Serenata

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ALEX

Ay, ay, ay canta y no llores

Porque cantando se alegran, cielito lindo, los corazones

Aclaro mi garganta y vuelvo a comenzar.

Ay, ay, ay...

—¿Te duele algo? —Sam asoma su cabeza. Tan oportuna como siempre.

—Estoy ocupado, Sam.

—¿Quejándote?

Mujeres, no entienden nada. —Practico para una serenata.

Me mira incrédula, la ignoro y me concentro en no desafinar.


Estoy nervioso, lo admito. Los mariachis están justo detrás de mí a la espera de mi señal, las luces de su habitación están encendidas. Que suerte. Miro una vez más a los hombres que me ayudaran a conseguir el amor de Sara.

Llego la hora. Es todo o nada.

Comienza la canción. Veo a alguien moverse dentro de la habitación y canto con más fuerza. La puerta del balcón se abre, mi respiración se acelera, esta tan hermosa como siem...

Una mujer en la edad de los cuarenta me mira coquetamente modelando su camisón semitransparente. Mi quijada cae abierta, los mariachis siguen cantando sin importar que la mujer puede llegar a tener la edad de mi nana.

La puerta de abajo se abre y por ella sale Sara desconcertada, pero yo sigo en shock.

—¿Alex? ¿Le trajiste serenata a mi... mamá? —me pregunta. Niego efusivamente sin poder articular palabra, la «mamá» de Sara me está tirando besos.

Esto es escalofriante.

—¿La serenata es... para mí? —vuelve a preguntar, esta vez esperanzada. Asiento.

No dice nada hasta que la canción termina todo se queda en silencio; la madre de Sara arroga una ¿braga?

¡Qué asco! No voy a poder volver a dormir tranquilamente jamás.

Lo siguiente que siento es que impacto con el suelo, Sara se me lanza encima con una abrazo de oso gigantesco y, por fin, puedo mirarla.



Dile, NO al AmorWhere stories live. Discover now