Breakeven

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—Buenos días, hermosa. —Shawn se seguía sintiendo culpable por la discusión de la noche anterior y trató de hacer las paces con su novia.

—Déjame dormir. —  Se quejó la morena, que se había pasado gran parte de la noche con vómitos pero no despertó a su novio.

—Está bien. Me voy a duchar por si quieres venir. — Trató de tentarla. Ella nunca se resistía a una dosis de sexo mañanero.

—Ya te dije. No quiero que me toques. Sigo enojada. — Se tapó hasta la cabeza con la sábana.  Sabía que era ridículo e inmaduro  actuar de aquella forma por un simple beso, pero no podía controlar sus emociones últimamente.

—Sólo comenté. — Dijo Shawn y se fue al baño.

Cecilia trató de conciliar sueño nuevamente. Pensaba reportarse enferma en el trabajo. Estaba completamente desganada y  con ganas repentinas de llorar sin ninguna razón.

—¡Lo odio!— exclamó destapándose de manera dramática y poniéndose de pie de mala gana. El ruido de la ducha no la dejaba concentrarse.

Fue hasta el baño a lavarse los dientes. Dichoso espectáculo apreciaron sus ojos: el castaño estaba de espaldas con la mano apoyada en la pared y el agua corría por su espalda resaltando cada músculo de ésta. Casi podía jurar que se lo estaba haciendo a propósito para que ella se duchara con él.

Se resistió y siguió cepillando sus dientes. Shawn lavaba su cabello sin percatarse de que ella lo estaba mirando como una acosadora. Aplicó jabón en la esponja y acarició su pecho.
Cecilia de repente se sentía húmeda y caliente. Nunca antes se había excitado tan rápido y en tan poco tiempo. Últimamente su cuerpo funcionaba diferente.  Tenía esos antojos repentinos y no sólo de comida.

Enjugó su boca y con pijama, que consistía en una camiseta blanca con la frase «Sweet Things»  en naranja y unas bragas de algodón blanco, se metió en la ducha totalmente decidida y abrazó a Shawn por la espalda.

—Hazme el amor ahora mismo. — No fue una orden, fue una súplica. Lo necesitaba y mucho en ése momento.

Shawn se volteó encontrándose con lo más tierno y sexy que pudo haber imaginado. La camiseta se pegaba a sus pechos y ella tenía las mejillas rojas y los ojos más negros de lo normal por la excitación.

—Como ordenes. — susurró cargándola y obligándola a enredar sus piernas alrededor de su cadera. El cuerpo de la morena pegó contra los fríos azulejos. Ambos estaban empapados y rojos por el calor y vapor del agua.

Cecilia enredó sus dedos en el cabello de su novio buscando sus labios de manera desesperada.  Sus lenguas se fundieron en una y Shawn dejó escapar un gruñido del fondo de su garganta, que hizo sonreír a la morena.

El muchacho acariciaba los pechos de su novia por sobre la tela mojada de la camiseta, logrando que está gimiera sin contenerse.

—Ahhhhh, bebé. Necesito más. — Alcanzó a decir entre jadeos.

Sin más preámbulos, el muchacho apartó las bragas de su acompañante y la penetró de una sola embestida. Ella se aferró a los hombros de él con fuerza.
Todo su cuerpo se tensaba con cada embestida propiciada por su pareja. No podía contener sus sonidos y probablemente no estaba siendo nada discretos.

Shawn entraba y salía de la muchacha lo máximo que la posición en la que estaban le permitía. Estaba haciendo uso de todas sus fuerzas para sostenerla y no dejarse vencer por el placer que debilitaba sus músculos.

La morena comenzó a acompañar los movimientos del castaño. En busca de profundizar las embestidas prácticamente brincaba sobre el miembro del muchacho, que hacía un esfuerzo por no dejarlos caer a ambos.

—Me corro, bebé. —Anunció la morena, que no pudo aguantar su orgasmo. Sabía que al castaño le faltaba por llegar, pero no pudo contenerse viniéndose en un sonoro grito ahogado.

El castaño detuvo sus movimientos y la dejó nuevamente en el suelo con delicadeza. Él estaba insatisfecho, pero su morena sonreía como una niña satisfecha y tranquila.

—Lo siento. — trató de arrodillarse para terminar lo que había comenzado, pero Shawn la detuvo.

—No importa, amor. — La rodeó con sus brazos. Sabía que se iba a arrepentir de eso porque iba a dolerle el hecho de quedarse a medio acabar, pero la actitud de su novia en los últimos días le preocupaba más. —Ahora, ¿me vas a decir qué está pasando?

Cecilia levantó la mirada encontrando una  media sonrisa dulce de su novio esperando una explicación sobre su actitud.

—No sé a qué te refieres. —Evitó la pregunta. No estaba segura de decirle lo que creía que estaba pasando.

—Me refiero a tus cambios de humor repentinos, antojos incontrolables, llanto sin sentido y los vómitos. — Levantó una ceja con obviedad. —¿Hay algo que quieras decirme?

—Puede que esté embarazada. — Sí, lo dijo sin más.

Los ojos de Shawn se cristalizaron y se dejó caer de rodillas pegando su rostro al vientre de la muchacha.

—Me haces el hombre más feliz del planeta. — Estaba llorando de la emoción. Todo su lado romántico afloró en cuestión de segundos.

—No exageres. Me vas a hacer llorar. — Chilló Cecilia igual de emocionada. —Además, es sólo un tal vez. No confirmé nada aún.

—La sola idea me hace afortunado. — Se puso de pie y la besó con dulzura, apreciando cada instante de aquél beso.

Se terminaron de duchar y luego bajaron a desayunar. La familia no se levantaba, así que tenían la cocina sólo para ellos.

—Voy a prepararte un batido de arándanos. Tiene fitofenoles y vitaminas que serán buenas para el bebé. —Shawn estaba en las nubes. Iba a ser papá con la mujer que amaba. No podía pedirle nada más a la vida.

—¿Bebé?— Un Wallace pálido y sorprendido se quedó petrificado en la puerta. —Ustedes...

—Wally, no lo sabemos pero puede que sí. —Dijo Cecilia que, por un momento, bajó de su nube.

—Felicidades entonces. —los felicitó con una falsa sonrisa.  Dolía y dolía mucho. Era su niña y ahora esperaba un bebé de alguien más.

—Gracias. — Dijo Shawn, que por su euforia no se daba cuenta que el rubio sufría. —Hoy vamos a ir al doctor a confirmarlo.

—Wall, ¿estás bien?— Cecilia se preocupó por lo pálido que estaba.

—Sí, es sólo resaca. —Mintió. — Mejor me voy a  la cama de nuevo.

—Dinos si necesitas algo. —dijo Shawn.

—Tranquilos. Estoy bien. Disfruten de su mañana y de su bebé. — Wallace salió de la habitación antes de que lo vean llorar. Ahora sí que la había perdido y no había vuelta atrás.

Ya no eran Wallace y Cecilia contra el mundo. Ya no eran dueños del corazón del otro. En ese momento recordó el estúpido tatuaje y lo efímero que era el amor. A sus diecisiete parecía que lo de ellos sería para siempre y ahora ya no había nada.

Sweaters Boy ||S.M||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora