Epílogo: Nuestro Destino

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El viento pega como balas, indistinguibles entre los gritos de enojo a nuestro alrededor, y por más que con los años he estado en batallas, enfrentamientos y disputas, nunca me había sentido tan cerca de mi fin como ahora. Sin embargo, por primera vez en toda mi vida, me siento más acompañada que nunca antes, es curioso ya que, por más que me vi como la responsable de forjar el destino de los demás, nunca me paré a pensar en lo que el mío depararía para mi vida.

Corremos, luchamos, gritamos, lloramos de ira, resistimos cada golpe, y sentimos una fuerza unida que jamás había estado antes. Por más que sé que duelen mis heridas, mi brazo todavía con la herida de la navaja de Edek, mi cabeza, y siento aún mi cuerpo solo a menos de mi capacidad normal debido al poder que usé con La Caja para desaparecer a los Cruentis y traer refuerzos de Paraje del Destino, el ver caras conocidas como las de Myron, Alexander, Grecia, Shockey, Amy, Shila, Hita, e incluso Daniel y Mila luchando lado a lado, es lo que hace que me sienta más fuerza y acompañada que nunca.

La Caja ha sido destruida, todavía no puedo explicar por completo cómo ha sucedido todo exactamente, solo sé que al tomar ese artefacto en mis manos, y pedir con todas mis fuerzas poder forjar de una vez por todas nuestro destino, cada deseo que se acumuló en mí en ese momento se cumplió. Todavía cuento con Rosa, aunque es palpable que la función que tiene ahora es considerablemente baja ahora que La Caja se ha ido y no hay fuente de poder que esté concentrada en algún artefacto.

Los Oradores también se ven afectados por este hecho, y por más que intentan seguir combatiendo a todos con sus poderes restantes, se nota cómo poco a poco van volviéndose más débiles en su aspecto y fuerza. Se ven desorganizados, sus ceños fruncidos, su sudor cayendo en gotas por todos lados, y sus arrugas en sus rostros son ya más notorias, lo cual me parece curioso. No se ven exactamente "viejos", sino que al principio parecían seres hechos de porcelana, llenos de vacío y sin emociones, aunque ahora parece que en minutos les han caído años encima, y se nota lo mucho que el usar sus llaves los está consumiendo justo ahora.

Llego corriendo a donde ellos se encuentran, los cinco pares de ojos se centran en mí y puedo notar incluso miedo en su mirada. Incredulidad combinada con incertidumbre ya que me parece que jamás creyeron que alguien tendría el poder de destruir La Caja. Y si soy sincera conmigo misma, ni siquiera yo puedo creerlo, o comenzar a entender cómo puedo estar parada ahora, aunque después de recibir la ayuda de Anya, pude recuperar lo suficiente mi fuerza, sorprendiéndome el hecho de que mi brazo también ha sanado casi por completo.

Uno de Los Oradores sale disparado en mi dirección, ya que los otros rompen miradas conmigo para luchar contra otros agentes, el que se acerca a mí tiene el cabello oscuro como la noche y sus ojos son totalmente blancos, la imagen de él levantando su brazo y agarrándome del cuello me provoca desconcierto. Me encuentro emboscada por su velocidad y su fuerza, ya que no la había tomado en cuenta antes, por lo que soy incapaz de reaccionar a tiempo y comienzo a sentir una presión en mi cuello que le corta el aire a mis pulmones.

Pataleo tratando de soltarme de su agarre, no obstante me aterra darme cuenta que así como su velocidad es el triple a la de una persona normal, su fuerza también se siente así, y antes de que pueda considerar mis alternativas siento cómo comienzo a perder al consciencia. De repente se escucha un golpe y mi cuerpo se impacta contra el suelo, haciendo que pueda respirar de nuevo, tan solo para que comience a toser con fuerza, y cuando levanto mi vista noto el cuerpo de uno de Los Oradores con los ojos abiertos, un hueco directo en su corazón y su cuerpo envuelto en un charco de sangre.

Cuando me giro a ver al responsable descubro el rostro de mi Comandante, Fazio Astori, con un arma firme apuntando al cuerpo de uno de los que formaron parte de Los Oradores, no hay nada en su mirada, ni miedo, ni incertidumbre, ni vacilación, siento que nunca antes había visto una mirada tan determinada en sus ojos como lo veo ahora. Me permito respirar otra vez con naturalidad, y acepto el brazo extendido de mi Comandante como ayuda para ponerme de pie.
Su rostro esta lleno de magulladuras, sangre y tierra, se nota cansado, envejecido incluso, tiene canas en su cabello que nunca había advertido antes, y si no he perdido la razón, parece mostrar una expresión tan triste, que por un momento dudo sobre si va a llorar. Lo miro fijamente tratando de descifrar su rostro, hasta que siento sus brazos rodearme y abrazarme con fuerza, dejándome sentir por fin que todo va a estar bien, o al menos, que tenemos por primera vez un destino que forjar juntos.

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