Funeral

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—Papá, tenemos algo que decirte.  —Cecilia se aferraba a las manos de su novio con nerviosismo.

Stuart los miró expectante. La boda casi terminaba, los novios ya se habían ido y sólo quedaban los que querían disfrutar de la bebida, música y comida.

—Sr. Leone. — habló el muchacho. — Su hija y yo vamos a casarnos.

El hombre casi escupe su bebida.  Eso no podía pasar. Ella se tenía que casar con Wallace por el bien de toda la familia.

Las peores situaciones golpearon la cabeza de Stuart. Un fuerte dolor invadió su brazo izquierdo y subió hasta su pecho.
No se podría describir lo que sentía el hombre, pero lo más cercano sería como si un elefante se le hubiera sentado sobre el pecho.

—Papá, ¿estás bien?— dijo desesperada la morena al ver cómo su padre se desvaneció. — ¡Llamen a una ambulancia!

Shawn sacó su móvil y llamó a urgencias. Cecilia y su familia trataban de hacer que Stuart reaccionara.

En menos de diez minutos, los de urgencia estaban allí cargando al hombre inconsciente en la camilla. Gianella fue en la ambulancia con su marido y los familiares los siguieron en coche.  Cecilia no se sentía en condiciones para manejar, así que le entregó las llaves a Shawn.

—Tranquila, amor. Todo va a estar bien. Tu papá es un hombre fuerte. —Acariciaba la mano de su prometida con la vista fija en el camino.

Llegaron al hospital. Gianella ya estaba allí y habían ingresado a su padre.

—¿Qué te dijeron?— Cecilia abrazó a su madre con fuerza.

—Tuvo un infarto y lo van a llevar a cirugía porque tuvieron complicaciones. — La mujer lloraba. No sabía lo que iba a ser de su vida si perdía a su esposo.  Era su mejor amigo, el hombre con el cual compartió veinticinco años de casados y cinco de novios.

—Tranquila, mami. Todo va a estar bien. Papi va a estar bien.

Cecilia no podía llorar en público. Era algo que directamente se bloqueaba en ella. Todos la veían como inhumana y sin corazón porque hasta el chofer lloraba por Stuart y ella nada. Se mantenía firme, fría y distante. Ésa fue la forma en que ella aprendió a manejar la presión y si no lo hacía de aquella manera se desmoronaría. 

Cuando vieron que la cirugía sería algo de toda la noche, la morena decidió ir al baño a fumar. Necesitaba descargarse o explotaría.

Se sentó en el váter en uno de los cubículos y encendió un cigarrillo que le había robado a Wally en la mañana y lo había dejado en el escote de su vestido.
La calada inundó sus pulmones de ese humo mentolado que fumaba el británico. Soltó el humo lentamente y un poco de tranquilidad apaciguó sus nervios.

—Amor, ¿está todo bien?— preguntó Shawn entrando al baño.

Era la primera vez que la veía fumar y eso llamó su atención.

—No, nada está bien. Mi padre se está muriendo y es mi culpa. —La morena creía que el infarto fue culpa de la noticia de que Shawn y ella se casarían.

—Amor, nada de esto es tu culpa.  Son sólo cosas que pasan. —Se puso en cuclillas frente a su amada y corrió el cabello de su rostro.

—Si no le hubiéramos dicho lo del compromiso, nada de esto estaría pasando. —Lloraba. Sí, con Shawn ella se sentía segura de llorar, de ser frágil. Quería que la protegiera, que hiciera que todo eso parara.

—Deja de culparte, por favor, y piensa en otra cosa. No sabremos nada hasta que los médicos no terminen de atender a tu papá, así que hazme el favor de no pensar de esa forma.— Le quitó el cigarrillo y lo apagó. Siendo sobreprotector, aquéllo no era bueno para la salud de su novia.

Sweaters Boy ||S.M||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora