41. Una extraña amistad

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—Tenía entendido que no queríais saber nada más de mí —se mofa Dani—. ¿Os habéis dado un golpe en la cabeza?

Raquel abre la boca para responder, pero Andy se le adelanta.

—No, pero como sigas así el que se va a llevar una buena ostia vas a ser tú.

—Lo hemos pensado mejor —intenta mediar Raquel—, y creemos que entre los tres tal vez podamos continuar las pistas y seguir buscando información...

Dani se los queda mirando, como debatiéndose sobre si mandarlos a la mierda por haberle tratado así o aceptar una ayuda que sabe muy bien que necesita.

—Pero ¿a qué se debe este cambio de opinión?

—Hemos visto el vídeo —responde Andy—. Sabemos que has estado en el puente.

El chico se lleva las manos a la cabeza, desesperado.

—Ya decía yo que tardaría poco en llegar a todo el pueblo.

Los tres se quedan en silencio. ¿Qué pueden decirle a alguien que se ve en una situación así? Esa foto ya no desaparecerá, todos lo saben, perseguirá al chico por mucho tiempo y seguramente incluso llegue a conocimiento de su propia familia... ¿Qué harán cuando lo vean? Como poco, lo encerrarán en un psiquiátrico por intento de suicidio.

—Crucé el río intentando encontrar la pista a la que se refería Miguel, pero no había nada. Cuando llegué a la otra orilla no me sentía capaz de volver nadando y tenía mi ropa y el móvil al otro lado. Por eso crucé por arriba.

—¿Qué pista? —pregunta Andy.

—Ah, es verdad. Me refiero a esa pista que no te veías capaz de resolver —lo acusa.

Andy pone una cara de perros. Se siente molesto, ¿tal vez le han herido en su orgullo? Por un momento siente una gran satisfacción.

Les enseña el vídeo de la cuarta pista.

—Vaya, esto sí que no me lo esperaba —murmura Andy.

—Pero —insiste Raquel— ¿qué hacías sentado en el borde?

—¡No lo sé! —exclama Dani, desesperado—. Ni siquiera recuerdo haberme sentado ahí. Juraría que crucé el puente sin miramientos y me fui directamente a casa.

—Pues está claro que no lo hiciste... —murmura Andy.

—Tal vez te agobiaste al pasar por ese lugar, donde sucedió todo. —Raquel está haciendo un esfuerzo por consolarle, aunque no tiene ni idea de cómo—. No le des mucha importancia.

—Me podría haber tirado.

Y ahora de verdad no saben qué contestar.

Nuevamente hay una pausa entre ellos, un silencio que estalla en los oídos y que duele más que cualquier palabra. Un silencio de esos que pesan, porque todos saben que entre ellos falta una cuarta persona.

—Pero para eso estamos aquí —dice Andy cuidadosamente—. Si te parece, volveremos allí los tres y te enseñaré dónde vi las pistas. No tendrás que volver a cruzar el puente tú solo.

Dani asiente con la cabeza.

—¿Estás llorando?

—Joder, Raquel, no le preguntes eso —susurra su hermano.

—Da igual —repone Dani—. No me encuentro bien. Mañana por la mañana volveremos allí y buscaremos lo que haya que buscar.

Los dos hermanos se miran, preocupados.

Puente. Febrero. Demasiado tarde.Where stories live. Discover now