No parecía un príncipe, de echo habría jurado que era un guardia más, aunque lo cierto es que la única referencia a príncipes que tenia eran los de Disney que no solían dar un palo al agua en toda la película, hasta que en los últimos minutos hacían algo y ya eran los héroes en la vida de la pobre princesa que lo único que quería era descansar en paz o ver el mundo sin que nadie le diera la tabarra.

Cuando Ian me sirvió algo de comida mi estómago rugió con tanta fuerza que ya no me importó en absoluto la vida de nadie con sangre real. Era muy parecida a la de la tierra, con mucho más sabor eso sí. Todas las texturas y los matices explotaban en mi paladar como una sinfonía de Mozart.

—¿Ya has descubierto tus dones? —habló el chico de pelo pelirrojo. Casi me atraganto con un muslito.

Levanté la mirada hacia él. La pregunta me había pillado por sorpresa. El resto de la mesa aguardó, pensativos, a que yo diera una buena respuesta. Supuse que todos estaban deseando saber si había descubierto algo nuevo.

—Todo sigue igual.

—Aparecerán muy pronto—me tranquilizó, con una mueca alegre—, puedo sentir tu poder a un kilómetro de distancia.

—Pues con nosotros no sentiste nada—refunfuñó Jude.

—No era tan fuerte—explicó sin mucho interés, rebañando su plato de salsa.

La conversación me hacía sentir muy confusa y fuera de lugar. Agarré uno de los picos del mantel y comencé a estrujarlo entre mis manos para calmar los nervios.

—¿T-tu eres como nosotros? —realicé la pregunta sin mucho convencimiento. Los demás se rieron por lo bajo. Estaba empezando a mosquearme. Uno no se ríe de alguien solo porque desconozca algo que tu ya sabes.

—Fill no es como nosotros. Es mas bien un hechicero de poca monta—el chico, Fill, le tiró un trozo de pan a Jude a la cara, que este esquivó sin ningún problema. Me angustiaba la forma en la que todos parecían conocerse tan bien. Jude siguió con su respuesta a mi pregunta cuando terminó de tirarse cosas a la cabeza con el pelirrojo—. Aquí hay dioses, como en casa. Solo que allí teníamos uno para cada religión y aquí tienen cinco para todo el continente. Como en la antigua Grecia, pero con la aplastante divulgación de las religiones actuales. Bien, pues a la regente de este territorio se la conoce como Mater o madre. Yo no me sé muy bien su historia, pero por alguna razón puede entregar magia y se la da a quien ella quiera. Así nacen los tipos como Fill. Los llaman los elegidos, aunque la mayoría suelen ser mujeres.

—Somos un club muy selecto—alardeó el chico hinchado de orgullo.

—No vamos a hablar de esto ahora—declaró Emma—. Es una celebración y una forma de que Rubí se olvide de una experiencia traumática. Ya podéis cambiar de tema.

—Me gustaría saber más—repliqué.

—Seguro que un postre lleno de chocolate te quita esa curiosidad—Habló Ian, quitándole la tapa a una de las bandejas plateadas que llenaban la mesa.

Dentro había un pastel. Uno lleno de chocolate fundido, tanto por encima como por medio de cada capa. Lo adornaban fresas partidas en forma de flor y unas perlas brillantes que supuse que eran comestibles. A pesar de todo lo que había ido comiendo durante la conversación, la boca empezó a salivarme de nuevo.

—¿A quien has sobornado para que hicieran la tarta de mis sueños? —me relamí y él se rio. Había echado mucho de menos esa sonrisa.

Ian empezó por servirme a mí, pero después hizo lo pertinente con todos los demás. Cuando fue a pasarle el plato a Cassandra su mano se quedó suspendida a tan solo unos centímetros de ella como si esperara a que ella misma se colocara el plato, cosa que no había hecho con nadie más.

Hielo o fuego [Saga Centenarios I.] ✅Where stories live. Discover now