52. Las luces de Madrid

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Son casi las siete cuando las primeras luces de la capital hienden la noche. Dani pega la cara al cristal, asombrado por lo hermosa que parece la ciudad de lejos. Lleva toda su vida viviendo en un pueblo y, aunque no es la primera vez que se va de viaje, lo ha hecho en ocasiones muy contadas.

Coge su teléfono y llama a Julia. Le prometió que la avisaría en cuanto llegasen a la ciudad. Ella se había empeñado en acompañarlos adonde quiera que la pista les llevara; no se fiaba de tres mocosos aventureros en busca de un loco perdido, y la verdad es que hacía bien. Ella les dice que los esperará en la estación de Peñagrande. Se lo dice a los chicos y, aunque no les hace demasiada gracia, tampoco les queda otra que aceptar.

—Si tu hermana quiere acompañarte muy bien, pero que a nosotros que no nos moleste —sentencia Andy.

—No nos molestará. Solo está preocupada —se justifica.

Cuando el bus entra a la estación, los chicos cogen sus mochilas y se dirigen a los andenes del metro. Todo está muy concurrido y se le hace un poco extraño. Andy y Raquel, por su parte, parecen muy contentos de volver a la ciudad en la que vivieron toda su infancia.

—¿Quién no querría vivir aquí, Dani? Hay tanto que hacer, tanto por descubrir... —suspira Andy.

—Hablas igual que mi hermana.

—No seáis tontos. Madrid tiene sus ventajas, pero puede llegar a ser muy agobiante... —les responde Raquel alargando la "u".

Dani lo entiende cuando bajan a la estación de metro. Hacía mucho que no veía a tanta gente junta. Y cuando se suben al tren, ¡qué agobio!, apenas puede encontrar un hueco ni para estar de pie entre la marea de gente. ¿Cómo será esto en hora punta?

Andy saca un pequeño mapa de metro que ha cogido y lo extiende entre los tres. Señala la línea de color gris.

—Nosotros estamos yendo por la línea seis —les explica—. Hay que bajarse y hacer transbordo aquí, en Avenida de América. Allí cogeremos la línea naranja hasta Peñagrande.

—Ajá —dice Dani un poco perdido.

—No te preocupes, no es tan difícil como parece. Además, Raquel y yo estamos acostumbrados a esto.

—Qué recuerdos —comenta su hermana.

Se quedan mirando cómo el tren pasa las estaciones dejando y recogiendo viajeros, a gran velocidad. El mundo parece pasar más lento y a la vez más rápido dentro del tren. Los pasajeros, los pocos que han tenido la suerte de encontrar un asiento, van todos pendiente del móvil o dormidos. ¿Cómo se sentirá coger el metro todos los días para ir al trabajo?

Al fin, tras unos cuarenta y cinco minutos de trayecto, llegan a la estación de Peñagrande. A estas alturas Dani está tan nervioso que cree que va a vomitar el corazón en una esquina. Los otros dos chicos parecen sentirse igual; sobre todo Andy, que no para de temblar y que se ha vuelto dulce como la miel a la hora de tratarle. Debería ponerse nervioso más a menudo...

Nada más salir de la estación está Julia, esperándoles apoyada en la barandilla de la boca del metro. Saluda a su hermano con un cálido abrazo y a los otros dos con dos besos de cortesía. Ella, les explica, no quiere interferir en lo que tengan que hacer, pero era la condición que puso para convencer a los padres de Dani de que le dejasen ir.

—¿Cómo se llama el sitio?

—Tienda de discos Skull Stereo —responde Raquel—. Se supone que está aquí, en el Barrio del Pilar. Nosotros vivíamos aquí hasta hace unos años, así que en teoría no deberíamos perdernos...

Por si acaso, Raquel saca su móvil y escribe la dirección de la pista en Google Maps. La tienda de discos que mencionaba Miguel está justo enfrente del parque de la Vaguada, a apenas diez minutos andando.

—Es aquí —dice señalando la pantalla. También le tiemblan las manos.

—Joder, estamos muy cerca —murmura Andy.

Se ponen en marcha, más corriendo que andando. Dani va tan distraído que por poco no lo atropella un coche en un paso de peatones. Se salva porque Raquel tira de él hacia atrás justo cuando está a punto de cruzar sin siquiera mirar la carretera. Casi no puede ni mirarla a la cara desde la conversación del autobús, ¿y ahora también le debe la vida?

—De nada —dice la chica, medio riéndose.

Mientras tanto, Julia no puede evitar observarlos a los tres e intentar averiguar qué clase de relaciones se cuecen entre ellos. Al principio se extrañó al ver a Andy, ya que tenía una cara muy afeminada. Por si acaso ha preferido no comentar. En cuanto a Raquel... es una chica curiosa, extravagante, activa, y parece llevarse muy bien con Dani. Suspira. Ojalá su hermano hiciese buenos amigos de una vez por todas.

Al fin llegan a la tienda. Está escondida en un callejón, así que cuesta un poco encontrarla. Por su aspecto pasaría fácilmente por una tienda de antigüedades.

—Me quedaré fuera —se despide Julia.

Sin esperar a nadie, Andy empuja la puerta y entra. Todos contienen el aliento.

Puente. Febrero. Demasiado tarde.Where stories live. Discover now