Capítulo 5: "Suicidio Colectivo"

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   —¡SON DEMASIADOS! —alzó la voz Rebecca para hacerse oír por encima de los gruñidos de aquellos cadáveres andantes. Sin darse cuenta ella, sus pies comenzaron a retroceder de vuelta a la casa—. ¡TENEMOS QUE CORRER!

   Un infectado cogió a Becca de un brazo arrastrándola con una fuerza brutal al suelo, donde este se encontraba de cuclillas, y acercando la fresca carne de su presa a su pestilente boca. Cuando estaba a punto de morderla, cayó cual muñeco de trapo al suelo. Becca no pudo evitar gritar, el cuerpo entero le temblaba y el terror le impedía abrir los ojos. De pronto, notó cómo la tiraban del brazo para levantarla, era Adam. Los otros dos chicos estaban ayudando a Glenn y Dana a quitarse de encima los zombies que iban saliendo del bosque, retrocediendo como podían hacia el refugio.

   —¿Pero qué cojones hacéis?, ¡CORRED PARA DENTRO! —les apremió Jon mientras mataba a un último zombie con un cuchillo en una mano, y tiraba de Dana con la otra.

   No hizo falta un grito más. Todos dejaron a un lado aquella carnicería y corrieron hacia su refugio. Una vez todos hubieron entrado y la puerta se hubo cerrado a sus espaldas, como si de un protocolo previamente organizado se tratase, comenzaron a mover todos los muebles que hallaron a mano para obstruir la entrada. La vieja madera de la puerta estaba algo podrida y fácilmente podría ceder ante la brutalidad y persistencia de la avalancha de zombies que se les venía encima.

   Debido al sofocante calor veraniego, la lucha y la carrera para ponerse a salvo, los seis jóvenes cayeron al suelo, jadeantes y sudorosos, en el mismísimo instante en el que hubieron arrastrado el último de los muebles que pudieron encontrar en la estancia.

   No tardaron demasiado en llegar los gruñidos y golpes al otro lado de la puerta por la que habían entrado. Aquello no era una cuestión con la que se debiera bromear. Aunque carentes de cualquier atisbo de inteligencia, aquellos seres poseían una fuerza sobrehumana y un comportamiento de lo más agresivo contra todo lo que tuviera un corazón palpitante.

   Dana y Glenn se encontraban sentadas en un rincón apartado, intentando pasar desapercibidas. El silencio en el interior de la casa contrastaba fríamente con el enardecido alboroto del exterior. Jon se puso en pie y se asomó a mirar entre los tablones de una de las ventanas. Todos se quedaron observando su alta y fibrosa silueta estática junto al vano. Se le veía pensativo. Analizando el panorama del exterior, tal vez.

   —¿Cómo pinta la cosa? —preguntó Adam levantando la cabeza para mirar el serio semblante de Jon.

   —No demasiado bien. Hay como tropecientos de esos cabrones ahí fuera y el ruido que hacen parece estar atrayendo a más —contestó Jon secándose el sudor de la frente con el dorso de la mano.

   —Que yo sepa tropecientos no es un número, Jon —le reprochó Rebecca—. ¿Se te ha olvidado contar, o es que se te han olvidado los números?

   —Es que prefiero contar ovejitas a contar malditos zombies de mierda —le respondió el joven siguiéndole la broma.

   —¡MIERDA!, ¡JODER! —maldijo Sam totalmente desquiciado—. ¿En qué estabas pensando?, ¿es que quieres morir joven? —le reprochó a Becca mirándola directamente a los ojos, algo que pocos se atrevían a hacer.

   —Son demasiados, no podemos hacer más que esperar y rezar para que no tarden en irse —siguió Adam con la anterior conversación, haciendo caso omiso de la discusión entre Sam y Becca.

   Jon asintió silencioso, sin apartar la mirada de la ventana. Parecía totalmente abstraído. Un cálido rayo anaranjado coloreaba su pálido rostro. Estaba anocheciendo, y aunque la luz del día se iba apagando paulatinamente con el paso de las horas, el calor persistía a lo largo de todas y cada una de las noches de aquel interminable verano.

Títeres De Hilos Invisibles©Where stories live. Discover now