Capítulo 23 - Te Amo, Helena

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 THOMAS


Tres años atrás.

Corríamos a toda prisa para no llegar tarde a la institución, algunas chicas nos llevaban la delantera, estaban completamente mojadas. Era una bonita vista. No quedaba duda de que los demás opinaban lo mismo.

Estaba tan concentrado viéndolas que me di cuenta tarde de que una venía directamente hacia mí. Lo siguiente que supe era que me encontraba sentado sobre un charco. ¡Un maldito charco! La chica había quedado peor que yo, su uniforme se había levantado un poco. ¿Dije un poco? Más bien mostraba demasiado y como el caballero que soy no le dije nada. A mi lado se encontraban unas gafas de montura oscura, ¿quién usaría unas gafas tan feas?

La desconocida se levantó tanteando el suelo, al darme cuenta de que las feas gafas eran de ella se las acerque para que las alzara. Segundos después me encontraba aturdido por el grito de la desconocida. Resulta que no fue muy caballeroso de mi parte el no mencionarle que su uniforme se le había subido. La mire con detenimiento al momento en que sus ojos azules me miraron. Estaba muy roja, su cabello de un castaño oscuro estaba recogido en un moño desordenado, sus labios tenía un tono rosa que me hizo peguntarme si era natural. Y cuando quise preguntarle ella ya se encontraba en la otra calle. Me levante con pesar haciendo una lista mental de los posibles daños.

Ese día termine volviendo a mi casa con un libro en mi mano. Un libro que no me pertenecía y que por alguna razón decidí tomarlo. Tal vez la próxima vez que vea a la desconocida caiga en mis brazos a que en el frio y mojado suelo.


El cielo se encontraba gris igual que ese día, no había ni un rayo de luz para admirar. Recuerdo que cada mañana tomaba ese camino para ir a la institución. Fueron seis días lo que me tomo volvérmela a cruzar. Esa vez, en cuanto me vio se giró y echo a correr lejos de mí, la seguí como era de esperarse. La seguí durante los días siguientes y cada vez que me evitaba más empeño ponía yo en seguirla. Me convertí en su acosador.

Hoy es un día como ese, ya hace tres años. Un clima que va perfecto con mi estado de ánimo de antes y después.

Cuando conocí a Sam el día era soleado y había un ligero viento, y para mí no tan sorpresa con esa chica también termine en el suelo. Seguramente es común entre los ángeles caer así. Ángeles... que bien suena esa palabra para las dos. Dos ángeles. Dos personas a las que quiero, dos personas a quien he hecho sufrir y al final sé que solo habrá una. Al final tendré que descubrir a quien amo realmente. Esto es una mierda. Se supone que la chica es la que tiene su triángulo amoroso. Por lo menos así es en los libros de Helena. ¿Cómo diablos se supone que voy a resolver esto?

Helena duerme tranquilamente, su cabello se esparce por toda la almohada. Se ve hermosa y tan tranquila yo, en cambio, sigo sin poder pegar un ojo. Mis pensamientos, o mejor dicho mi conciencia, no me dejan en paz.

¿Qué debo hacer? ¿Qué hago si me equivoco?

La luz del teléfono se encendió advirtiéndome que tenía una llamada entrante, había olvidado que lo puse en silencio para que no me molestaran. Desde que llegue no dejo de sonar, al principio solo eran llamadas que ignore y luego se convirtieron en mensajes masivos de: Alex, Alan y Oliver. Ni siquiera sé cómo Alan consiguió mi número. Esos mensajes iban a volverme loco. Todos tenían casi el mismo contenido.

«No seas un cobarde».

«Deja de huir».

«La quieres y la vas a perder».

Dile, NO al AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora