Vodka,recuerdos y amor

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—¿Segura que quieres hacer esto?— El castaño abría la puerta de su apartamento.

—Sí.  Ya me cansé de ser la niña de papá. Tú eres mi novio les guste o no. — La morena lo abrazó por la espalda para luego llevar su atención a la pequeña bolita de pelos negra que maullaba esperando en la entrada. — ¿Y éste bebé?

Cecilia amaba los gatos así que lo primero que hizo fue cargar al animalito.

—Me lo trajo Brian en un intento por consolarme. — El muchacho acaricio al gatito. — Se llama Blacky.

—¿De verdad le pusieron un nombre tan tonto?— Lo miró horrorizada.

—Copito tampoco es un nombre fabuloso. — dijo el castaño en tono burlón.

—Por cierto, tu hijo no come desde que no estás en casa. Hace huelga de hambre. — Cecilia hizo un puchero. — Y creo que odia a Wally.

—No creo que aquél gordo no coma. — Rió el castaño, que estaba de buen humor.

En un par de minutos juntaron todo las cosas del castaño y las llevaron al coche. La morena le dio las llaves del coche.

—¿Conduces tú?

Nunca dejaba que conduzcan sus coches, pero ahora estaba hipnotizada con el animalito y no quería soltarlo.

—Nunca conduje un deportivo. — El castaño la miró con los ojos completamente abiertos.

—Es como cualquier coche, sólo que este llega a 200km en segundos. — sonrió pícara.

—Esta bien. Si nos estrellamos será tu culpa. — Rió Shawn.

Se sentó al volante. El único coche que conducía de vez en cuando era el familiar de sus padres o el viejo coche de Brian.

El rugir del motor era una sensación indescriptible. De los cuatro coches de Cecilia ése siempre fue el que más llamaba su atención. No entendía la afición de una mujer por los coches de alta gama y la velocidad, pero su novia no era una chica común.

Pisó el acelerador con delicadeza y en cuestión de segundos el velocímetro llegó a 120. El Audi R8 blanco ni siquiera vibraba, apenas se sentía el sonido de cómo cortaba el viento y la canción que se reproducía.
Se sentía un niño con un juguete caro y lujoso. Cecilia lo miraba con una sonrisa burlona.

—¿Qué?—  preguntó volviendo a la realidad.

—Eres como un niño. — rió la morena. — Creo que tendrías que elegir uno de los coches para que dejes de gastar en Uber.

—¿Lo dices en serio? Ni siquiera me dejas respirar cerca de ello ¿y ahora quieres que use uno?—  Levantó las cejas con sorpresa.

—Vamos elige: el Audi, la Rover, el descapotable o el Camaro. —  Cecilia estaba emocionada de que iban a ser una familia. —El único que no puedes elegir   es el Mustang.

—¿Por qué?  Mejor uso cualquiera si lo necesito. Nada más. — No le gustaba la idea de usar los coches pero, por otro lado, conocía a su novia para saber que no se iba a dar por vencida. — ¿Mustang? No recuerdo ningún Mustang.

—Es nuevo. — contó. — Me lo regaló mi padre. Era de mi abuelo.

—¿Querías mucho a tu abuelo?— preguntó el castaño recordando la carta que le dio Wallace.

—Era el mejor abuelo del mundo. Siempre creía en que yo podía lograr todo lo que me propusiera. — Cecilia se puso un poco melancólica al recordar al Don Leone.  El hombre fue su más grande apoyo e inspiración en su niñez y juventud. —  Él te hubiera amado. No tenía problemas de clases sociales como mis padres. Él era un simple inmigrante italiano que hizo todo lo que tuvo a base de esfuerzo y trabajo, pero mi padre logró todo con carisma y buenas influencias.

Sweaters Boy ||S.M||Where stories live. Discover now