8 Sin ti, no hay nada (Destiel)

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Al llegar a un poblado cercano, caminaron con sus pistolas en mano y atacaron al hombre lobo descontrolado que estaba causando muertes en el lugar. Después de ello, fueron hacia otro estado en busca de un nido de vampiros que había estado ocasionando problemas. No encontraron el nido, pero sí ayudaron al cazador que estaba en la zona a matar a unos cuantos.

Dean actuaba en automático, no sentía nada.

La tristeza, aunque siempre estaba presente, ya no la exteriorizaba. Era como una armadura que se había tenido que colocar muchas veces, pero que ahora más que nunca, la necesitaba para seguir adelante.

Ese día, regresarían al bunker y él había decidido salir solo a un bar a beber un rato. Una vez que llegó, bebió como siempre hasta que una hermosa mujer lo abordó.

— ¿Te gustaría asistir a una fiesta privada? —Se le insinuó de manera descarada, pero él no estaba interesado y así se lo hizo saber.

Después de ella, aparecieron tres chicas más con las mismas intenciones a las que también rechazó ya sin mucha delicadeza o ceremonia. Cuando un par más se le acercó, él simplemente se levantó y las dejó con la palabra en la boca, estaba harto, no quería nada con nadie.

No estaba tan borracho, al menos no tanto como para no darse cuenta de que esas mujeres eran vampiros que, pensando que él era un hombre cualquiera, querían llevar a su nido y servir de almuerzo.

Caminó por las calles oscuras del pueblo pensando en Castiel cuando un grupo de garras lo sujetaron por todos lados y lo arrastraron hacia una camioneta, él intentó luchar, pero eran muchos. Las vampiras habían ido por él, con la intención de no recibir una negativa y por más que luchó, no pudo evitar que lo llevaran a su nido.

Ahí pudo ver que él no había sido el único y que efectivamente, ese nido debía ser el que buscaba el cazador local. Había muchos vampiros en ese sitio, pero eran las vampiras quienes lo tenían bien sujeto. Los machos se mantenían a una distancia prudente, solo observando cómo ellas decidían si almorzarlo en ese momento o dejarlo como postre para el final.

—Decidan de una vez —escuchó a un vampiro decir—, es un Winchester y si demoran, el otro vendrá aquí por él.

La discusión no duró mucho después de esa declaración.

Esos seres se abalanzaron sobre él rasgando no solo sus ropas, sino también su piel bebiendo de su sangre de forma golosa. Un Winchester que se ofrecía tan fácil era un bocado que no se podía desperdiciar.

Cuando solo tenía un poco de consciencia y sabiendo que moriría, su último pensamiento antes de dar su aliento final fue que, aunque muriera, no iba a poder ver otra vez a Castiel, puesto que como humano, no iría a la nada que era donde iban los ángeles cuando eran destruidos.

* * * * *

Cálido.

Una brisa suave y cálida lo envolvía mientras que un calor agradable bañaba su piel, haciéndolo sentir acogido y protegido.

—Abre los ojos, Dean.

Aquella voz era familiar para él, pero no tenía ganas de obedecerlo. No, porque desde hacía no sabía cuánto que no sentía ese tipo de tranquilidad, a pesar de que la tristeza en su ser era grande y jamás lo abandonaría, se sentía en una mediana paz.

—No te arrepentirás, abre los ojos.

Dean no tuvo más remedio que abrirlos y vio que estaba en un bosque. Movió la cabeza y vio vegetación por todos lados. El sol, arriba de él, aunque brillaba, su calor no era incómodo. El sonido de los pájaros revoloteaban mientras pasaban frente a él lo hicieron pensar que estaba en un lugar extraño y hermoso.

Había muerto, eso lo tenía claro, pero el lugar donde estaba no era nada parecido al infierno en donde él debía haber ido. Se levantó y al estar de pie, miró todo a su alrededor intentando descubrir cuál era la trampa.

—No hay trampa. Tú mereces estar aquí más que nadie.

Dean cerró los ojos por un instante y cuando los abrió, frente a él estaba Chuck mirándolo con esa expresión condescendiente que solía usar cuando miraba a los hermanos Winchester. Su primer impulso, fue golpearlo; el segundo, fue gritarle y exigirle por qué no había podido salvar a Castiel. Lo había ignorado por tanto tiempo que el resentimiento que había dentro de él era tan grande que no pudo emitir palabra alguna.

—Tienes toda la razón para estar molesto, pero las cosas suceden por una sola razón.

Iba a gritarle toda la amargura que sentía por dentro cuando un movimiento a su izquierda lo hizo mirar y sin dar crédito a lo que sus ojos mostraban, solo atinó a soltar un gemido lastimero y agónico.

Era una pesadilla, seguro de que sí estaba en el infierno y esta era la manera en que los demonios lo estaban torturando.

—Si esto es una maldita broma... —habló con voz ronca por las lágrimas.

—Esta es tu recompensa, Dean. Castiel estará contigo por el resto de la eternidad, como siempre ha sido destinado.

Después de decir esto, Chuck se fue dejándolo asustado.

¿Y si tal vez, sí estaba en el infierno y esto era una broma macabra en donde cuando lo tocara, Castiel desaparecería?

Temía tan siquiera mirarlo y a la vez no podía dejar de hacerlo por miedo a que desapareciera. La sonrisa tímida, tan propia del ángel se dejó ver, caminando hacia él, levantó su mano y pudo sentir la tibieza de su tez. Soltó una exhalación al darse cuenta de que no desapareció al tocarlo.

Castiel tomó su mano y la sujetó fuerte.

—No es una broma ni una ilusión, Dean. Mi padre me trajo de vuelta, pero cuando me dijo que tú... que tú... debías estar vivo, junto a... —Dean lo calló con un beso.

Este beso fue lento y casi tímido, cuando lo rompió estaba sonriendo mirando al ángel quien parecía estar algo mareado.

—No importa, no quiero estar vivo si tú no estás ahí conmigo. No quiero volver si tú no lo haces, no quiero nada si no estás a mi lado.

Castiel sonrió y ambos fueron a sentarse en una banca que estaba a un lado. Ellos, hombro a hombro, miraron a los árboles sonrientes sabiendo que al fin estaban juntos y que el largo camino que había recorrido llegó a su fin.

Nada tiene sentido si no estas a mi lado. 

Cómo Orfeo perdiendo a Eurídice, para finalmente unirse por toda la eternidad, ellos vivieron su propio mito de amor, entrega, sufrimiento y recompensa.


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Las curiosas formas del amor - Fictober 2019Where stories live. Discover now