{16} A prueba

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La casi invisible lumbre que se logra filtrar apenas por las gigantescas nubes que cubren el campamento, es lo que me confirma lo tarde que se ha hecho, y me cuestiono sobre cuánto tiempo estuve con Niko lanzando cuchillos.

Salgo de la zona de entrenamiento, y apenas algunos soldados se giran a verme de manera despectiva. No me permito concentrarme demasiado en sus miradas para así no generar una pelea y en unos minutos me encuentro ya fuera del lugar. La fría brisa me llega al rostro, y por primera vez me doy cuenta de lo congelada que me siento. Comienzo a calcular mientras camino el cuánto tendría que ganar para comprar un poco más de ropa, ya que desde que entré a ésta misión llevo los mismos jeans y camisa negra.

En cuanto me den mi primera "paga" me aseguraré de comprar algo más limpio, pues a pesar de que en estos últimos día en los que me he bañado, he limpiado tanto mi cuerpo como mi ropa, llega a ser incómodo ponerme prendas mojadas que eventualmente huelen a humedad. Es impresionante cómo han logrado un sistema de pago a todos para supervivencia aquí, trabajar en las actividades no necesariamente te da dinero como tal, sino vales equivalentes al tiempo que estuviste trabajando y esos son usados para comprar cosas que puedas necesitar y comida, una manera de motivar a la gente de aquí y además de lograr que las cosas mantengan un orden.

La sombra del gran hospital abandonado a la derecha de la zona de entrenamiento ya ha sobrepasado su límite, hasta casi llegar a la mitad de toda la sección. Me llega un escalofrío mientras que me adentro al silencioso y frío hospital, que hace muchos años seguramente fue lugar de salvar vidas, y hoy en día podría ser una casa de terror.

Las ventanas están en su mayoría rotas, hay unas letras gigantescas justo en la entrada que son ilegibles por su falta de palabras, dejando que se lea algo como: "HOS T L E L FLO N BEM JI".
El olor es una especie de combinación entre sangre y drenaje, cosa que me hace arrugar la nariz. Es hasta unos minutos después que distingo la puerta más grande indicando la sección de Emergencias en letras rojas y blancas.

Justo en la guardia se encuentran dos hombres grandes, uno afroamericano de grandes labios y expresión dura, y a su lado un hombre que de inmediato reconozco como aquél albino de cejas finas que vi haciendo fila frente a la tienda del viejo Johnny.

Me postro frente a ellos, logrando llamar su atención y que tengan que bajar su mirada para verme. —Vengo a ver a Myron —digo dirigiéndome a ambos en el tono más neutral que puedo.

Es el hombre afroamericano quien se molesta en contestarme un seco "Espera aquí" antes de desaparecer en las puertas de Emergencia y que me quede a solas con el otro hombre de cejas finas.

—No te dirijas a él como Myron —me recomienda con una sorpresiva voz calmada—, sigue siendo el líder después de todo, y si uno no lo toma enserio, nadie lo hará.

Asiento en gratitud por su consejo y no hablamos hasta que el otro regresa. Me guían ambos dentro de la sala de Emergencias por el pasillo largo y blanco, con apenas iluminación de los focos que por algún milagro todavía funcionan. Me pregunto cómo conseguirán electricidad, ya que no he visto ninguna reserva de energía por aquí.

Llegamos hasta una puerta medio blanca que en otro pasado muy lejano seguramente fue una sala de operaciones, y soy guiada dentro. Lo primero que admiro es lo vacía que está, un escritorio de madera es ya decir mucho, además de una silla frente al escritorio y un foco colgando en el centro del techo. Las ventanas se encuentran totalmente tapizadas por pedazos de madera y clavos, y la sombra de una figura sentada detrás de la mesa me hace tragar saliva.

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