{31} Encerrados

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Hace tanto frío en esta mazmorra, que básicamente puedo escuchar los dientes de Hayanne tiritar descontroladamente. Estando aquí a su lado, me hace pensar en todos estos años que han pasado donde a pesar de cualquier circunstancia, ella jamás me ha dejado solo. Puedo conmemorar cualquier recuerdo en donde pasé por un día difícil, y en todas mis memorias se encuentra ella...

La observo detenidamente mientras ella se encuentra distraída, una costumbre que tengo desde siempre, y hay ocasiones donde pienso que soy demasiado obvio con mi forma de mirarla, hasta que ella cruza miradas conmigo y su indiferencia me lastima más que cualquier golpiza que alguna vez he recibido.

Su melena rubia está desaliñada y sucia, un aspecto que seguramente yo he de tener por igual, ya que el estar durmiendo en el suelo enlodado estos días han sido todo un repertorio de olores desagradables y desesperación por salir de aquí.

—¿Qué piensas? —habla ella sin verme y sobresaltándome.

Me quedo callado pensando que quizá no se dirige a mí, hasta que deduzco que no hay nadie más en este desolado lugar y que soy su única opción. Desde que llegamos a este lugar apenas me ha dirigido la palabra, y las pocas veces que lo ha hecho no ha sido exactamente para preguntarme mis pensamientos, sino para regañarme sobre lo ingenuo e iluso que fui al decidir encontrar a Kassia, Cyprian, y Józef por mi cuenta después de enterarme de la desaparición de La Caja.
Acontecimiento que tan solo terminó dejándonos a Hayanne y a mí encerrados en este lúgubre lugar, secuestrados por un enemigo que no pudimos distinguir cuando nos atrapó a los dos, y que llevamos días sin poder averiguar su identidad.

—Estaba pensando en cómo salir de aquí —miento al final.

—Estás mintiendo —ríe la mujer—, si crees que puedes mentirme después de quince años de conocernos, estás verdaderamente delirando Astori.

Sonrío de lado, supongo que tiene un buen punto. —Estaba pensando en ti.

Ahora sí su cabeza gira en mi dirección, y al mirarme puedo notar asombro en lugar de indiferencia, algo que me alivia hasta cierto punto. —Eso es nuevo —comenta seria.

—Cosas que pasan por mi cabeza al pensar en el tiempo que nos queda aquí —me encojo de hombros.

Lo intentamos todo, para poder escapar de este lugar, sin embargo su soledad y perfecta discreción ha hecho imposible siquiera deducir nuestro paradero. Después de que escuchamos la desaparición de La Caja me convencí que era momento de entrar a la historia y socorrer a mis agentes, Hayanne no dudó en acompañarme por más que no estuviera de acuerdo, no obstante no contábamos con que nos estarían esperando en la sala donde una vez estuvo La Caja.

Un traidor.

Fueron milésimas de segundos, lo que apenas pude distinguir antes de caer inconsciente y despertar al lado de Hayanne encerrados en esta celda.  Ignorantes a nuestro paradero, a lo que ocurría, y a lo que harían con nosotros. Es una compuerta de metal la que se abre y deja caer la comida que debemos compartir, y definitivamente la desaparición de La Caja ha hecho inservibles a nuestras llaves.

—¿Tan fácilmente te das por vencido? —se mofa la hermosa mujer de ojos color miel.

La miro fijamente serio, y un recuerdo nostálgico se posiciona en mi mente, que me hace preguntarme el si le dijera a Hayanne lo que siempre quise decirle, pensaría todavía que soy un cobarde que se da por vencido.

—Una persona que se da por vencida deja de lado el camino, un sabio prefiere tomar otro, pero eso no los hace iguales.

Hayanne ríe un poco. —Ahora eres un sabio.

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