26. "No me comas, mírame"

7 2 0
                                    

Al día siguiente, jueves, Dani va a buscar a Raquel a la salida de clase. Ella parece sorprendida.

—¿Tienes algo? —le pregunta nada más verle.

—No, pero tengo una idea.

De nuevo, se van a ese rincón del patio donde casi nunca hay nadie para poder hablar tranquilamente.

—¿Te acuerdas de que mencionaba a unos perros en el segundo vídeo? —le dice Dani—. Creo que sé a qué podía referirse.

—¿A qué? —inquiere Raquel, impaciente.

—Verás, hay un sitio al que él solía ir, donde hay unos perros vagabundos a los que les llevaba comida. Él decía que eran como sus amigos.

—¿Y qué sitio es ese?

—Está a unos veinte minutos de aquí, ¿te suena la iglesia abandonada?

Ella asiente.

—Nunca he estado allí, pero he oído hablar de ella. En mi familia no somos muy religiosos.

—Si te he dicho que está abandonada. Hay un cementerio cerca y una especie de merendero, pero casi nunca va nadie. Yo solía ir con Miguel y jugábamos con sus amigos. Quiero decir, los perros.

Es inevitable que le salga la palabra "amigos" en vez de "perros", ya que Miguel siempre se refería a ellos de esa manera.

—Está bien, ¿estás libre ahora? —Dani asiente con la cabeza.

—¿Deberíamos decírselo a Ana?

Raquel se queda pensando.

—Está rara estos días. Creo que necesita tomarse su tiempo y asimilar todo esto de las pistas. Le cuesta más que a nosotros, supongo.

—¿Por qué crees eso?

—Aunque cueste creerlo, de las dos ella era la que mejor se llevaba con mi hermano. A los dos les gustaba planear bromas pesadas y planes absurdos. Tenían una complicidad interesante. Siempre me pregunto cómo la aguantaba.

—Entonces vamos solos, ¿no? —Aunque no lo reconocería abiertamente siente un inmenso alivio.

Raquel asiente y se ponen en marcha.

_____________________

Hacía meses que no venía a este lugar. Volvió poco después de que Miguel desapareciera, por si acaso al chico le había dado por esconderse allí, ya que era un sitio que sabía que le gustaba mucho. Pero no, no había ni rastro de él en la caseta ni en la iglesia. Lo único que quedaba de los momentos que habían compartido eran los dos perros que merodeaban por allí.

Tras desviarse de la carretera y atravesar un sendero abierto en el bosque, pasado el merendero, por fin han llegado. Aquí se encuentran las ruinas de la iglesia que se erigía no se sabe cuántos años atrás. Las tumbas cercadas por un muro semiderruido le dan un aspecto tenebroso, y la niebla es casi tan densa como los recuerdos que flotan en las mentes de los dos chicos.

Ahora, de nuevo en este lugar, Dani siente que está más o menos en la misma situación en la que estaba entonces. ¿A qué se refería Miguel con "encontrarte con alguien a quien hace mucho que no ves?". Aunque sabe que es imposible, porque ya lo estuvo buscando aquí, una parte de él desea que el chico esté gastándole una broma que ha durado ya siete meses.

—Es aquí —dice Dani.

Raquel no parece sentirse muy cómoda en este sitio. Él lo entiende, ya que, al fin y al cabo, allí no hay cobertura y tampoco vive nadie en cientos de metros a la redonda. Aun así se esfuerza en llegar al sitio que el chico quiere enseñarle.

Puente. Febrero. Demasiado tarde.Where stories live. Discover now