Epílogo

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Shawn

No había pegado ojo en toda la noche. Lloraba como un idiota.  No me sentía cómodo en mi propio apartamento, no podía dormir sin ella a mi lado. No podía dejar de pensar en por qué terminó conmigo.  Ella pasaba un momento difícil y no quise insistir en pedirle explicaciones.  No quería ponerla en una situación que la estresara más. Yo la amaba sin importar lo que me hubiera dicho. Mi corazón seguía siendo suyo.

Quería creer sus palabras. Que yo no podía dejarlo todo para ir con ella a un lugar desconocido, que no podía dejar a mi familia y amigos. Que tenía que pensar en todo eso.

“Que le den”.
Sí. No me importaba nada más que ella en ese momento. Sólo quería estar a su lado. No me importaba si era en Italia, Bélgica o Australia. Yo la quería.

Siempre había sido un marica sumiso que lo hubiera aceptado, pero ella cambió eso. Ella sacó de mí una parte que no conocía. No me iba a quedar de brazos cruzados y perderla.

Llamé a la aerolínea y me gasté todas mis millas. Mentí bastante para saber en qué vuelo viajaría y conseguir un boleto.

Llamé a Brian para que cuide a Blacky hasta que decidiera cómo hacerlo llegar a Italia conmigo.
Pedí un Uber. Maldije no haber aceptado el coche que me ofreció Cecilia. Hubiera sido más fácil llegar al maldito aeropuerto a tiempo.

El viaje hasta el aeropuerto duró dos horas. Había comprado flores y un oso de peluche que decía te amo cuando apretaba la pancita.

Había visto ésta escena en las películas un millón de veces, donde el chicos la detiene antes de que suba al avión, ella  se  da cuenta que él es el amor de su vida y viven felices para siempre.

Quería creer que sería así. Que el amor de mi vida estaría esperándome. Que ella sabría que yo iría a buscarla.

Pero tendría que haber aprendido que la vida real no es como las películas.
En la fila para abordar, una tierna pareja se encontraba abrazada. Él acariciaba su mejilla y ella sonreía tiernamente.

Quedé en shock vaya a saber por cuántos minutos hasta que le hablé.

—¿Cecilia?

Se dio vuelta sorprendida. Prácticamente dio un salto en el lugar al escuchar mi voz. Era como si hubiera visto un fantasma.

—Shawn. — Salió de la fila y caminó hasta mí. Miró lo que llevaba y sus ojos se cristalizaron. —Te dije que no insistieras.

—¡Él es lo que no te permite estar conmigo!— grité.  Estaba destrozado. Yo, como un idiota, creyendo que ella estaba mal por lo de su padre y en realidad era que había encontrado consuelo en los brazos del maldito rubio británico.

—No es lo que piensas, niño. — trató de calmarme y Wallace quiso acercarse, pero ella lo detuvo. —Tú no entiendes nada.  Te dije que me dejaras ir. ¿Acaso no lo entiendes?

—¡No, no lo entiendo! ¡Sólo sé que me botaste como un perro sarnoso a la calle y ahora estás con ese rubio a los besos! Ni siquiera esperaste a irte. — estaba haciendo un escándalo y todas las miradas estaban sobre nosotros.

—¡CÁLLATE, POR FAVOR!— gritó histérica y lágrimas escurrían por su rostro. —Wallace es mi socio  pedazo de niño imbécil, y nadie estaba besando a nadie. Ya te dije. No hagas esto más difícil, no quiero lastimarte. Por favor, Shawn. Necesito que me dejes ir.

—¿Por qué me dejas y me dices que me amas?— Caí de rodillas rendido. Lloraba. Ella lloraba. Todos estaban callados a nuestro alrededor.

—No lo podrías entender, niño.  Eres muy joven y crees en los finales felices  pero aquí no lo hay. Lo nuestro estaba hecho para romper. Nunca tuvo que pasar. Sólo fuiste un capricho con el cual me encariñé, pero eso no alcanza para una relación. — Me estaba lastimando y ella lo sabía.
Podía verlo en su rostro. Había dejado de llorar y se colocó en aquélla postura de mujer superior que la caracterizaba.

—No digas esas cosas. Yo te amo, tú me amas... Íbamos a ser una familia.

Era patético de ver mi estado miserable. La gente empezaba a murmurar “pobre chico”, “qué maldita” y demás cosas.

—Shawn, yo...— Dudó unos segundos. — Yo no te amo.

Todo me daba vueltas. De golpe el piso se movía, quería vomitar, me dolía el pecho, respiraba con dificultad.

—Dime que es mentira, por favor. — Suplicaba que sea mentira,dolía mucho. Dolía de verdad. No podía creer que todos los momentos que vivimos hayan sido una farsa. Nuestras risas, noches sin dormir, nuestras peleas y reconciliaciones.

Todo lo había roto. A mí, mis sueños y esperanzas. Nuestra familia. Nuestro futuro.

—Bebita, ya nos toca. —La llamó el rubio esperando en la entrada del abordaje.

Ella me miró, luego lo miró a él.  Parecía estar en una encrucijada.

—Adiós, Shawn. Por favor, no me busques.

Y con aquéllo caminó hasta el británico, que pasó su brazo alrededor de sus hombros para luego abordar.

Ella era mi todo.
Llegó a mi vida sin que la esperara y, como un ave que migra, se fue. Dejándome solo, roto y sin sentido”.

FIN.

Sweaters Boy ||S.M||Where stories live. Discover now