo. Es mejor ahorrarnos el sufrimiento Nalasa. 

Pero ella ya sufría. Estar alejada de él era un tormento para ella. Su lejanía la hería más que ciento de lanzas clavadas en su cuerpo. A ella poco le importaba que fuere cada uno de los dos. Sintió como le comenzaba a faltar el aire y que sus ojos rojos he hinchados querían volver a llorar. Pero no lloró. Estaba tan cansada por todo y parecía haberse quedado sin lágrimas que derramar.

- Ya es muy tarde. Te llevaré a tu habitación para que descanses.

Nalasa se sujetó de nuevo a él mientras Araziel se dejaba caer hasta el balcón que daba a los aposentos de ella. Cuando el demonio la soltó y le abrió la vidriera, la joven vio que habían encendido los candelabros y que sobre la mesa había pan y dulces por si tenía hambre. Un bonito gesto de Jezebeth que era incapaz de digerir en aquel momento.

Lo que más necesitaba en aquel preciso instante no era comida, lo que necesitaba estaba tras ella dispuesto a marcharse y dejarla sola nuevamente.

No podía soportarlo. La palabra le quemaba demasiado para continuar guardándola dentro de ella.

Araziel estaba a punto de marcharse y le estaba dando las buenas noches. Pero ella no escuchaba, ella solo necesitaba decírselo. Él estaba ya de espaldas y sus ojos secos volvieron a llenarse de lágrimas. Y pensar que había sido tan boba de pensar que ya no le quedaba ninguna.

Era ahora o nunca.

- Te amo.

El demonio se detuvo en el aire y dejó escapar un sollozo. La luz de los candelabros de la habitación iluminaron media parte de su rostro cuando se giró para mirarla con expresión dolida y rencorosa. Una lágrima como el diamante cayó por la mejilla pálida de él. Algo que pensó que jamás vería en un ser demoníaco.

- ¿Por qué has tenido que decirlo?

Dicho esto se esfumó y ella se derrumbó con las manos sobre el rostro.

¿Qué otra cosa podría haber hecho cuando la desesperación era tan fuerte?

¿Por qué todo tenía que ser tan difícil?

A su espalda, alguien la llamó por su nombre y ella se precipitó hacia el cuerpo de Naamah sin poder dejar de llorar. La diablesa respondió a su abrazo y la estrechó con fuerza. 

Le pareció que ella también lloraba. Aunque no sabría asegurarlo al cien por cien. A fin de cuentas los demonios no lloraban.

El castillo de las almas ( Amante demonio I )Where stories live. Discover now