Capítulo 13 - Problemas a montón

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—Bien, la cosa esta así. Mi vida esta de cabeza y no entiendo como paso. Si te lo digo es porque la otra vez, debido al estrés, confundí el teléfono de Alex con una pierna de pollo... creo que tenía hambre. No importa. Sara tuvo un arranque se ira y casi comente un asesinato, papá y Alex aceptaron a esa mujer, nuevamente, en nuestra familia. No me hablo con Alex y Dany es una... ejem, mejor omitimos esa parte.

Mi psicólogo me mira tratando de capturar la mayor cantidad de palabras en mi diarrea verbal. Ladea la cabeza y me da una mirada que lo dice todo, básicamente, que me relaje y le cuente todo desde el principio.

Respiro profundo dos veces. Comienzo desde el principio y más calmada. Desde que papá soltó la bomba... en otras palabras, la noticia.

***

Por más que intente no pude llorar, me sentía traicionada, sí, pero también furiosa de que no vieran que esa mujer volvería a dejarnos cuando se aburra. Por un momento pensé que Alex vendría a buscarme y me pediría disculpas, hablaríamos y él terminaría por comprender que tengo razón.

Para mi sorpresa fue Dorotea la que toco mi puerta minutos después. —Mi niña ábreme. Necesitas hablar con alguien.

Dorotea entra con dos tazas de chocolate caliente. —No hay mal que mi sopa de verduras no calme.

—Esto no es sopa...

—Detalles, detalles —le quita importancia—. Estás molesta, puedo verlo, y con razón, siempre he dicho que tu padre es un insensible en cuanto a dar noticias.

Me recuesto contra el cabecero de la cama poniendo una almohada sobre mis piernas. Agradezco el calor que me brinda la taza sobre todo cuando siento un frio interior.

—Es tu madre, lo quieras o no —el vapor se eleva hacia arriba, es una buena distracción. —Conozco a tu padre desde que era un crio, siempre jugueteando, ensuciándose, jamás hacia caso a lo que le decía. Era una versión tuya y de Alex, un tornado. Tus abuelos no solían estar en casa fue por eso que de niño, John, era muy solitario. Hacer amigos le era difícil y fue de esa manera hasta que fue un adolescente.

»Recuerdo que estaba haciendo mi tarta cuando entro por la puerta, todo cubierto de comida. Lo hubieras visto, desde la cabeza a los pies —nos reímos, ella recordando y yo imaginándolo—, su cabello estaba todo parado. Me reí como nunca antes, no me quiso contar que fue lo que paso, pero su sonrisa. Oh, su sonrisa era del tamaño de la luna. No dejo de sonreír en los dos días siguientes. Supe desde ese momento que algo había cambiado, una persona había llegado a su vida. Mi niño hizo un amigo.

Dorotea sonreía con nostalgia, recuerdos tras recuerdos parecían aglomerarse en ella.

—Trate de sacarle algo, lo que sea, le di verduras tres días seguidos, pero lo soportaba todo con una sonrisa. Recuerdo que estaba limpiando las ventanas, porque parecía que vivía una familia de arácnidos ahí, ahora que lo recuerdo será mejor que...

—Dorotea—la interrumpo.

—Llego una muchacha, muy guapa tengo que admitir, imagínate mi sorpresa al preguntar por John. La mire por algo rato que hasta se puso incómoda. No tuvo que esperar, al perecer un jovencito miraba desde la ventana, un hábito muy malo ya que estamos. Bajo corriendo, lo sé porque podíamos escucharlo claramente, también el golpe que se dio y como intento reprimir su grito. Grita como una niña.

»En ese entonces, Linda era una muchacha amable y dulce. Se convirtieron en buenos amigos, no me sorprendió que después salieran como pareja. Era jovenes, no conocían mucho de la vida y actuaban como si fueran adultos. Unos niños con zapatos grandes, así eran. Al salir de la secundaria se fueron a vivir juntos. Linda quedo embarazada, John creyó que la mejor forma de solucionarlo era casándose. Uno no necesita casarse para hacerse responsable de sus acciones.

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