Capítulo 6 - Mírame

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Dorotea nos despertó temprano. Hoy había visitas. Genial. Alex está más taciturno que el día anterior, choco con la puerta cuando iba a limpiar el baño, luego se dio contra la mesa cuando iba a por agua. Trate de adivinar lo que le pasaba. A veces se queda mirando a la nada con una sonrisa otras los hacía con el ceño fruncido. La verdad no sé quién lo pasaba más mal si Alex y vaya a saber qué cosas o papá que estaba al cuidado de la Sra. Ross. No nos sorprendió que se ofreciera voluntaria para cuidarlo, lo esperábamos, el que no lo hacía fue papá, me hubiera gustado grabar su cara cuando le dimos la noticia.

Como es costumbre escuchamos a la Sra. Ross grita regañando a papá. —John, ten cuidado, vas a lastimarte.

—¡Aléjate! —le responde papá también a gritos.

Serian la pareja perfecta. Papá sale de su habitación a toda prisa, al salir choca con la mesa y tira en jarrón preferido de Dorotea, sin detenerse baja corriendo... arrastrándose con la Sra. Ross siguiéndole. Vaya, esa mujer sí que está en forma y con unos tacones de unos 10 cm.

—¡Necesito revisarte! —Alex, por fin, sale de su ensueño. Dejamos lo que estamos haciendo para ver la persecución. Papá llega a la planta baja, pero termina tropezando.

Alex hace amago de moverse, pero nuestra vecina, y ahora enfermera, le gana. —Quédate ahí, te voy a ayudar. ¿Te lastimaste? Oh, mi Johnny querido, pobrecito.

Papá vocaliza un «ayúdenme» a lo que mi hermano y yo respondemos un no en silencio. Esa mujer puede ser un poco agobiante, extraña, amante del maquillaje, entusiasta y muchas otras cosas, por sobre todo eso es una buena persona. Una pena que no todos lo vean.

—¿Deberíamos ir a ver como esta? —me pregunta Alex.

—Está en buenas manos —me giro para encararlo. Es cuando estoy a punto de interrogarlo al estilo policía bueno o malo —no me decido— que escuchamos un ladrido. He aprendido a reconocer los ladridos de ese animal. Sam. Dorotea sale corriendo de la cocina con el delantal puesto y resto de harina por toda la cara. Eso es raro.

—Por el amor de Dios, Sam, ve a atender. Es de mala de educación dejar a los invitados esperando. Esta vez voy a sorprender a Lorraine con mi comida, ya verán.

Sin comprender del todo a lo que se refiere reúno el valor suficiente para abrir, tengo el temor de que conozco a la persona del otro lado. Pongo una sonrisa falsa.

—Hola, pas-sen po-r fa-vor —Thomas me mira sin sorpresa alguna. ¿Qué esperabas? Ni que te hubieras mudado de casa. Lo que me inquieta es su forma de mirarme, como si algo hubiera cambiado. Él deja de mirarme y finge no conocerme, es cuando caigo en la cuenta de que dos personas lo acompañan. Una mujer de más o menos la edad de Dorotea me mira con una sonrisa amable, el hombre que la acompaña esta serio... como si hubiera comido un limón y en vez de saludar gruñe.

—¿Piensas dejarnos pasar? —Gruñe de nuevo—. Es de mala educación dejar esperando a las personas.

La mujer le toca el brazo y le susurra un poco fuerte. —Henry, no seas grosero con la hija de John —me mira—, lo siento es que está un poco viejo y eso le vuelve gruñón.

Una vez adentro, Dorotea sale con un pastel en manos con la vista fija en la mujer, corta en varios pedazos y no los reparte. Desde la extraña manera en que Thomas me miro en cuanto llego no ha vuelto hacerlo. Se mantiene hablando con Alex que parece no escucharlo o se limita a comer en silencio.

—Delicioso, Dory, pero le falta un poco de limón —la mirada triunfal que tenía Dorotea desaparece—. Te puedo pasar la receta de mi tarta de manzana, a mi Leoncito le encanta —Thomas se atraganta con el café. Lorraine me mira. —Si vieras como lo come, cada bocado sin respirar, tiene un apetito increíble.

Dile, NO al AmorWhere stories live. Discover now