Invitados no deseados

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— Shawn, tienes que dejar de alimentar a este gato. — Se quejó Cecilia cargando a su bola de pelos entrando a la cocina.

Era el bendito día del trabajo así que pasarían todo el día en casa sin hacer nada y probablemente teniendo sexo en cada habitación o lugar que se les diera la gana.

— Creo que también tengo que dejar de alimentarte a ti. Tu trasero ha aumentado una talla.  — Dijo el castaño hurgando la nevera en busca de los materiales para preparar el desayuno.

— ¿Me esta diciendo gorda?— Fingió ofensa.

— No, sólo digo que tengo que darte más ensaladas. — Bromeó el muchacho.

— ¿Si fuera gorda me dejarías de querer?— Dijo en un puchero.

— No, te amaría igual. — Le dio un corto beso en la sien.

— ¿Y si fuera calva? —la morena  seguía comportándose como una adolescente enamorada aferrándose por la espalda a la cintura del castaño,que cortaba unas frutas.

— Te amaría igual. — Sonrió. Le gustaba verla de tan buen humor.

— ¿Y si fuera vieja? — Mordió la espalda desnuda de su novio de manera juguetona.

— Te voy a amar siempre. No importa si eres vieja, gorda, calva, gruñona, loca o lo que seas. Siempre te voy a amar. — Shawn no la miró pero pudo sentir como escondió su rostro contra su piel por la emoción y sonrió.

El timbre sonó sacándolos de su burbuja de amor.

—Amor, ve tú. Seguramente es la señora Willis quejándose del ruido de anoche otra vez. — La muchacha hizo un puchero robando una de las fresas recién cortadas para llevársela a la boca.

— Está bien. No toques nada. La última vez casi incendias la casa.

Y no era mentira. Tuvieron que usar el extintor para apagar el fuego de su intento frustrado por hacer muffins.

— Está bien. No toco nada. — Levantó las manos en señal de inocencia.

—Señora Willis, le vuelvo a pedir disculpas por el ruido, pero es que mi novia no sabe contener... — Shawn quedó mudo al ver que no se trababa de la vecina molesta. Había una pareja de unos cincuenta años vestidos de manera ejecutiva y un muchacho rubio de unos veinticuatro años que vestía un traje sport.

¿Quiénes demonios eran? Fue lo primero que vino a su mente. Los tres sujetos clavaron su vista en el muchacho, que sólo vestía shorts y calcetines.

Cecilia,al notar que su novio se tardaba, decidió interceder. Aquélla mujer arpía solía ser densa.

— Ya le dije mil veces señora Willis. Pagué mucho dinero por esta casa para poder hacer lo que quiera y si quiero gemir como gata en celo a las dos de la madrugada puedo hacerlo. — Habló acercándose a la puerta para casi morir en ese mismo instante. — Papá, mamá ... Wallace.

Los mencionados la miraron esperando una explicación de la situación. Ella atinó a tomar una bata de el armario junto a la puerta y cubrirse ya que sólo llevaba un pequeño camisón de seda rosado.

— Vinimos a darte una sorpresa pero al parecer nosotros somos los sorprendidos. — El primero en hablar fue el padre.

— Pasen. No se queden afuera. — Dijo cuando pudo reaccionar.  Shawn aún callado y muerto de vergüenza les dio el paso.

El rubio lo inspeccionó de arriba a abajo, se quitó el abrigo y se lo arrojó como si se tratara de un botones de hotel.

— Toma,niño. Cuélgalo por mí. — El rubio habló de manera despectiva y con superioridad.

Sweaters Boy ||S.M||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora