Capítulo 36 ✔

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Los halos rosados en los ojos del elfo parecieron centellear rojo por un instante, dándole un aura más tenebrosa de la que ya tenía. Sin embargo, ahora que su miedo había sido extirpado, la curiosidad estaba tomando su lugar. Aquella que no había sentido en los últimos tres meses y que siempre la estaba metiendo en problemas.

Y, sin embargo, sin mi amiga curiosidad, nunca hubiera conocido a este atrevido drow frente a mí.

-Espero que esos deseos oscuros no estén dirigidos hacia mi persona -dijo ella con una pregunta en su mirada celestina, la cual no abandonaba la de él. Los irises de su chico se veían más metálicos que de costumbre; ya no eran plata sino cromo y el anillo rosado centelleaba escarlata a intervalos más constantes. Daba la ilusión de una bomba a punto de detonar.

-Solo los que envuelven una cama y tú gimiendo bajo mi cuerpo -susurró a centímetros de aquellos labios rosados antes que sus manos apretaran las nalgas de su duendecilla por segunda vez. Ella exhaló el aire caliente en sus pulmones, el cual acompañado de un leve gemido de placer, logró que el elfo finalmente eliminara la distancia entre sus labios.

Su boca cayó sobre la de Adara con una ferocidad que bordeaba en animalística, mordisqueando e introduciéndose entre los labios que lo tenían obsesionado. Un sonido parecido al ronroneo de un gato llenó sus oídos cuando enroscó su lengua alrededor de la femenina para luego frotarla al compás de suaves vaivenes. Las manos que sujetaban el trasero de su sar'gek se movieron hacia arriba hasta que sus dedos rozaron la cinturilla de aquel ajustado pantalón y se deslizaron dentro. Un gruñido escapó de su garganta al encontrarse con la banda elástica del pantie, pero no pasó un segundo cuando ambas piezas resbalaron por las piernas de su chica hasta formar un montón alrededor de sus pies.

Ella rompió el beso, de seguro para reclamarle por su atrevimiento, mas él fue rápido para agarrarla por la parte trasera de sus muslos y levantarla, pegándola a su torso desnudo. El grito ahogado de su duendecilla lo hizo reír entre dientes mientras ella le envolvía la cintura con sus piernas y se aferraba a sus hombros como un pulpo.

-B-bes... -comenzó su niña, pero se interrumpió a mitad, frunciendo el ceño. La molestia se mezclaba con vergüenza en aquellos ojos aguamarina, haciéndolo reír una vez más.

-¿No te gusta la idea de llamarme bestia? -le susurró al oído, sintiendo cómo las piernas de ella lo apretaron momentáneamente y dejaron un caminito mojado cuando su centro se rozó contra el ombligo de él-. Como te dije, yo soy una parte de Itagar; el nombre era sólo para tu comodidad, así que puedes llamarme como desees.

-Diávolo -declaró ella, algo sin aliento-. Eso suena acorde con toda la ira, pasión y oscuridad que siento en una lucha constante en tu interior.

-Esa palabra significa demonio en uno de los idiomas de tu gente -Rozó su nariz a lo largo del sedoso cuello de su colmillo antes de hacer lo mismo con sus labios sobre la curvatura al final. Sus esfuerzos fueron recompensados por un gemido bajo y uñas clavándose en sus hombros-. Me gusta.

Adara lanzó otro pequeño gemido y enterró su rostro en el hombro de su elfo cuando éste comenzó a caminar. Cada paso hacía que su clítoris se deslizara contra unos firmes abdominales, enviando ondas de placer por su espina dorsal y logrando que enroscara los dedos de sus pies.

¡Ah, de seguro ya puede olerme de tan resbaladiza que estoy! ¿A dónde me lleva? El sofá estaba al lado nuestro.

Labios volvieron a reclamar su piel, logrando que ella alzara el rostro de su escondite y otro sonido lujurioso brotara de su boca antes que su espalda chocara suavemente contra una pared. Sus ojos se abrieron de repente mientras su eterna pesadilla retornaba a su mente con la claridad de un espejo.

-No. Detente, Diávolo. Contra la pared no -le rogó con un tono de desesperación en su voz a la misma vez que le empujaba los hombros, intentando zafarse del agarre del elfo.

-Contra la pared sí -respondió él en un gruñido, acomodándola de manera que podía frotar el duro bulto dentro de sus pantalones contra el centro mojado de ella-. Te ayudará a superar lo que Sheif te hizo.

-¡No! -ordenó; miedo logrando que su voz saliera más aguda y temblorosa de lo que esperaba.

-Te estás ahogando en tus recuerdos y no estás prestándole atención a nuestra conexión. Si miraras un momento en mi corazón, sabrías que estás a salvo en mis brazos y te dejarías llevar.

Pero como... ¿Cómo él pretendía que solo olvidara todo y le permitiera tener sexo con ella contra una maldita pared, igual que aquel hijo de puta la había violado? Esa fuerza no estaba en ella.

No era que le tuviera miedo a su drow; lo que le pasaba era que al enfrentarse a situaciones similares a su violación, su cuerpo se congelaba y su cerebro le gritaba que corriera lejos. No tenía opción. Era como un mecanismo de defensa que se había implantado en su cabeza y no le permitía reaccionar de otra forma.

-Mírame, Adara -exigió Itagar sin moverse de su posición ni soltar a su duendecilla-. Le estás permitiendo a un cabrón que ya está muerto robarnos nuestros momentos juntos. No dejes que nos quite más tiempo.

Aquella simple frase, "ya está muerto", detuvo sus esfuerzos de escapar de los brazos de su amado y le permitió hacerle caso. Cuando sus miradas se enlazaron, ella pudo corroborar sus palabras en aquellos irises cromados y en la fuerza con la que Itagar apretaba su mandíbula, haciendo que sus músculos faciales se tensaran.

Él tenía miedo de su rechazo. Le aterraba que su salvajismo al vengarla la ahuyentara y lo terminara viendo como un monstruo igual que quien la atacó. No podía estar más lejos de la verdad.

Jamás lo vería como un monstruo por haber asesinado a su violador; no, para ella era su héroe. Su corazón palpitaba con fuerza y su pecho se había llenado con una mezcla de alivio y alegría en el momento que él le había confesado su delito.

No. Nunca podría verlo como un monstruo, no cuando ella misma estaba feliz por la muerte de una persona.

Y por eso, su niño se merecía que ella intentara superar el trauma que la tenía atrapada con todo su empeño.

-Te amo. Te amo tanto, Itagar -susurró ella y respiró hondo para luego exhalar poco a poco. Necesitaba calmar su corazón si quería darle una oportunidad a que su drow la amara-. Quiero intentar jugar un poco contigo; pero debes saber que no habrá penetración y tampoco te lo mamaré.

El elfo oscuro se rió y rotó sus caderas, sacando gemidos de ambos cuando sus sexos se frotaron.

-Es un trato un tanto pobre, pero algo es mejor que nada.

Detrás del Espejo (Generales Oscuros #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora