{25} Visitas inesperadas

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Siento mi pecho subir y bajar en calma, puedo escuchar un monitor que cuenta mi ritmo cardiaco y por el sonido, me doy cuenta de que ciertamente estoy viva.

¿Es real? Apenas puedo creer el que haya estado tan decidida a mi muerte con tal de que Niko y los demás estuvieran a salvo. Tal parece que Astori me entrenó bastante bien como para que en efecto, la misión sea lo más importante para mí, y esa es la explicación del por qué estuve tan decidida a dar mi vida.

Sin embargo, mientras más lo pienso, deduzco que me importa un comino y medio la misión. Esta condenada "misión" ha sido una pesadilla viviente por meses desde que llegué, y lo único que la ha hecho soportable ha sido gracias a las personas que he conocido. Si alguna vez llegué a considerar dar la vida por alguien, estaba segura que sería por alguno de mis hermanos, o quizá también Hayi y Astori. No obstante, el haberlo hecho por aquél teñido me ha puesto a pensar en que en realidad le he tomado cierto cariño.

No es solo el hecho de que deseé que se convierta en un buen líder y los salve a todos, sino también al haberme dado cuenta de que detrás de aquél frío y rencoroso chico, puede llegar a ser muy agradable. Me voy obligando a abrir mis ojos, y por un momento veo todo borroso, hasta que mi vista logra adaptarse y soy capaz de admirar la misma sala donde desperté cuando me dispararon.

El mareo en mi cabeza y las náuseas ya soy capaz de verlas venir después de la última vez, por lo que no estoy tan grave como habría pensado. Tengo unos tubos que salen de mis fosas nasales y una venda en mi frente, pecho y pierna derecha, no obstante fuera de eso, parezco estar bien.

—Bienvenida —saluda una voz a mi derecha, y me giro para sorprenderme al no ver a Shila como mi doctora como la primera vez, sino en su lugar, se encuentra el mismísimo Niko Pierce, sentado en una silla de metal mientras que me ve con un gesto que luce amigable.

No sé qué decirle al verlo, ya que mis pensamientos se tardan en procesar lo que está pasando, y el pensar mucho en ello solo hace que me duela más la cabeza. —¿Sabes? —comienza a decir Niko sin esperar que yo conteste—. Si tanto te gusta la sala de enfermería puedes visitarla sin tener la necesidad de lastimarte —sonríe de lado—. Digo, en caso de que no estuvieras enterada.

Verlo de esta manera, calmado y simpático cuando se dirige a mí me hace darme cuenta que aquellos tortuosos días fuera del campamento no resultaron ser un sueño, y en efecto Niko es más amable conmigo. Me tardo un rato en analizar su broma.

Trago saliva e hidrato mis labios antes de arriesgarme a hablar. —¿En serio? —casi susurro—. Lo tomaré en cuenta para la próxima entonces.

Se pone de pie y se acerca a mí. —¿Cómo te sientes?

—Mareada —sincero—, confundida y creo que voy a vomitar.

—Es normal —asegura y sonríe de nuevo, dos veces en menos de un minuto, debería de ser un récord para él—, no fue nada permanente o muy grave al menos, solo necesitas descansar mucho y estarás caminando en unos días.

Asiento comprendiendo la información. —¿Qué sucedió con...? —comienzo a indagar al recordar a la temible criatura que me causó tanto dolor, evito temblar.

—Fue eliminado —informa Niko—, cortado en pedazos y quemado por partes para evitar que esa cosa se volviera a pegar —tuerce la boca—. Todavía no sabemos el porqué de su aparente nueva evolución, aunque estamos trabajando en ello.

Me alegra saber eso en realidad, es suficientemente malo el que sean fuertes, rápidos, ágiles y con un olfato y oído muy agudo, el que puedan volver a regenerarse tan solo complica más las cosas. Ninguno de los dos decimos otra cosa por un rato, y puedo escuchar el ritmo calmado de mi corazón.

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