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El ambiente de los supermercados los domingos por la tarde, casi noche, era algo que no sabía que me gustaba tanto. Lo más seguro era que me gustaba por la compañía.

No solía salir a comprar mucho, solo cosas de limpieza y de desayuno, la verdad era que si no fuera porque hago ejercicio ya tuviera sobre peso por la cantidad de comida rápida que consumo. Intenté aprender a cocinar, lo juro, pero simplemente no es lo mío.

En cambio ella está en su mundo, escoge algunas cosas que dice que su mamá no la deja tomar cuando hacen las compras, le dije que podía tomar lo que quisiera y ella acató mis palabras con mucha confianza. Aprovechaba yo también para comprar lo único que se me daba bien, artículos de limpieza, entre una que otra cosa que me llamaba la atención.

—¿Te gusta el helado de pistachos?— sostiene un envase mediano de helado.

—Nunca lo he probado, pero si quieres podemos llevarlo y lo pruebo— digo sin cuidado, no puedo decirle que lo deje cuando se ve que lo quiere mucho—. Conozco un lugar donde venden el mejor helado frito, ¿Lo has probado?— niega con la cabeza— Podríamos ir un día de estos, de seguro que te encantará.

—Lo que me va a encantar es pasar el tiempo contigo más que todo— sonrío por su indirecta aprobación de una próxima salida— a menos que quieras comprar otra cosa ya yo estoy lista— digo que no con la cabeza echándole un vistazo al carro de compras.

—¿Vas a hacer comida para la cena de cuantos días?— yo no sabía nada de cantidades a la hora de cocinar pero se veía como mucho para preparar una cena.

—¿Crees que mi buen corazón va a dejarte sin comida casera para mañana sabiendo que no cocinas nada y que comes muy mal?— camino a su lado, ella conduce el carro de compras, nuestros brazos chocan y vamos a un ritmo lento.

—¿Cómo sabes que como mal?

— Porque te veo comer todos los días.

—Así que me ves todos los días— le digo con un tono acusador y una sonrisa.

—Estudiamos juntas, claro que te veo todos los días— arruga la cara como si no tuviera sentido lo que yo estaba insinuando— y tú también me ves a diario, no creas que no lo noto.

Me quedo sin palabras, con un cosquilleo en el estómago de esos que te dan cuando has sido atrapado. Sin embargo me calma su guiño con su risa dulce cuando llegamos a la caja a pagar,  estoy más que consciente de que a ella no le molesta que yo la mirara. Ahora que lo pienso, hubiera sido muy extraño que ella no se diera cuenta de que la miraba mucho, digo, no soy la mejor para guardar secretos ni fingir, mucho menos para disimular.

Esa conversación no arruina el ambiente entre nosotras por supuesto, el trayecto corto del supermercado a mí hogar la pasamos más que todo cantando. Tiene una voz muy bonita, hubiera sido una excelente mariachi. Escalofríos me daban cada vez que me daba besos en la mejilla, sin razón aparente, lo hacía más que todo cuando se emocionaba mucho con una canción y yo la atrapaba con la mirada, veía esa vergüenza de que la haya visto en esa faceta, y me daba besos, creo que con la intención de que ignore y olvide lo que haya visto. No funcionó, porque quedarme con ella siendo tan despreocupada en la memoria va a ser algo que nunca voy a olvidar.

Dijo que mi apartamento le parecía lindo, y tomándola de la mano la llevé a la cocina, prometiéndole darle un tour luego.

—¿Eres de esas personas que les gusta cocinar sola?, digo, que no le gusta tener a nadie alrededor— indago cuando estamos sacando las compras.

—No, me gusta la compañía. Pero odio, odio— refuerza sus palabras al repetirlas— que intenten corregirme o decirme cómo hacer algo que sé hacer en la cocina, si quieren que sea tal cuál ellos creen que es pues que cocinen ellos— la pasión y el enojo con el que dijo lo anterior me ha dado mucha risa, cómo puede verse tierna incluso hablando de cosas que la enojan.

Master Game | CamrenWhere stories live. Discover now