14. Los Chemical Doctors

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Los recuerdos se oxidan tanto o más rápido que las personas. Pero no la música. Ella se mantiene igual, imperturbable, a lo largo del tiempo; puede cambiar su significado, pero nunca las emociones más viscerales que provoca.

Por eso, aunque algunos de los discos estén rayados, escuchar alguna canción con estática de fondo es suficiente para que Dani empiece a experimentar emociones de todo tipo. Algunas pistas son más alegres. Hablan de viajes y de la vida. La mayor parte, sin embargo, no dejan de ser potentes y radicales pero en tono de decadencia, hablando de las vidas que se acaban y los viajes que no se llegan a realizar. Unos pocos discos son de música clásica.

No puede evitar preguntarse si Miguel sentía lo mismo que él cuando las escuchaba. O, más bien, si evocaba las mismas imágenes. Desde luego que no, porque sus pasados han sido distintos. Pero ¿y si alguna canción le recordaba a ellos dos? ¿Y si cuando escuchaba a twenty one pilots se acordaba de las muchas tardes que pasaron juntos escribiendo poemas sin sentido en el aire, como ahora los revive él?

Unos toques en la puerta de la habitación distraen al chico. Rápidamente le da al pause en el ordenador.

-Pasa -le grita a quien quiera que esté esperando entrar.

-Soy yo, enano -le responde la voz que abre la puerta.

Y, justo, se trata de la persona a la que menos esperaba ver.

-¡Julia!

De repente el Dani serio y tristón se convierte en el niño que hace años vio marchar a su hermana, a la que tan unido estaba, para vivir alejada del yugo parental, mientras él se quedaba en el pueblo atascado en su nostalgia y sus catorce años. Los sentimientos son tan fuertes y confusos que, en vez de correr a abrazarla, se queda sentado en el sillón, sin saber qué hacer.

Ella toma la iniciativa. Se acerca y le da un abrazo fuerte, "de hermanos".

-¿Cómo que has venido? -le pregunta Dani, aún sorprendido.

-Tenemos una semana libre antes de los exámenes -responde ella-. Sé que no te lo había dicho, solo lo sabía mamá, es que quería daros una sorpresa.

-¿Y por qué has venido ahora y no el fin de semana?

-Digamos que estuve de fiesta...

Se ríen. Julia entra y se sienta sobre el escritorio al lado de su hermano.

-Me alegro de que estés aquí -dice Dani, aunque le resulta un poco difícil expresarlo.

-Nadie lo diría, otouto-chan.

Ella le da un beso cariñoso en la frente.

-¿Qué hacías?

-Estaba escuchando música.

Bueno, no es del todo mentira...

-¿Evanescence? Madre mía, ¡a esos los ponían en el pub hace unos cuantos años!

-Tienen bastantes más canciones aparte de Bring me to life, si es a lo que te refieres.

-La próxima vez haré una fiesta gótica y te contrataré como DJ.

-Vale.

Vuelven a reírse. Obviamente nadie verá a Dani en una fiesta, y mucho menos siendo el centro de atención.

-Bueno... Voy a deshacer mi maleta. Te veo luego, ¿vale?

-Vale.

Se va y cierra la puerta tras ella.

Dani respira hondo. Se siente aliviado, no tiene muy claro si por el hecho de que haya venido a pasar unos días, o porque acaba de salir de la habitación. Hace mucho que no pasan casi ningún rato juntos y hasta que no se recupera la confianza resulta un poco incómodo.

Solía envidiarla por haberse ido a Madrid, pero ahora es tarde para eso. En los últimos meses la apatía lo ha engullido como uno de estos torbellinos que aparecen en el agua y te hunden sin que te des cuenta. Un día estás bien y al otro piensas: ¿por qué estoy vivo? La depresión llega y se infiltra como quien no quiere la cosa, pero ni mucho menos le resulta tan fácil marchar.

Siente algo de lástima por haber dejado que su hermana se fuera sin casi hablar, pero la curiosidad le puede. Así que sigue pasando los discos, sin saber muy bien si busca alguna pista o solo mantener más vivo el recuerdo de su amigo. Evanescence, Linkin Park, Three Days Grace, All Time Low, twenty one pilots... A veces, mientras los escucha, le vienen recuerdos de cuando Miguel ponía música en su móvil. Había algunas que solía repetir, como Exodus y I am an outsider, y que daban un reflejo bastante acertado de cómo era Miguel.

Pasan horas y solo se detiene mientras escucha un disco de Billy Talent, una canción llamada Nothing to lose, cuando algo le llama la atención.

Need more friends with wings,

all the angels I know put concrete in my veins.

I'd always walk home alone,

so I became lifeless just like my telephone.

There's nothing to lose when no one knows your name.

There's nothing to gain, but the days don't seem to change.

La letra en sí no desentona mucho con el resto de música, pero la melodía es lo que le detiene. Vuelve a reproducir el estribillo, para cerciorarse de que ha escuchado bien.

Es esa canción. No hay duda.

Con el corazón en un puño, termina de escuchar la canción. Coge la carátula donde estaba el disco, deseando que de verdad el Chemical Doctor le ayude, esperando fijarse en algo que no deba estar ahí. Y, en efecto, algo hay.

Los CDs están pirateados (Dani no está muy de acuerdo con ello, pero bueno), y Miguel les había puesto a cada uno de ellos, en la funda, el nombre del álbum y de su artista con rotulador. Vuelve a mirarlo y se da cuenta de algo que había pasado por alto creyendo que no tendría mucha importancia, pero que ahora la recobra: "Billy Talent, Mirar YouTube!!!".

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Puente. Febrero. Demasiado tarde.Where stories live. Discover now