Capítulo 23

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Estaba oscuro y sentía que su piel se quemaba con cada golpe del viento frío de la noche, y no entendía porque, ya estaba acostumbrada a estar encerrada en un cuarto, donde con el pasar de los años se tornó húmedo y frío.

Siente como, poco a poco, sus energías se acaban, su respiración tornándose mas pesada, sus pies descalzos y maltratados parecía que en cualquier momento dejarían de sostenarla sobre sus plantas, sus piernas delgadas eran apenas capaces de sostener su peso, que no era mucho en realidad.

Se detuvo en una esquina para tratar de recuperarse, pero sabía que no debía perder mucho tiempo en eso, seguramente ya se habrán dado cuenta de su ausencia y, por lo consiguiente, comenzado a buscarla. Solamente esperaba que Haku estuviera bien y no le haya pasado nada malo. El joven había arriesgado mucho al ayudarle a escapar y si se daban cuenta de eso, seguramente lo matarían, como pasó con doña Chiyo, cuando ella le ayudó a escapar con su pequeño bebé, pero la encontraron y lo único que pudo hacer fue dejar a su hijo frente a un orfanato, del cual ya no recuerda ni el nombre, en un intento de brindarle un mejor futuro. La paga de aquella traición fue la muerte para doña Chiyo.

La mataron frente a ella y luego la golpearon, pero nunca les dijo donde había dejado a su bebé. Ella nunca supo porqué no la mataron. Tal vez esa fue la forma que utilizaron para castigarla, dejándola vivir, haciéndola sufrir día tras día. Ni siquiera sabe como es que aún sigue mentalmente saludable. Tomando en cuenta que estuvo encerrada por 21 años en un cuarto oscuro donde no había mas que una pequeña, muy pequeña ventana por donde entraba aire y luz, la comida se la daban por medio un pequeño espacio en la parte inferior de la puerta. Ni siquiera es capaz de explicarse así misma como es que sigue viva.

Algunas veces su secuestrador entraba al cuarto para burlarse de ella, por haber preferido a Minato antes que a él.

Las luces de la ciudad lastimaba sus ojos y tenía que llevar una de sus manos levantadas para que la luz no le diera directamente en ellos. vió hacia el frente y está segura que su rostro se iluminó cuando leyó el gran letrero que había en la fachada del Hospital Senju y agradeció a todos los dioses el no haberse equivocado de dirección, aunque le costó mucho identificar las calles por las cuales cruzaba, pues Tokio había cambiado mucho a lo largo de los años.

Se apresuró más, temiendo ser encontrada por su secuestrador y ser llevada de nuevo. Si entra al hospital, si tan solo entra allí, podría asegurar su libertad.

Para cuando llegó a la entrada, los guardias de seguridad no querían dejarle pasar y ella se desesperó.

Seguramente creían que era una persona de la calle que entraría para pedir limosnas a los familiares de los pacientes. Se recargó en la pared y cerró sus ojos, sentía que en cualquier momento perdería la conciencia.

—Por favor— dijo, su voz sonando entrecortada y oxidada. Acercándose a la entrada, de nueva cuenta.

—Señora, lo siento mucho, pero no puedo dejarla pasar— el guardia se veía muy apenado por el estado en que se encontraba la mujer. Por un momento pensó en dejarla pasar como una paciente, pero si la mujer no tenía como pagar, de nada serviría hacer la caridad.

Se quedó pensativo, bueno, el podría pagar. Estaba a punto de decirle que si cuando ella habló de nuevo.

—Shi..zune....

La enfermera giró su cabeza hacia donde le llamaron y cubrió su boca al ver aquella mujer que creyeron muerta. Kushina Uzumaki, parada en la entrada del hospital, maltratada y con su cabello rojo opaco, pero era ella, estaba segura.

—¿Kushina?

Preguntó con el corazón en la boca y esperando una respuesta afirmativa. La mencionada hizo un gesto afirmativo y Shizune rápidamente se acercó a ella.

—¡Por Kami! ¿Qué te han hecho?. ¡Tsunade-sama! ¡Tsunade-sama!— gritó.

La rubia salió de su oficina enojada, pero a la vez alarmada por los gritos de su asistente. Y jadeó al ver a la mujer de cabellos rojos que Shizune trataba de llevar a una camilla.

—Es Kushina-san.

En el hospital comenzaron los murmullos y pronto había un montón de gente amontonada al rededor de la camilla y tomando fotografías.

Tsunade apartó a todos de allí y llevó a Kushina a la sala de cuidados intensivos. El estado de Kushina era grave, se miraba a simple vista que estaba desnutrida y eso implicaba que, muy probablemente, tenía anemia. Su piel estaba verde y helada. Sus ojos, que alguna ves fueron de un lila hermoso, estaban marchitos y con una mancha negra muy notoria debajo de sus párpados, sus labios resecos y rajados. Su cabello estaba tan opaco que casi parecía blanco. La kushina con el hermoso cabello rojo y largo había desaparecido, la persona que estaba frente a Tsunade no se acercaba, ni siquiera, a la sombra de lo que era Kushina antes. Tsunade se preguntó si en verdad era ella.

—Minato...— dijo entrecortadamente. —Él....es inocente— dijo.

Las manos de Tsunade temblaban ligeramente y tuvo que usar su inhalador, porque estaba teniendo una exacerbación asmática.

—Minato es inocente— volvió a repetir, y pequeñas lágrimas corrían por sus mejillas. Recordando que su esposo estaba muerto. —El era inocente. Él murió por mi culpa— dijo, creyendo que si hubiese aceptado la propuesta de Rasa, al menos su esposo e hijos estuvieran juntos, pero ella, en su egoísmo, decidió destruir a su familia al no aceptar aquella propuesta de infidelidad.

—Tranquila— dijo Tsunade y con señas le dijo a Shizune que sacara a las demás enfermeras. —Minato no está muerto— Kushina le miró y la ilusión estaba completamente dibujada en su rostro.

Kushina no estaba en condiciones de analizar aquellas palabras, decidió creer en las palabras de su suegra y dejó que el sueño y cansancio la dominasen.

—Fue Rasa— susurró. Sus párpados se cerraron y su respiración se tornó suave y calmada. Tsunade comprendió que el cuerpo de ella estaba exhausto y debía descansar, así que se dispuso a proceder con los análisis y conectar sueros y el electrocardiógrafo a Kushina.

Shizune entró por la puerta, una expresión de dolor dibujada en su rostro.

—¿Quien pudo hacerle esto?— preguntó.

—El mismo que dañó a mi hijo, Rasa. Debemos avisar a Minato y Jiraiya.

—No creo que sea buena idea que Minato venga al hospital.

—Concuerdo contigo, pero no esto y dispuesta a ocultarle esto a mi hijo. El merece saberlo. Además, con esto el ya podrá proceder legalmente contra ellos. Esta es la prueba que ellos necesitan para demostrar su inocencia.

—Hai— dijo Shizune y salió dispuesta a dar la noticia a Minato y Jiraiya. Mientras pensaba que las cosas se complicarían más de ahora en adelante.

SasuNaru ~El Lado Luminoso de la Vida~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora