Capítulo 4 - ¿Quién eres realmente?

6.7K 308 18
                                    

Era definitivo, no habría una noche de cine en mucho tiempo, claro que toda la culpa la tiene Alex. Luego del incidente del baño Alan me comento que mi hermano quiso tener «una charla muy amable de hermano mayor». Lo cual si me pregunta explicaría su ojo morado, es difícil saber que hablaron. Alex no fue el único que no se quedo callado, Alan y Sara no dejaban de preguntar por —palabras de Alan— «ese bombón del trasero para morirse» solo diré que fui la única en comportarme como una adulta respecto al tema. En serio, ya ni recuerdo lo que paso ese día solo que tarde me di cuenta que en ningún momento Thomas parecía avergonzado. El tipo es un descarado. Más allá de eso el tema quedo olvidado. En el baúl con llave.

—¿Sam que estás haciendo? —Alex me miraba desde la puerta horrorizado, señalo las hamburguesas que me encontraba cocinando—. No vamos a comer eso, ¿no? Lo fulmino con la mirada y miro mis hambur... discos negros. ¿Cuándo paso? Recuerdo haberlas puesto y luego... luego... no logro recordar.

Alex empieza a dar arcadas. —¡Qué demonios! Sam, esto es asqueroso —agarra la jarra de agua y se la toma entera. Eso explica porque papá se escabullo antes de probar un solo bocado. ¿Tarde? ¡Tarde mi abuela! Salió con una hora de anticipación.

—¿Qué es eso? —pregunta Alan. Entrando sin tocar, vaya novedad.

—Dorotea salió y me encargo cocinar.

—Eso no, Sami, todo el mundo sabe que es mejor mantenerte alejada de la cocina, honestamente cuando tienes ayuda es la única vez que no lo estropeas —frunce la nariz y arruga el entrecejo—. Me refiero a que traes puesto.

No estoy tan mal, traigo unos pantalones un poco anchos y una sudadera de Alex, cómoda para andar en casa. No es como si el idiota fuera a verme, es decir, yo lo vi sin nada. Estaríamos a mano. Quiero decir que preferiría no verlo... ¿Por qué Alan me mira con una sonrisa pícara?

—Lo sabía, estas pensando en el Adonis —¿Adonis?— ¿el dueño del trasero para morirse? ¿El chico desnudo al que espiabas? En serio, Sam, ¿a cuántos hombres espías en la ducha?

Mi rostro se torna de un rojo fuerte, lo cual Alan lo interpreta de otra manera. Una muy pervertida debo decir.

—¡¿Pero qué clase de amiga eres?! Eres una egoísta, no querías avisarme ¿no? Lo que querías todos para ti sola, no se te ocurrió que a mí también me hubiera gustado mirar tantito... —lanzo un suspiro audible— ¿al menos has tomado fotos?

—¡Alan! —grite con todas mis fuerzas, esto ya esta sobrepasando los limites. Mira que yo voy a espiar a chicos bañándose. ¡Ja! Como si tuviera esa necesidad. ¿Qué clase de amigo tengo?—. Eres un pervertido yo no hago esa clase de cosas, lo sabes.

—Por desgracia —me mira con pena—, ¿no has vuelto a ver al Adonis? ¡Ay! Sam, no debes golpearme, me salen moretones muy fácilmente. Deja de golpearme, necesitas ir a control de ira. ¡Baja esa sartén ahora mismo, jovencita!

—Alan.

—¿Si?

—No tengo ningún sartén.

—Lo sé, pero siempre quise decir eso —lo dice con una sonrisa soñadora—. Sam, a veces pienso que te gusta hacerme quedar mal, mira no mas como andas. ¡Qué horror! Espero que nadie que conozca te haya visto así, ¡arruinaría mi carrera como estilista!

Al final Alan logro que me cambiara a —según él— ropa más decente y no salida de un basurero. ¿Lo malo? Escondió toda mi ropa deportiva en algún lado de la casa.

—Mucho mejor —me mira durante un largo rato para verificar su trabajo. Genial, soy la muñeca de Alan. Solo me faltan las coletas.

—¡Sam! —los gritos de Alex se escuchan hasta la segunda planta.

Dile, NO al AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora